Comentábamos hace unas fechas la osadía que en unos tiempos especialmente difíciles para nuestro país tuvo la defenestrada editorial Aguilar (la de verdad, la de don Manuel Aguilar Muñoz) de publicar en España obras que, a priori, podrían ser consideradas como poco o nada comerciales. Lo cierto es que merced a la impagable labor de este emprendedor, los españoles de posguerra tuvieron a su alcance un extraordinario número de obras clásicas, selectas, exquisitas e imprescindibles que permitieron, por primera vez en nuestra historia, que la cultura estuviese al alcance de todo el pueblo y no sólo de unos pocos privilegiados.
Y tales reflexiones le vuelven a uno a la mente cuando encuentra que en unos momentos que son de nuevo clamorosamente difíciles para el mundo editorial español, Hermida Editores lanza obras tan poco comerciales como la que hoy reseño: Aforismos extraídos de la correspondencia de Voltaire. Nada menos.
¿Poco comercial he dicho? Quizás merezca la pena reflexionar sobre este extremo.
En los meses que llevamos escribiendo en esta sección hemos reseñado obras de autores que se hicieron famosos por sus sentencias y frases ingeniosas, casi siempre puestas al servicio de los personajes que fueron hijos de sus fantasías. A la gente le gustan esas frases -y eso que el público en general desconoce la mayoría y ni siquiera ha leído a sus autores-. En Internet se pueden encontrar centenares de páginas, portales y bitácoras que tienen como única razón de ser acumular y clasificar famosas sentencias de preclaros artistas. A veces incluso las frases son atribuidas al autor que no es y, mezcladas la foto de uno con la frase del otro, aparecen retwitteadas o compartidas en Facebook para solaz de los sorprendidos usuarios que se ilustran con ellas y las comparten con entusiasmo o incluso las hacen propias. Todas esas frases tienen dos características comunes y universales: son ingeniosas y el lector se siente identificado con ellas.
Si partimos de esta evidencia, ¿podemos decir que los aforismos no son comerciales?
Lo cierto es que no existe el género "aforístico". Salvo escasos autores que culminaron obras consistentes en la plasmación por escrito de sus pensamientos (se me ocurren las Meditaciones de Marco Aurelio, por ejemplo, que componen todo un manual del pensamiento estoico del autor). Y es que ningún literato o pensador escribe frases ingeniosas para hacer "un libro de frases ingeniosas" porque sería una vulgaridad. Lo que suele hacer el autor es apuntar sus ocasionales ocurrencias y meterlas unas veces con gracia, otras a presión, muchas incluso a contrapelo, en sus obras para darles lustre. De esto tenemos muchos ejemplos de Oscar Wilde para acá y el que esto escribe tampoco se salva.
Pero en el caso de Voltaire no es así porque, como ya se ha dejado dicho, los Aforismos que se ofrecen están extraídos de su correspondencia personal (y ahí si que damos con un género: el epistolar). Y no hablamos de una correspondencia anecdótica, pues el autor se carteó con buena parte de los personajes más ilustres de su tiempo, entre ellos Federico II de Prusia, Diderot, Rousseau o Helvétius. Y leyendo los Aforismos a uno lo que le apetece es ojear la correspondencia completa porque intuye que no debe tener desperdicio, visto el ingenio desbordante de las frases extraídas con las que, efectivamente, uno se siente identificado y encuentra extremadamente originales.
De hecho he de reconocer que me he permitido pasar una semana "goteando" algunos de estos aforismos voltaireanos en mi propio muro de Facebook (citando siempre a su autor, claro) para ver las reacciones de la gente y, obviamente, éstas no han podido ser más receptivas ni mejores. Voltaire tendría mucho éxito en las redes sociales hoy día, casi tanto como tuvo en su época.
Y es que la conclusión a la que llega uno tras leer esta brillante recopilación voltairiana es que se encuentra ante un gamberro genial, inteligente, osado, inmenso, delirante y tocanarices. Una experiencia deliciosa que se multiplica por la actualidad de las sentencias, que bien podrían ser aplicadas a nuestros lastimeros y acongojados tiempos.