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domingo, 6 de abril de 2014

UN TALLER DE MICRORRELATOS

Entre los días 31 de marzo y 4 de abril he tenido el placer de impartir en el ISEN un taller de microrrelatos para un grupo de alumnos de Magisterio de la Universidad de Murcia y la experiencia no ha podido ser más enriquecedora para mí. Acepté la propuesta no sin ciertas dudas porque yo no me considero la persona más adecuada para ponerme delante de un grupo de universitarios e impartir lecciones de nada en absoluto, máxime cuando mi carácter está muy lejos del que quizás se le presupone a un maestro, docente o profesor. Pero lo que sí está en mi modo de ser es que me apunto siempre a un bombardeo y cualquier novedad, precisamente por serlo, me encanta.
Así que días antes me puse a reflexionar sobre el enfoque didáctico que podría ser más adecuado para el curso que se me proponía y, aprendiendo siempre de gente que sabe de verdad lo que uno sólo intuye, reuní cierto material y desarrollé, bolígrafo en mano sobre un viejo cuaderno, los distintos temas que preveía podían ser de interés para los jóvenes asistentes.
Y así me he visto durante cinco cortísimos días desarrollando el tema de la microficción, analizándola como concepto, como género y como herramienta; buscándole significados superiores; reflexionando en voz alta sobre los lectores que consumen este tipo de literatura, estudiando las técnicas de la brevedad de los mejores autores del momento, enseñando de modo conciso una breve historia sobre la evolución de este género, compartiendo con los alumnos técnicas de estilo propias y ajenas, así como estudiando metodología del lenguaje y su estructura; hemos deconstruído literalmente (nunca mejor dicho) famosas piezas de Monterroso, Iwasaki, Ana María Shua, Luisa Valenzuela, Hipólito Navarro y otros muchos grandes de la literatura pequeña; hemos analizado en grupo la intertextualidad y experimentado con ella, discutido sobre los trucos y las técnicas de los mejores, y yo personalmente he tratado de mostrar algunas aplicaciones de la minificción al campo de la didáctica, así como al de la retórica, que en el caso de los que van a ser de verdad profesores, me parece fundamental.  Sin dejar al margen la metaficción y las fuentes canónicas, que siempre hay que tocar en un curso universitario por breve que éste sea, hemos tratado de lograr la brevedad y de llegar al corazón de lo concreto, así como de saber por qué se puede decir tanto y tanto con tan pocas palabras, eso sí, respetando siempre la grandeza del idioma. 
El último día contamos con la presencia de Ana Fúster, microrrelatista cartagenera que cuenta en su haber con distintos premios y menciones. Ana nos ilustró sobre su experiencia como autora, nos habló de concursos, nos mostró enlaces a distintas páginas y plataformas en los que aprender y experimentar más allá de lo ya visto en el taller y, finalmente, incluso nos leyó en vivo algunas de sus composiciones.
Echando la vista atrás sorprende que en cinco días se haya podido estirar tanto un tema basado en la brevedad, y me congratulo de haber sido capaz de afrontar el reto.  No me es ajeno que esto ha sido posible merced a la confianza del ISEN y a la generosidad de unos alumnos entregados, simpáticos y de gran talento que han sabido soportarme con estoicismo y buen humor hasta el último día. 
¿Qué me llevo de esta experiencia? El entrañable recuerdo de sus palabras el último día y el derroche de ingenio con el que me sorprendieron en cada jornada.  A todos ellos, muchas gracias.
Fotografía: Isabel Abellán