VISITAS HASTA HOY:

jueves, 15 de enero de 2015

ANTÍGONA, de Sófocles

Lo siento, pero son tantas las obras perdidas de Sófocles, que para un puñado que nos quedan, voy a ir reseñándolas en esta sección.
Eteocles y Polínice, los hijos de Edipo, han muerto a manos el uno del otro, en la guerra que ya se anunciaba en Edipo en Colona y bajo el sino de la maldición de su padre. Creonte, su tío, constituido rey, prohíbe severamente  enterrar el cadáver de Polínice. Antígona, fiel a los dictámenes de su corazón de hermana, decide sustraer a su hermano difunto a tal injuria y honrarle con la sepultura. Ello acarreará su propia ruina y no menos la de la familia de Creonte.
En efecto, durante la noche se ha acercado al cadáver insepulto, y viéndose incapaz de enterrarlo en realidad, lo ha hecho simbólicamente, espolvoreando y honrándolo con los ritos más preciosos. Al despuntar la mañana y comenzar el drama, invita a Ismene a prestar el obsequio de la sepultura a su común hermano. Lo rehúsa ella y Antígona se va sola a hacerlo por sí misma.
Entre tanto, los soldados, al amanecer, se han dado cuenta de que durante la noche se han violado los decretos del tirano con aquel enterramiento simbólico, y llevan la noticia a Creonte. Furioso éste, manda, bajo las mayores penas, descubrir al culpable a cualquier precio; celan los soldados; es sorprendida Antígona, que, sola y audaz, y al amparo de una polvareda, se ha acercado al cadáver y trata de enterrarlo. Llevada ante el tirano, confiesa, altiva, el hecho y aun lo defiende. Creonte manda condenarla a muerte en una prisión.  Inútil que la defienda valientemente Hemón, hijo del tirano y novio de Antígona (¡vaya tela!); ésta es llevada a la mazmorra donde tiene que morir. Interviene el adivino Tiresias y hace sentir a Creonte los males que a sí mismo atrae con tal medida. Espantado, Creonte corre a librar a su rehén, Pero es tarde: allí está ella colgada y junto a Antígona yace también muerto Hemón. No basta con esto: la esposa de Creonte pone también fin a sus días maldiciendo la ciega obstinación de su marido, el cual cierra la tragedia con tristes e inútiles lamentaciones. El drama, en vez de Antígona, podría muy bien llamarse Creonte.
En cuanto al coro, no requiere especial explicación ni el parodo que canta jubiloso la reciente victoria de Tebas sobre Polínice, ni tampoco el primer estásimo sobre las misteriosas burlas del corazón humano. El segundo estásimo, muy propio de estos coreutas, abarca de un golpe de vista toda la historia de la familia de Lábdaco, Layo y Edipo, y toda la ve escrita en la desgracia de Antígona. El breve himno Amor está motivado por el despecho con que se siente herido Hemón y señala el cambio de interés dramático, que pasa ya de Antígona a la familia de Creonte.
Para entender el estasimo cuarto es preciso recordar cómo estaban en la mente el espectador las leyendas que aquí se mencionan. El coro, al ver que Antígona es llevada fatalmente a la prisión, prevé ya todo el fatal desenlace y lo describe, pues tiene suficientes datos con todo lo que ha visto y vivido en las obras anteriores para predecir y cantar todo esto.
Digno es de resaltar que en el estásimo quinto el jubiloso hporquema, que por una parte está justificado dramáticamente y, por otra, constituye un contraste feliz con las escenas tristes que a continuación se van a desarrollar. 
Y uno no descubre nada si remata esta reseña con una frase final que es digna de elogio, habida cuenta de la fecha en que fue escrita: "Es con mucho la sensatez lo primero para la ventura. Contra los dioses jamás se ha de ser irreverente. Las palabras altaneras acarrean a los soberbios castigos atroces, y a la vejez, por fin, les enseñan a ser cuerdos."
Nada menos.
Lean a Sófocles, que es el vestigio de aquel tiempo en el que en la literatura se hicieron realidad las ficciones pedagógicas de los poetas.