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jueves, 24 de octubre de 2013

REFLEXIONES EN EL DÍA MUNDIAL DE LAS BIBLIOTECAS



He tenido estos días la suerte de escuchar diversas opiniones sobre la utilidad y necesidad o no de las bibliotecas públicas, y creo que el tema merece unas cuantas reflexiones.
He oído que las bibliotecas públicas son necesarias. Estoy de acuerdo.  He oído que precisan dinero y apoyo del Estado. También lo estoy. Pero he oído muchas otras cosas que me desconciertan, principalmente referidas a los objetivos auténticos de una biblioteca pública o a eso que, dado en llamar "externalización" se quiere significar como "privatización" aunque no lo sea.
La primera conclusión a la que llega uno es que la gente no tiene claro el auténtico significado de la palabra "público" y ya eso es preocupante.  También compruebo, puedo estar equivocado, que se estigmatiza sistemáticamente lo privado como algo peligroso y contrario a la sociedad misma. Mala cosa en un mundo tan capitalista como el que nos gusta tanto a todos.
Empezando por el final, hemos de reconocer que hoy por hoy el Estado que nos protege o nos maltrata, según se levante el Sanedrín de nuestros ministros cada viernes, depende del dinero privado que le llega por transfusión directa e indirecta en forma de impuestos.  Los impuestos que pagan los que dependen de lo público, siendo similares no son los mismos porque cumplen un ciclo de retorno que no tiene el dinero devengado por la producción y venta de bienes a terceros (lo siento, pero yo lo veo así y me cuesta encontrar argumentos que me hagan verlo de otra forma, ¡ojalá!).  Dicho de otro modo: si absolutamente todo fuese público, ochenta años de comunismo nos han enseñado que el país se iría a la mierda y que las injusticias sociales serían absolutamente aberrantes y sin futuro de enmienda.  Lo que pasa es que como hemos sustituido aquellos grandes discursos por las actuales consignas ortopédicas a veces hablamos de las cosas sin pensar demasiado en ellas, aferrándonos más a nuestras ideas personales que al sentido práctico de las cosas.
¿Qué es lo público?  ¿Lo que pagamos todos con nuestros impuestos?  De acuerdo.  Establezcamos prioridades entonces pero no estigmaticemos lo privado, porque resulta que nada habría público sin los impuestos de lo privado.  Ya está bien de mezclar la innegable utilidad pública de determinados servicios imprescindibles en un Estado con la necesidad hipertrófica que sienten algunos que ni siquiera se paran a pensar cuánto cuesta en realidad lo que disfrutan y no pagan (el dinero que tenemos todos hoy en el bolsillo procede, lo siento, de los beneficios de empresas privadas que han producido riqueza material que se ha vendido fuera de nuestras fronteras. ¡Tachán! ¡Bienvenidos al mundo real!  No digo que sea bueno; mantengo que no hay alternativa conocida a eso desde la I Dinastía de Egipto). 
Entiendo y defiendo una sanidad y una enseñanza públicas y universales como las que nos legaron la II República y  el franquismo. Estoy radicalmente en contra de la presunta privatización que se pretende llevar a cabo en España: privatizar servicios pagando además a las empresas con dinero público.  Cuando se privatizaron el gas, la gasolina, la electricidad o la telefonía en España fue para recaudar y liberalizar (en teoría), pero no para sobrecargar las arcas públicas con gastos innecesarios.  Dicho esto, la palabra "externalización" es más ajustada a la realidad, según yo lo veo, que la palabra "privatización", y, sinceramente, me parece una chapuza y una mierda.
Pero yo no quiero hablar hoy de hospitales y de educación.  Insisto en opinar que son dos de las cosas más rentables que tenemos en este país (¿acaso no es rentable una ciudadanía que esté bien de salud o una población que tenga cierta cultura? Sólo así pueden crear bienes materiales que se vendan en el exterior por parte de empresas privadas cuyos impuestos repercutan de nuevo dentro del país).
Hablemos de libros.  ¿Por qué los gobiernos de los últimos 35 años se han empeñado sistemáticamente en que la gente no lea?  Pues porque no interesa.  ¿Cómo lo han hecho?  Disimulando, como siempre.  Ahora las bibliotecas tienen que ser espacios divertidos (los museos también, igual que las galletas Fontaneda o los cereales del pollo verde para que los niños desayunen antes de ir al cole -los que pueden- o la pasta que se cuece en menos minutos de lo normal), lugares atractivos con libros juguetones y cachondos y empleados resalaos que, amén de eficaces en lo suyo, nos cuenten chistes, nos organicen cosas culturales que no impliquen abrirle las tapas a un volumen y, si es posible, en el que podamos aparcar niños mientras leemos el Telva.  Los museos, cuantas menos piezas tengan y más paneles explicativos con dibujos guays mejor y, si es posible, justificando el coste con la firma de un arquitecto de renombre chachi piruli.  Lo siento: No. A una biblioteca se va a leer.
A leer en un ambiente sosegado y tranquilo.  A leer lo que uno no se puede permitir porque está fuera de su alcance económico o no encuentra con facilidad.  Y a estudiar, sí, cuando en casa es imposible por los mil y un motivos que hacen que muchos jóvenes no puedan a veces concentrarse en sus hogares.  A aprender, también, pero con un libro delante bien abierto.  ¿A leer la prensa? ¿A leer el Hola?  Bueno, vale, eso depende del criterio del gestor y de la imagen que quiera dar o de la demanda del público.  Ahí nada que objetar.  Cantidad y calidad no son cosas que a mí me preocupen porque no es asunto mío sino problema del público y sus aspiraciones.  Lo importante es que tenga oferta y criterio para gestionarla.
Ahora bien, ¿qué es una biblioteca pública?  La que está pagada con los impuestos de todos no. La Biblioteca es pública desde el momento en que nace como biblioteca.  Yo consumí en Torrevieja una biblioteca que era pública pero que pertenecía a una entidad bancaria.  No era un club.  No te pedían carnet de socio o ser cliente de la Caja para poder entrar.
Obligación de todo Estado es facilitar el máximo acceso a la cultura de sus ciudadanos.  Obligación de los ciudadanos es aprovechar adecuadamente lo que el Estado, con el dinero de todos y, en última instancia, con los impuestos procedentes de lo privado, se paga.  Repito: toda biblioteca es pública, excepto cuando tiene el cartel de "privada" porque está en la casa de un particular o en un lugar de acceso restringido, como el Vaticano.
¿Recuerdan los videoclubes?  Eran rentables.  Al principio muy pero que muy rentables.  ¿Qué ocurriría si una empresa de telefonía o unos grandes almacenes decidiesen inaugurar un libroclub al lado de su casa y le exigiesen ser cliente de su producto para poder entrar?  Absolutamente nada malo.  Supongamos que una famosa librería te deja leer los tres primeros capítulos de las novedades editoriales, supongamos que hay una biblioteca con miles de libros pero que todas las tapas, en lugar de ser las originales, tienen como portada el anuncio de un conocido refresco. ¿Y si nos cobran una pequeña cantidad por cada día que dispongamos del libro?  Eso sería una biblioteca privada. Buscaría -y seguramente encontraría- el modo de sacar rédito a la inversión, lo cual, por cierto, es legítimo y no pecaminoso ni mucho menos sucio y vergonzante, como nos venden algunos progres vestidos de parias que luego se desdicen por sus realidades.
En cuanto a las bibliotecas externalizadas, en principio demuestran que con el mismo presupuesto se puede gestionar más adecuadamente un espacio público (en principio, no en final porque es contradictorio y perverso, obviamente), porque pueden llegar a la conclusión de que se puede ahorrar en sueldos de personal, como los chiringuitos de la playa en verano que contratan menos camareros de los que necesitan y no se quedan sin clientes; pero también pueden ahorrar negociando con las editoriales los precios o donaciones de libros u organizando actos o eventos que les produzcan ganancias indirectas, ¡cómo no!, todo es echarle imaginación (si sabremos los autores independientes y asubvencionados lo que es echarle imaginación a las cosas y depender del público, de la demanda y de la perseverancia y el esfuerzo...).
Lo que quiero decir es que reivindico la biblioteca pública, subvencionada, patrocinada o privada (todas me valen con tal de que existan y no nos engañen con terminologías perversas y malinterpretadas, con consignas y con chorradas, como creo que ya he dejado claro); que la biblioteca pública (¿acaso deberíamos llamarla "social" en adelante?) me parece una de las patas más fundamentales de la libertad del individuo (paso de llamarlo "democracia", lo siento) y que también reivindico al usuario comprometido, consciente y cívico que sabe lo que es, lo que debe ser y lo que nunca debería ser una biblioteca siempre pública.
Termino: lo público-público, lo público de verdad de la buena, ha de estar siempre para cubrir el espacio no comercial de nuestras necesidades y derechos fundamentales, ya sean éstos una novela de 30 euros, la Santa Misa, los conciertos de música clásica del Teatro Real, el tratamiento de un cáncer o una enfermedad rara o estudiar los que no valgan para aprender un oficio.
¡Vivan los libros al alcance de todos, los pague quien los pague!

lunes, 21 de octubre de 2013

¡AYUDEMOS AL PEQUEÑO JUAN JIMÉNEZ!

El hombre, si no es la medida de todas las cosas, es al menos una maqueta bienintencionada del Universo.  ¿Pero qué es un niño? Un niño es un hombre en proyecto que pasa su infancia perdido entre el bosque de los adultos.  La niñez está perpetuamente amenazada, destinada a desaparecer para siempre en un horizonte poblado, adulto y oscuro.  Un adulto no es siempre padre, pero un niño siempre es un hijo.
El hijo es un relámpago de futuro que nos deslumbra un momento; el hijo es el padre que le regalamos a nuestros nietos. El hijo del prójimo también es nuestro hijo, porque en él nos perpetuamos todos los demás.
Juanito es un niño enfermo, muy enfermo, demasiado enfermo para su edad. Juanito padece el Síndrome de Schimke, un trastorno genético que afecta a su crecimiento y compromete todos los órganos de su pequeño cuerpo.  Juanito ha sufrido en diez años de existencia más que muchas personas juntas en toda su vida. Juanito es un caso único en toda Europa y sólo hay otro niño con su misma enfermedad en todo el mundo.
Nuestra sociedad, siempre fundada sobre el equivoco, el engaño, el malentendido y la falsedad, ha dejado a Juanito desamparado.   Sus padres están en el paro, no cobran subsidio y dedican las 24 horas del día a cuidar del hijo enfermo y de sus tres hermanos.  Con una ayuda familiar de 420 euros al mes, Fulgencio, el padre de Juanito, tiene que apartar un mínimo de 200 euros mensuales para comprar los medicamentos que el médico prescribe y cuya gratuidad el Estado le niega (estamos hablando de decenas de pastillas diarias para que el equilibrio vital de un niño no colapse).
La Historia camina a golpes, a traspiés, a latigazos de sangre y a gritos de odio y frustración.  La Historia es un desastre.  Ante un caso tan singular que se fundamenta en el abandono y el desamparo estatal, uno se echa las manos a la cabeza y llega a la cima del horror, del espanto y de la perplejidad.

¿Cómo es posible...?

La vida se sacraliza en los niños.  La vida es sacrílega cuando profana a un niño, cuando atenta contra él.  La vida es suicida y necia cuando se encarniza contra el niño.  Un niño enfermo es una blasfemia de la propia vida.  Por el mal de los niños descubrimos que la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.  Descubrimos lo que la vida tiene de alimaña ciega, de cebarse en sí misma.  Atentar contra la vida de un niño -y negarle amparo y recursos lo es- es una destrucción de la única sacralidad de la existencia.  Produce espanto, insisto, ver cómo esos políticos que se manifestaron por el maldito "derecho a la vida" para negar legítimamente el aborto, después del parto se desentienden con pasmosa indiferencia del ya nacido, negándole la vida que tanto reivindicaron para él.
La biología puede ser blasfema a veces, pero el Estado lo es casi por costumbre.  Un niño enfermo y desamparado es la visualización del suicidio incesante de nuestra especie; es, más que un crimen (que también), una profanación que abole toda posibilidad de ascensión del hombre a sí mismo.
Este artículo pretende reivindicar el derecho a la vida, a la dignidad y a la infancia.  Busca sacar afuera trozos de nuestras ruinas sociales, pasear en la mano un feldespato del subconsciente colectivo y, con algunos trozos de madera verbal, protestar airadamente por esta injusticia atroz y lacerante que se está cometiendo contra todos nosotros.

Este artículo es, en fin, para pedir ayuda.

El ser humano ha erigido su propia historia con escaleras de peldaños humanos.  Estudiar historia es analizar crímenes.  Todos nosotros pisamos sobre baldoses de inmensas extensiones de sufrientes.  La Historia está escrita sobre los lomos de los más desamparados. Y es que la Historia la redactan los privilegiados sobre la piel del pueblo, un pueblo al que siempre quieren reducir al sueño.
Los políticos se pasan la vida disfrazándose para sus carnavales de sangre y cantando en medio de las comparsas del miedo.  La demagogia de los políticos no conoce los límites de la indecencia.  El mundo reposa en la explotación y se desplaza por el conflicto. El mundo se olvida de sus pobladores. El mundo abandona a sus hijos.
España no piensa en Juanito. Incluso la tan cacareada Ley de la Dependencia ha dado la espalda a su familia.
Y a estas alturas no hay político que se conmueva, ministerio que aborde el problema, ni juez que decida tomar cartas en el asunto y se anime a encausar a los responsables de esta situación lamentable por real y vergonzosa por indecente (y es que la Ley que a diario se conculca protege a los niños, especialmente a Juanito). Se le cae a uno la cara de vergüenza por ser español.
Pero aun estando así las cosas, Juanito sonríe, sus padres sonríen y los amigos sonreímos.  Si la Vida ha decidido ser un problema para la familia de Juan Jiménez, no somos pocos los que estamos decididos a convertirnos en un problema para la Vida.  La fragilidad del cuerpo de Juanito nos ha hecho fuertes y estamos resueltos a luchar por ese lujo necesario que es la protección de la infancia, que es la infancia de todos y también la de nuestro hijo común: Juanito.

Por favor, os ruego solidaridad y ayuda.  Muchas gracias.

Podéis contribuir con donativos al número de cuenta:
2100-2311-22-0100819894
Si lo hacéis desde fuera de España, el número de cuenta sería el siguiente:
IBAN: ES66 2100 2311 2201 0081 9894

CÓDIGO SWIFT:CAIXESBBXXX

cuenta bancaria a nombre de JUAN JIMÉNEZ.

También podéis ayudar a Juanito adquiriendo mi novela EL CARBAYÓN. Los royalties irán directamente a la familia. Pinchad AQUÍ si estáis fuera de la zona Euro y AQUÍ si estáis dentro. o AQUÍ si lo queréis en FORMATO EBOOK Muchas gracias.
Recogida de firmas de apoyo en este ENLACE
Y si queréis conocer a Juanito, mirad este vídeo:


(Agradezco a Fulgencio Jiménez, padre del niño, por cederme el uso de las fotos que ilustran este artículo)

jueves, 17 de octubre de 2013

PATRIA Y CULTURA

Hubo una época -yo soy de Historia, perdonadme- en la que a los enemigos se los mataba.  Ahora se les da un sueldo fijo y se les manda a Bruselas.
Y es que hemos llegado a un punto en el que nuestros políticos viven para ellos y no se dan cuenta de que los elegimos nosotros.  Hemos aprendido muy pronto el "tengo derecho", pero no hemos asimilado el "tengo obligaciones".  Somos un país sin civismo, y eso no funciona.
Confieso que en mi edad prematura fui de los que objetaron conciencia para evitar el servicio militar porque lo consideraba discriminatorio (nunca fui pacifista y siempre creí que el ejército PROFESIONAL era necesario e imprescindible).  Me arriesgué a acabar en el trullo porque mi objeción llegó al término de INSUMISIÓN.  Luego llegó Federico Trillo y lo arregló todo profesionalizando el tema (muy a gusto hubiese ido a la trena por mis principios, no obstante, aunque ahora no sean los mismos).  Pero ¡ojo!  No se me confunda.  Uno va cumpliendo años y opina que, si no el servicio militar, sí al menos el servicio social debería ser obligatorio para los ciudadanos de ambos sexos, siquiera por enseñarle al personal que esto que tenemos no sale gratis y que no vale todo.
Debajo de una educación puede haber lo que sea, que si te pillan a contrapié entre las sábanas igual hasta acabas ejerciendo de periodista para un canal de Berlusconi.
A uno le tiemblan las carnes cuando mira el panorama.
Hemos cogido la escuela de valores, la hemos metido en una cartelera y ha salido primero el reloj caro, luego el chalé y después las vacaciones, quedando en último lugar la palabra dada, la honradez y la ética, así como el valor del trabajo de cada uno.
Hemos padecido unos años muy peligrosos en los que todo valía para ir a la universidad... ¡porque había que ir! ¡Error!  O remediamos eso o vamos directos al desastre. Hacen falta cocineros, sastres, actores, escritores, pensadores, carpinteros, electricistas y fontaneros, amén de otras profesiones.  Que no nos engañen con esas y otras milongas. La Universidad no es un fin; ni siquiera un objetivo.
Todo esto ha pasado porque tenemos una clase política que no ha sabido tomar decisiones duras y firmes por tener al electorado contento siempre, y eso no se puede hacer. 
A los que vivimos de nuestras ocurrencias nos vienen con el 21% de IVA y se nos critica en todas partes si protestamos y nos vienen con que es peor la piratería. Pero ¿acaso la gente no entiende que una obra de teatro no se puede descargar por internet?  Libros, teatros y cines condenados, mientras el fútbol -eso nadie se lo pregunta- permanece protegido y tan tranquilo. Panem et circenses, queridos míos.
En el momento en el que el artista no tiene derecho a opinar y se le cataloga por hacerlo, en el instante en el que se le señala por el partido al que vota, estamos haciendo que la cultura tenga derivas muy peligrosas y fluctuantes que a nadie convienen.  Y es que una cosa es el artista que crea y otra el ciudadano que hay detrás. El arte no es de izquierdas ni de derechas.  Un señor puede ser un magnífico pintor y ser de derechas; otro puede cantar de maravilla y votar a Izquierda Unida. Un tercero puede ser un gran escritor y no votar a nadie o ser un nostálgico del franquismo.
Desde el poder territorial se ha promocionado cualquier forma de literatura con tal de que el autor escribiera en un idioma distinto del castellano.  Otrosí se han estado publicando auténticas porquerías con sellos infames que luego van de dignos porque convocan premios en los que nadie cree.  ¿Cómo puede escribir unas memorias un pollo de veinte años?  Bueno, pues tal se ha consentido y publicado por parte del padre  bastardo de las letras hispánicas, el heredero del emporio que se erige como adalid de la cultura literaria a golpe de talonario y que sólo da de comer y premia a sus asalariados de siempre, ¡quién lo fuera!
Y, mientras tanto, ¿cómo se puede promocionar un libro de cocina por parte de una señora que no ha cocinado en su vida?  Pues se puede: tan sencillo como haberse acostado previamente con el ex amante de la novia de un torero.
Realmente uno cree que la cultura es algo más que esas porquerías, que esa basura.
Otro ejemplo: somos un país en el que se pasa de la televisión al cine sin pisar antes un teatro, ¿qué queremos lograr con eso?  Cualquier actor estadounidense muere por hacer una función de teatro porque sabe que es lo máximo, como en Francia o en Inglaterra, pero aquí metemos a presión a actores televisivos que no saben hablar en público, que no saben declamar, ¡coño! ¡que no saben ni hablar!... y a eso lo llamamos "teatro" porque las salas se llenan de fans histéricas que van a poder ver de cerca a su mediocre ídolo.
Claro.  De este y otros modos, lo que es válido para una cultura y un idioma, si lo cierras corto, acaba siendo una momia y un nombre.
La sociedad de la mediocridad en que estamos inmersos así lo quiere para que la gente no se haga preguntas.  Vivimos en un país en el que a los políticos y periodistas les encanta clasificar a los demás y meternos a todos en un cajoncito de colores.  Un artista, sin embargo, es lo menos clasificable que puede existir.
El problema de concepto de cualquier mediocre surge de los títulos universitarios.  El problema aparece cuando el artista se aburguesa y dice lo que quiere querer pensar imaginando una subvención pública en prontopago por los servicios prestados al partido de turno.
El artista mediocre que así actúa (¡je, actúa!) encima se cree  que está en la cresta de la ola.  La cultura no nos la da el título de la universidad, no nos la da la familia en la que nacemos ni el partido político ante el que nos ponemos a cuatro patas.  La cultura nos la da nuestro aprendizaje: que hablemos, que vivamos, que viajemos y no nos encerremos en nuestros mundos privados.
Todo este mundo ha redundado en una sociedad en la que a las bibliotecas se les quita el polvo sin leerlas.  Estamos igual que en la Edad Media: que sólo leían los monjes.
Y para más inri están ahí los sempiternos políticos dando el coñazo y llevándoselo crudo.
Señores, señoras: por mucho que se suban en un castellet, no son ustedes más que globos, y los globos explotan.  Un niño con un globo en la aldea o un niño en la aldea global: elijan ustedes, que ya saben a lo que me refiero.  Pero ya han elegido.  Todo lo que aprendes es siempre válido cuando lo pones entre paréntesis.
Y es que la cultura no tiene corsés.
El mundo ya no tiene una filosofía que marque su propia historia. El fútbol puede haber reemplazado a las religiones, pero eso es porque las religiones no han cumplido sus objetivos.  El hecho de que existan ONG's significa que las religiones no han alcanzado sus cometidos.
Han salido pequeños diosecillos a nivel territorial, autonómico o futbolístico; vicedioses que vienen a reemplazar unos valores olvidados que nos les interesan a sus adictos más allá de la propia identificación con una idea no propia pero sí común.
Y mientras tanto a los niños se les inculcan ideologías que avergonzarían al más cándido y se les graba con una cámara para mayor gloria de sus imbéciles padres.
El rico, señores, señoras, no lee porque no le interesa; por eso y porque todo lo que tiene lo tiene subvencionado por todos nosotros.  La clase baja no va a poder consumir cultura porque somos unos genuflexos del poder que estamos pagando a plazos la guillotina con la que nos van a cortar las cabezas de pensar.
Y, mientras tanto, nos mandarán policias a las manifas a los que le diremos a la cara: "yo le pago a usted para que me proteja, no para que les proteja a ellos". Pero dará igual porque será demasiado tarde.
Pues eso. Piensen un poco, por Dios, mientras yo me replanteo el haberme declarado objetor de conciencia y pido disculpas por ello. No era por no jurar la bandera, sino porque en el cuartel no había mujeres. Así de simple fue/fui.

lunes, 14 de octubre de 2013

LA ALHAMBRA DE SALOMÓN, de JOSÉ LUIS SERRANO

No soy yo muy dado a comentar libros de autores contemporáneos, y menos aun si los he conocido en persona. El caso es que el lunes pasado en la Semana de la Novela Histórica, el profesor José Luis Serrano nos presentó LA ALHAMBRA DE SALOMÓN y, a pesar de que he llevado unos días agotadores, la he devorado con sumo placer y tenía la necesidad de contarlo aquí.

La valentía de abordar un tema tan complejo como es la etapa medieval en España, mayor aún si hablamos de Al-Ándalus, hace doblemente meritorio lo que ha hecho Serrano en este proyecto. En cuanto a la documentación, me gusta mucho cómo la ha gestionado para que la obra no resultase tediosa en sus detalles ni farragosa en algunos aspectos (intuyo un gran esfuerzo por su parte en algunos párrafos descriptivos). La Alhambra como hilo conductor de la historia de los personajes es una opción altamente arriesgada y sugestiva. La propuesta de que su erección estuviese en origen fundamentada sobre las intenciones de un judío de refundar una nueva Israel son altamente osadas, pero no deja de ser una propuesta inteligente por las connotaciones sociales, jerárquicas, políticas y religiosas que lleva implícitas. El argumento está muy bien razonado y entra dentro de la "ficción histórica" que todo autor debe desarrollar en el interior de una "novela histórica", esto es, desarrollar dentro del plano real (la biografía de Samuel Nagrela), otro verosímil y un tercer hilo que, pudiendo ser ficticio, no es descabellado y sí interesante y evocador: todo lo relacionado con Ilbia.
La verosimilitud de los personajes femeninos, principalmente Ilbia, me ha parecido magnífica en primer lugar como reivindicación del papel de la mujer en el medievo que, lejos de ser secundario, fue muy importante (al contrario que en la época clásica,donde sí que estuvo absolutamente relegada)incluso dentro del Islam (otra cosa es que no haya estado suficientemente reconocido en las fuentes que nos han llegado).
Por la página 391 merece el autor una vuelta al ruedo. Muy inteligente y sorpresiva la jugada. Y no digo más...
La novela olía bien, pero sabe mejor que huele y, desde luego, a mí me ha dejado con hambre de más.
La Alhambra de Salomón me ha recordado con sumo placer al Sinué el Egipcio de Waltari, más que nada por lo bien que fluye la narración y lo grata que es su lectura. Todo un lujo. La recomiendo vehementemente.

¡Enhorabuena y muchísimas gracias por regalarnos un texto tan delicioso!


miércoles, 9 de octubre de 2013

CUATRO AÑOS DE BLANCA MIOSI

Por estas fechas hará como cuatro años que conocí a Blanca en una de esas bitácoras de este infame mundo virtual llamado Internet. No sabía nada de ella y ella nada sabía de mí, pero imagino que algo nos atrajo mutuamente porque desde entonces hemos cultivado una relación más que cordial en la que afortunadamente no han faltado los malentendidos, disensiones, apoyos abiertos, defensas ocasionales contra terceros, ayuda mutua y un permanente contacto solidario que nos hace saber a estas alturas que ambos podemos contar siempre con el otro.
Hasta cierto punto podría decir que me siento vinculado a Blanca porque los dos compartimos tres virtudes que son, a la vez, nuestros mayores defectos: una capacidad de trabajo desmedida, una gestión directa de nuestra marca comercial y una apuesta porque esa marca seamos nosotros mismos y no nuestras obras.
Curiosamente, nuestras vidas han ido paralelas en el último lustro, pues ambos hemos vivido (cada uno a su manera) unos años intensos, llenos de momentos brillantes y también tristes, con inquietudes positivas y decepciones enormes.  Los dos sabemos lo que es ser rechazado por una editorial o, lo que es peor, que la labor de un editor llegue a decepcionarnos porque no cumple nuestras expectativas.  Los dos hemos apostado por volcar nuestros esfuerzos en aprovechar las herramientas que las nuevas tecnologías han puesto a nuestro alcance para editar, maquetar y publicar nuestros trabajos y lanzarlos a nivel mundial en formato digital así como en papel asumiendo directamente todos los riesgos que ello conlleva.  Los dos hemos rechazado ofertas leoninas. Los dos hemos conocido la tragedia personal y la hemos sufrido en privado. Los dos hemos disfrutado de las consecuencias positivas de nuestro esfuerzo, así como de las negativas, que no han sido pocas.
El mundo de los autores independientes es idéntico al que conocemos de los autores tradicionales: está lleno de trampas, detractores, falsos amigos, puñaladas, amistades que se desvanecen con la misma pasmosa facilidad con que se forjaron, sorpresas agradables a fin de mes, sorpresas desagradables a lo largo del mismo, nervios, presiones varias, incertidumbre, negligencias, críticas demoledoras, falsas adulaciones, amor, desamor... ¡todo!
Ya escribí hace meses un artículo en el que vertía mi opinión sobre Blanca Miosi como autora, así que no voy a ser redundante, pues nada ha cambiado y ya está dicho todo.  La finalidad de esta entrada es hacer balance de las aventuras de ambos.  Como sobre mí tampoco voy a hablar porque esta todo dicho en tiempo real en mi web personal y además sería una falta de tacto, me voy a centrar en admirar los logros de esta peruana afincada en Caracas que nos sorprende cada día con sus ocurrencias, proyectos e innegables éxitos.
Y es que el balance no puede ser más sorprendente en su caso.  Resulta que la modesta autora que fue publicada por la editorial Viceversa en 2009 (El Legado), viendo que el mundillo editorial era duro, incierto y que se avecinaba una crisis salvaje, apostó por recuperar los derechos de su obra y hacer lo que la editorial española apenas hizo: promocionarla.  Y la promoción, queridos amigos, la hacemos los autores independientes con un teclado, una pantalla y mucha imaginación, quizás más de la que gastamos para escribir nuestras novelas.
Así tenemos que la señora Miosi se embarca en gestionar directamente su obra y toma las riendas de su carrera profesional. Repito: ¡todo ella sola! ¡todo desde su casa en la capital de Venezuela! ¡todo "a pelo"! Aparece entonces una versión de El Legado mucho más estética, nos asombra a todos con La Búsqueda, que batió y sigue batiendo todos los récords imaginables de ventas. Le siguen Dimitri Galunov, El cóndor de la pluma dorada, La última portada y El piso de la calle Ryden.  Un goteo incesante de obras que van apareciendo y cosechando reconocimientos por doquier y que han despertado todo tipo de reacciones.
Ediciones B se interesó en su momento por lo que se dio en llamar "Autores Indies" y compró los derechos de varias obras de distintos autores que estaban funcionando bien en la todopoderosa Amazon. Así, además de La última portada, Blanca vio publicado El Manuscrito I: El secreto en una edición muy original que de nuevo catapultó a la autora dentro del escalafonario de los escritores independientes.
Y pasaron los meses y surgieron proyectos más o menos afortunados que se truncaron a medio camino o que prosperaron... y la fama de Blanca no dejó de crecer.  Y como es lógico comenzaron a surgir en torno a su persona (o personaje, porque en el fondo yo creo que la imagen que damos los autores no se corresponde al 100% con el trabajador que, encerrado en su casa, se pasa las horas y los días inmerso en sus literaturas) todo tipo de admiradores y detractores.
Hay quien dice que Blanca escribe muy bien.  Tampoco falta quien afirma que en realidad escribe muy mal. Yo no voy a entrar en eso porque ya dije lo que pensaba al respecto. Hay quien cree que los comentarios que los autores recibimos en las distintas plataformas proceden de amigos y familiares que nos regalan ciertos favores para que podamos "hacer palanca" en el mercado.  Yo afirmo que eso es incierto (y me pongo a mí mismo como ejemplo: mis novelas apenas están comentadas y sin embargo funcionan bien). Nadie encontrará un comentario mío en Amazon sobre ninguna obra de Blanca Miosi o de cualquier otro autor.  Me niego. Todo es mucho más simple que eso.  Las novelas de Blanca tienen cientos de comentarios en Amazon de todos los colores, pero la mayoría más que positivos: es imposible que procedan de amigos solamente.  Yo no estoy en condiciones de afirmar que Miosi sea una buena escritora. En primer lugar porque soy su amigo; en segundo lugar, resulta que no me he leído todas sus obras; y por último, no soy quién para juzgar a alguien que está en el mismo barco que yo. Lo que sí sé es que si fuese mala en lo que hace habría decenas de miles de lectores poco exigentes que han estado consumiendo sus productos sin rechistar.  Yo creo que los lectores no son tontos, aunque los autores o los críticos sí lo seamos a veces.  Otrosí añado que nunca me cansaré de recomendar El Legado y La Búsqueda, novelas que me encantaron cuando las leí y que recomiendo vehementemente.  Pero quien quiera hacerse una idea sobre la calidad de su mercancía, que lea los comentarios de otros lectores, que se pregunte por qué la mayoría de sus obras ocupan desde hace meses los primeros puestos de ventas en sus categorías o que inquiera el motivo por el cual algunas de sus novelas están siendo traducidas al inglés, al francés o al turco. Hay cosas que no suceden porque sí.
Hay quien acusa a Miosi de ser muy egocéntrica porque "sólo habla de sí misma en las redes sociales". ¿Es vanidosa Blanca Miosi?  Yo a esta cuestión respondería con dos preguntas. La primeras sería: ¿conoce alguien a algún artista que no tenga cierto toque de vanidad?  Y en segundo lugar, ¿se ha fijado alguien en que Blanca no sólo utiliza las redes sociales para promocionarse a sí misma -igual que la Coca Cola usa la televisión para hablar de su refresco y no del de la competencia- sino también para promocionar a terceros?
Los autores independientes no tenemos detrás publicistas, editoriales volcadas en una promoción internacional de nuestro trabajo ni necesariamente agentes que vayan por las ferias y editoriales cantando nuestras alabanzas. ¿Es malo hacerse uno su propia publicidad? ¿Es un acto de soberbia intentar que se nos conozca contando la verdad y toda la verdad de nuestra evolución como autores?  Pues eso.
Dicho esto, y ya concluyo, Blanca va a despedir el año, como dije antes, con algunas de sus obras traducidas a otros idiomas y regalándonos dos creaciones nuevas: El Talismán, un relato largo que nos habla de la búsqueda de la felicidad y la esperadísima El Manuscrito II: El Coleccionista, de aparición inminente.
Es por todo lo expuesto hasta aquí que no podía resistirme a la tentación de hacer público mi reconocimiento a esta autora, novelista (y sin embargo amiga) admitiendo que muy a menudo hago propios sus éxitos, así como sus alegrías o disgustos.
Y es que sólo los que le dedicamos todas las horas de nuestros días a escribir, promocionar y luchar por nuestros sueños sabemos lo difícil que es hacerlo bien, la imposibilidad de agradar a todo el mundo y lo extraordinariamente complicado que resulta abrirse paso en un mundo tan competitivo y lleno de obstáculos como el que hemos escogido con un teclado y nuestra imaginación como únicas armas.
Vaya, pues, mi pública enhorabuena a Blanca Miosi, a la que auguro una proyección y éxito que ni ella misma imagina, porque lo mejor siempre está por venir.
Y este ha sido mi balance de los últimos cuatro años.