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jueves, 29 de enero de 2015

HAMBRE, de Knut Hamsun

Knut Hamsun nació el 4 de agosto de 1859, en Lom, Gudbransal, Noruega. Su verdadero nombre era Knut Pederson. De familia campesina muy humilde y pobre, su infancia y pubertad fueron etapas tristes y miserables. Como sus padres carecían de lo más preciso, Knut fue enviado a una de las islas Lofoten, a casa de un pariente, hombre taciturno, que apenas se ocupó de él. Hamsun midió su infancia con las salvajes soledades de aquella isla nórdica. Atraído desde muy niño por la literatura, Hamsun trabajó como aprendiz de zapatero con el fin de ahorrar algo para publicar dos libros que había escrito (un poema largo y una novela) y que no obtuvieron éxito alguno. Desanimado, vagó durante doce años de un lado para otro, pasando hambre, durmiendo en los campos y en las calles, desempeñando diversos oficios, entre ellos el de leñador y carbonero. Más tarde embarcaría en dos ocasiones como fogonero en los vapores que iban a los Estados Unidos, donde también vagabundeó lo suyo.
Con algunos ahorros, de regreso a su país, pudo ingresar en la Universidad Cristiana y cursar Letras. Pero se le agotó el dinero y no logró terminar esos estudios. Regresó a los Estados Unidos y allí sus sueños tuvieron que ceder ante la cruda realidad. Decidió primero hacerse pastor protestante. Luego se convirtió en campesino. Más tarde fue lechero en Dakota. En Chicago trabajó como conductor de tranvías de tracción animal. En Minneápolis logró dar algunas conferencias sobre literatura francesa y escandinava. Se cuenta que fue despedido como conductor porque, embebido en la lectura de los clásicos griegos, atropelló a varias personas y hacía pasarse a los viajeros del lugar en el que debían apearse. Se trasladó a las solitarias costas de Terranova, y en ellas estuvo tres años dedicado a la pesca, en unión de ocho canadienses. En 1883 regresó a Noruega, cultivando el periodismo hasta 1886. Después viajó por Francia, Rusia y el Cáucaso.
Tan áspero, duro, aventurero y estremecedor aprendizaje de la vida le sirvió para escribir en 1890 una de sus obras maestras: Sult (Hambre), que significó su revelación como literato indiscutible.  El acento original de esta novela, llena de hondo y emocionante realismo, asombró al público y a la crítica por igual. Los países del Norte, de lengua sajona y eslava, se entusiasmaron con el arte y la personalidad de este poeta vagabundo. Poco después le llegaría el reconocimiento en los mundos francófono y latino. Su fama creció prodigiosamente, porque sus novelas, admirables todas, se fueron sucediendo sin cesar. De este modo, sus obras comenzaron a ser traducidas a todos los idiomas europeos, al chino, al japonés e incluso al persa. Concluyamos que aquellos primeros años de una escasez casi bíblica le trajeron después otros de abundancia fabulosa. En 1920 le fue concedido el premio Nobel de literatura. Con los réditos de su actividad literaria adquirió una granja en Grimstad, al sur de su Noruega natal, donde vivió feliz con su mujer e hijos, dedicado a escribir y a labrar la tierra.
Hambre es una novela que responde a la primera época del autor, caracterizada por una literatura ruda, violenta y audaz que respondía a la sensibilidad y al carácter del escritor, que había vivido, como queda dicho, con angustia e intranquilidad en medio de dificultades harto espinosas. Realista, lírico, elegíaco y vitalista, Hamsun nos muestra en sus libros, y muy especialmente en Hambre, la vida amarga, pero fecunda, y propugna el retorno a la Naturaleza como único medio para que el hombre pueda hallarse a sí mismo. Y si bien su novela maestra es, sin lugar a dudas, Markens Gröde (El cultivo del suelo), una obra monumental, descriptiva de los asentamientos en el lejano Norte, que le valió el codiciadísimo Nobel, la mejor manera de acercarse al autor es, en mi opinión, a través de Hambre, cuyo argumento me permito no reseñar porque considero que, tras lo explicado en este artículo, el lector saboreará mucho más y mejor los entresijos y profundidad de su trama.
Que la disfruten.