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domingo, 11 de enero de 2015

LA GITANILLA

Aunque ya le dediqué un artículo a Miguel de Cervantes, siendo como es el padre de nuestra literatura moderna, no puedo ni podré resistirme a volver a él cada cierto tiempo, pues resulta inevitable dentro de estos mis Imprescindibles no referirme a otras de sus perfectas composiciones.
La Gitanilla quizás sea una de las más bellas e interesantes Novelas Ejemplares de su autor, pues en ella rige, aunque suavizada, la ley del contraste.  Del mundo apicarado, de la cueva de ladrones, de los gitanos, surge Preciosa, más como una estilizada consecuencia que como un brusco contraste.  Si, en medio de todo, Constanza (en La Ilustre Fregona) es una excepción en la posada, Preciosa, además de superar con su ingenio y virtud ágil y sonriente, sin excluir una inocente malicia, al medio de donde parece proceder, es una consecuencia del mismo.  Es, sobre todo eso, una preciosa, una divina gitanilla; pero en ello mismo está su encanto.  Su supuesta abuela la ha educado en todas las costumbres gitanas: la danza al son del pandero, el recitado de vistosos romances, el arte de la buenaventura.  El ingenio natural de la protagonista es el que dignifica y exalta todo, en una elegancia popular y semipicaresca, en la gracia y agilidad de la danza, en el pintoresco tocado que envuelve una tierna belleza.
Malicia ingenua y sana, que, a pesar de las declaraciones de honestidad literaria del autor, no excluye las sabrosas expansiones del romance "Hermosa, hermosita"; creación vivaz y femenina, la mejor en este orden de toda la obra de Cervantes.  Aquí la idealización por contraste parte de un fondo, real, del rancho de gitanos, con el que tiene de común Preciosa los rasgos más externos, pero diferenciándose, elevándose lentamente, hasta llegar a la bellísima figura, de dulces actos sobrehumanos, dentro con todo, de una línea de verdad limpia, sana, honesta, en esa "muchacha que es la flor y la nata de toda la hermosura de las gitanas que sabemos que viven en España".  Así, castiza, meridional, hermana lejana de la música de Falla, surge Preciosa, romántica para Weber y Hugo, mezcla de amor brujo y sonrisa de ángeles.
Junto al cuadro de plena naturaleza, de la vida libre de los gitanos, asoma la leve idealización por el arte, en el sugestivo carácter del paje poeta, y en otro orden, más próximo al primero, el decir de las cosas de amor, por la misma protagonista.  Las alabanzas a la vida de los gitanos -en las que paree poner el autor tal entusiasmo, que a veces hace pensar si vería ese estado de naturaleza con más simpatía de la que era y ha sido costumbre en nuestro país, adelantándose a Rousseau-, son hermanas de las de Pedro de Urdemalas, la comedia tan semejante a La Gitanilla, que en  Belica ofrece un precedente diverso con algún aspecto de Preciosa:

Mira, Pedro:nuestra vida
es suelta, libre, curiosa...

En la novela, la poetización y riqueza verbal corren parejas de la exaltación de la picaresca en La Ilustre Fregona.  El gitano viejo dice con elocuencia de triunfo: "Somos señores de los campos, de los sembrados, de las selvas, de los montes, de las fuentes y de los ríos; los montes nos ofrecen leña de balde; los árboles, frutos; las viñas, uvas; los huertos, hortalizas; las fuentes, agua; los ríos, peces, y los vedados, caza; sombras las peñas, aire fresco las quiebras y casas las cuevas.  Para nosotros, las inclemencias del cielo son oreos, refrigerio las nieves, baños la lluvia, música los truenos y hachas los relámpagos.  Para nosotros, son los duros terrenos colchones de blandas plumas; el cuero curtido de nuestros cuerpos nos sirve de arnés impenetrable que nos defiende; a nuestra ligereza no la impiden grillos, no la detienen barrancos, ni la contrastan paredes; a nuestro ánimo no le tuercen cordeles, ni le menoscaban garruchas, ni le ahogan tocas, ni le doman potros."  ¿Estamos ante un homenaje del autor al mundo gitano que conoció sin duda y con el que quizás confraternizó en sus tiempos de presidio?
Junto al cuadro picaresco surgen personas que con un detalle descubren la intención irónica cervantina, como el teniente, que, curioso, atiende al canto de las gitanas, pero "por no ir contra su gravedad, no escuchó el romance hasta el fin"; los tipos de la clase media, orgullosos y pobres; el enamorado Andrés, en torno al cual teje la frase de gran significación para el fondo triste del mismo novelista: "¡Oh poderosa fuerza de este que llaman dulce dios de la amargura...!"; el paje poeta, pobre, del que parecen surgir destellos de la propia personalidad de Cervantes como versificador.  Se expresan en varios lugares las ideas tradicionales de la democracia española, iguales a típicos paisajes del teatro de Lope y Calderón, como en los versos de Preciosa:

Si las almas son iguales,
podrá la de un labrador
igualarse por valor
con las que son imperiales.

Los posibles asomos autobiográficos, las acertadas inclusiones poéticas y los lances accesorios, salvo uno o dos de ellos, uno innecesario para la acción -la pendencia con el bizarro soldado-, y otro demasiado manido en relación con el bíblico motivo de la copa de Benjamín, hacen de esta encantadora novela una composición ágil, variada, viva y perfecta.  La protagonista se ha relacionado con el tipo de juglaresca Tarsiana del antiguo libro de Apolonio y obtuvo gran éxito en la época.  Coincide con algunos aspectos de su tipo Marina, de Pericles, príncipe de Tiro, de Shakespeare.  Y generalmente se cree que suscitó en el romanticismo la Esmeralda de Víctor Hugo.  Así se continúa en el romanticismo, que se complacía en lo pintoresco español, el tipo de la gitana que podríamos definir como una "Carmen en estado de inocencia".