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sábado, 17 de enero de 2015

LA ISLA DEL TESORO de Robert Louis Stevenson

"Cuando Squire Trelawney, el doctor Livesey y aquellos otros caballeros me pidieron que, desde el principio hasta el fin y con la mayor puntualidad posible, diese a la estampa todo lo referente a la isla del Tesoro, no callando más que su situación geográfica, porque aún permanecía allí parte del tesoro, cogí la pluma un día del año de gracia de 17... y me remonté a la época en que mi padre tenía a su cargo la posada del Almirante Benbow, y en la que aquel viejo marino, con su sable roto, se hospedó por vez primera bajo nuestro techo.  Lo recuerdo como si fuese ayer..."
...Y yo recuerdo como si fuese ayer la conmoción que supuso en mi mente infantil este comienzo tan evocador y sublime.
La isla del Tesoro fue la primera novela que leí y tal vez la que más he frecuentado a lo largo de mi vida.  A él le debo haber tenido siempre ciertas veleidades literarias y, quizás, mi actual vocación casi enciclopédica por la literatura.
Nadie ha popularizado tanto la literatura juvenil como Stevenson, un autor escocés cuya obra El extraño caso del doctor Jeckyll y Mr. Hyde ya reseñamos aquí hace unas semanas. No creo exagerar si afirmo que La isla del Tesoro supo despertar una inquietud literaria y cultural tremenda en generaciones enteras de lectores.  A estas alturas, y tras la enésima relectura del libro, uno  piensa que los libros nacen siempre porque tienen que nacer, esto es inevitable.  Alguien, antes o después, tenía que haber escrito las aventuras del joven Jim Hawkins para que todos nos identificásemos con él en nuestra adolescencia y viviésemos sus fantásticas aventuras que todavía hoy se nos antojan verosímiles.  Tal vez el realismo de La isla del Tesoro provenga de su evocador estilo y de los cientos de leyendas, estereotipos y tópicos que encierran sus páginas.  La mínima realidad, debidamente deformada por la cabeza de un gran escritor y saliendo por la mano diestra es lo que se convierte en una novela magnífica.  Observador nato de la realidad y sus entornos, Stevenson bordó su ópera prima a mitad de camino entre la ficción histórica y la narrativa de aventuras.
De todos es conocido que Stevenson desarrolló una actividad literaria muy diversa como poeta lírico, dramaturgo, ensayista y novelista, pero sobresalió en dos géneros, la novela de aventuras y la novela sobrenatural, a las que aportó dos obras magistrales y universales, que son las que en Tarántula estamos reseñando.
La isla del Tesoro se publicó originariamente en la revista Young Folks y luego en volumen, en 1833.  Desde ese mismo momento pasó a ser obra clásica de la novela de aventuras.  Escrita para lectores jóvenes, pronto se convirtió en un libro para todas las edades por su artístico equilibrio entre realidad y fantasía, el penetrante trazo con que están dibujados sus personajes y el aura legendaria que irradian, así como por sus situaciones y lugares, que constantemente estimulan la imaginación del lector.  El jovencísimo Jim Hawkins, la posada del Almirante Benbow, el cofre del mapa, la nave Hispaniola, el pirata John Silver, el doctor Livesey, el abandonado Benn Gunn... son personas y cosas que constituyen, a su vez, el "tesoro" literario inolvidable de cuantos leen esta obra inmortal.
Y, como muy bien dice el propio doctor Livesey al protagonista: "ya verás lo útil que resulta el tener afición a las cosas buenas".  Es cierto: no hay nada más recomendable que andar los primeros pasos de la literatura comenzando en una edad temprana con el deleite de una novela fuerte, perfecta, redonda y magníficamente desarrollada de principio a fin que, como pocas, engancha desde la primera página.
Si Stevenson se propuso en algún momento pasar a la historia de la literatura no sólo como el autor de magníficas novelas, sino como el inductor propiciatorio del sano ejercicio de la lectura, a uno no le cabe la menor duda de que supo cumplir con su palabra como nadie.