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sábado, 10 de enero de 2015

LA VENGANZA DE NOFRET

Cuando la reina Mary de Inglaterra, abuela de la actual soberana, cumplió su octogésimo aniversario, la BBC decidió obsequiarla con un regalo excepcional: dos horas de emisión radiofónica a su gusto. El pueblo, tan interesado siempre por las ocurrencias de sus monarcas, hizo las más disparatadas cábalas acerca del programa que elegiría la anciana señora.  La prensa, dándoselas de inteligente, como de costumbre, aseguró, sin temor a equivocarse, que la augusta dama se inclinaría por un programa de música selecta, constituído por las obras de sus compositores favoritos.  Y así llegó el día señalado para la emisión real. Al anunciarse que la reina Mary había elegido la retransmisión de una obra de Agatha Christie, la sorpresa fue mayúscula.  Aquel día los oyentes escucharon en directo la última obra de su escritora preferida a petición de la más alta dama del país.
Algo tiene esta autora para, a mi modo de ver, figurar en esta sección.  Imagino que habrá quien aventure que es un anacronismo ponerla al nivel de las obras reseñadas hasta la fecha. Lo entiendo.  Pero no olvidemos que el siglo XX fue el siglo en el que la literatura se popularizó o, para ser más exactos, se democratizó.  A pesar de que el invento de la imprenta tenía siglos, no es sino en el siglo pasado cuando el ciudadano de a pie tiene acceso a la cultura y los autores acceso al ciudadano.  ¿Significa esto que la calidad literaria bajó para adaptarse al "gran público"?  En absoluto.  Obras insufribles colman la historia de la literatura desde los tiempos clásicos.  Estamos hablando de precios; de precios asequibles para que el ciudadano medio pudiese añadir a la decoración de su hogar la presencia de volúmenes que, de otro modo, ni en la biblioteca de su barrio encontraría.  La popularización de la literatura tal vez sea uno de los mayores y menos reconocidos logros de la Era Moderna.  Sin embargo introdujo en la sociedad un factor hasta entonces inexistente: criterio.
Como por aquel entonces el éxito dependía de la aceptación del autor y de su calidad, no había emporios editoriales detrás y encima del mercado ni ministros que gravasen con tasas del 21% la cultura, pues ésta llegó a las manos de la gente de la calle y, ¡oh, sorepresa!, resultó que la gente tenía inquietudes, necesidad de consumir libros y ganas de aprender (justo lo que los políticos se temían en sus peores pesadillas).
Winston Churchill, refiriéndose a la autora, afirmó que la genial novelista "era la mujer que había sacado más partido del crimen desde Lucrecia Borgia".   Tenía razón.  Ni Arthur Conan Doyle llegó en su época a ser lo que hoy llamamos "un bestsellerista".
La autora de El asesinato de Rogelio Ackroyd y La Ratonera, habitaba una antigua mansión del siglo XVIII en Devonshire.  Su lugar de meditación preferido era el cuarto de baño, donde se metía por las mañanas hasta la hora de la comida.  Su ayuda de cámara colocaba en el borde de la bañera una docena de manzanas y la señora Christie se sumergía en el agua jabonosa para meditar sus tramas literarias.  "Cada capítulo de una nueva novela me cuesta un kilo de fruta", llegó a afirmar.  Hilvanada la trama, escribía la novela en menos de dos meses picoteando su máquina de escribir a dos dedos.  De este modo llegó a producir dos obras al año: frutas, bañera y dos dedos.
Por la facilidad de su prosa, por la originalidad de sus textos, por destacar en una época difícil para la mujer, por ser una autora democrática y representar, a mi gusto, mejor que nadie el género policíaco contemporáneo, he considerado oportuno reseñar hoy aquí una de sus obras.
Y me he inclinado por una de mis preferidas y, sin embargo, menos conocidas: La venganza de Nofret.  Veamos por qué.
La venganza de Nofret fue escrita durante la Segunda Guerra Mundial, pero se desarrolla en el Egipto de la XI Dinastía y... bueno, dejemos que nos lo explique su propia autora: Cierto amigo mío, egiptólogo eminente y bien conocido, tuvo la osadía de retarme una noche, mientras cenábamos juntos, con las siguientes palabras: "Me gustaría que escribiera usted una novela policíaca cuya acción se desarrollara en el antiguo Egipto, pues las novelas históricas tienen interés y producen la sensación de seriedad".
Efectivamente: estamos ante una novela policíaca pero de género histórico. ¿O acaso La venganza de Nofret es una novela histórica de género policíaco? Que decida el lector.  Como autor de ficción histórica, me siento muy identificado con las reflexiones de la escritora al respecto:  Me procuré ocho pesados volúmenes sobre egiptología y me pasé todo el día tan ocupada con ellos que me olvidé de las bombas que caían sobre Londres. Me lancé a la búsqueda de datos que me ofrecían las diferentes dinastías que reinaron en el país del Nilo y, jugueteando un poco con los ladrones de tumbas, me encontré, al fin, en la mansión de un sacerdote Ka, de la XI Dinastía, cuyas cartas, recientemente descubiertas, ponían de manifiesto un delicioso escenario.  Imagino que mi amigo egiptólogo maldeciría muchas veces sus palabras retadoras, pues yo no dejaba de atosigarle con preguntas tales como: "¿qué flores se cultivaban en los jardines?, ¿cuál era la comida corriente en aquella época?, ¿puede usted proporcionarme una lista de nombres masculinos y femeninos?, ¿qué clase de dulces gustaban a los niños?, ¿los miembros de las familias sabían leer y escribir o necesitaban un escriba?".  Y todas estas preguntas requerían una investigación a fondo antes de ser contestadas.
La eterna lucha por la documentación, el miedo a cometer fallos garrafales, la necesidad de la verosimilitud... todo eso a lo que nos enfrentamos los autores cuando abordamos un período pretérito lo conoció bien la autora inglesa que acabó hilando bajo los bombardeos nazis, una de sus obras más brillantes, estéticas y, lamentablemente, desconocidas de toda su creación.
Por eso quería aprovechar esta sección y reivindicar a Agatha Christie, magnífica escritora, y La venganza de Nofret, una novela que no dejará indiferente al lector, se lo garantizo. Espero que la disfruten tanto como yo.