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lunes, 21 de octubre de 2013

¡AYUDEMOS AL PEQUEÑO JUAN JIMÉNEZ!

El hombre, si no es la medida de todas las cosas, es al menos una maqueta bienintencionada del Universo.  ¿Pero qué es un niño? Un niño es un hombre en proyecto que pasa su infancia perdido entre el bosque de los adultos.  La niñez está perpetuamente amenazada, destinada a desaparecer para siempre en un horizonte poblado, adulto y oscuro.  Un adulto no es siempre padre, pero un niño siempre es un hijo.
El hijo es un relámpago de futuro que nos deslumbra un momento; el hijo es el padre que le regalamos a nuestros nietos. El hijo del prójimo también es nuestro hijo, porque en él nos perpetuamos todos los demás.
Juanito es un niño enfermo, muy enfermo, demasiado enfermo para su edad. Juanito padece el Síndrome de Schimke, un trastorno genético que afecta a su crecimiento y compromete todos los órganos de su pequeño cuerpo.  Juanito ha sufrido en diez años de existencia más que muchas personas juntas en toda su vida. Juanito es un caso único en toda Europa y sólo hay otro niño con su misma enfermedad en todo el mundo.
Nuestra sociedad, siempre fundada sobre el equivoco, el engaño, el malentendido y la falsedad, ha dejado a Juanito desamparado.   Sus padres están en el paro, no cobran subsidio y dedican las 24 horas del día a cuidar del hijo enfermo y de sus tres hermanos.  Con una ayuda familiar de 420 euros al mes, Fulgencio, el padre de Juanito, tiene que apartar un mínimo de 200 euros mensuales para comprar los medicamentos que el médico prescribe y cuya gratuidad el Estado le niega (estamos hablando de decenas de pastillas diarias para que el equilibrio vital de un niño no colapse).
La Historia camina a golpes, a traspiés, a latigazos de sangre y a gritos de odio y frustración.  La Historia es un desastre.  Ante un caso tan singular que se fundamenta en el abandono y el desamparo estatal, uno se echa las manos a la cabeza y llega a la cima del horror, del espanto y de la perplejidad.

¿Cómo es posible...?

La vida se sacraliza en los niños.  La vida es sacrílega cuando profana a un niño, cuando atenta contra él.  La vida es suicida y necia cuando se encarniza contra el niño.  Un niño enfermo es una blasfemia de la propia vida.  Por el mal de los niños descubrimos que la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.  Descubrimos lo que la vida tiene de alimaña ciega, de cebarse en sí misma.  Atentar contra la vida de un niño -y negarle amparo y recursos lo es- es una destrucción de la única sacralidad de la existencia.  Produce espanto, insisto, ver cómo esos políticos que se manifestaron por el maldito "derecho a la vida" para negar legítimamente el aborto, después del parto se desentienden con pasmosa indiferencia del ya nacido, negándole la vida que tanto reivindicaron para él.
La biología puede ser blasfema a veces, pero el Estado lo es casi por costumbre.  Un niño enfermo y desamparado es la visualización del suicidio incesante de nuestra especie; es, más que un crimen (que también), una profanación que abole toda posibilidad de ascensión del hombre a sí mismo.
Este artículo pretende reivindicar el derecho a la vida, a la dignidad y a la infancia.  Busca sacar afuera trozos de nuestras ruinas sociales, pasear en la mano un feldespato del subconsciente colectivo y, con algunos trozos de madera verbal, protestar airadamente por esta injusticia atroz y lacerante que se está cometiendo contra todos nosotros.

Este artículo es, en fin, para pedir ayuda.

El ser humano ha erigido su propia historia con escaleras de peldaños humanos.  Estudiar historia es analizar crímenes.  Todos nosotros pisamos sobre baldoses de inmensas extensiones de sufrientes.  La Historia está escrita sobre los lomos de los más desamparados. Y es que la Historia la redactan los privilegiados sobre la piel del pueblo, un pueblo al que siempre quieren reducir al sueño.
Los políticos se pasan la vida disfrazándose para sus carnavales de sangre y cantando en medio de las comparsas del miedo.  La demagogia de los políticos no conoce los límites de la indecencia.  El mundo reposa en la explotación y se desplaza por el conflicto. El mundo se olvida de sus pobladores. El mundo abandona a sus hijos.
España no piensa en Juanito. Incluso la tan cacareada Ley de la Dependencia ha dado la espalda a su familia.
Y a estas alturas no hay político que se conmueva, ministerio que aborde el problema, ni juez que decida tomar cartas en el asunto y se anime a encausar a los responsables de esta situación lamentable por real y vergonzosa por indecente (y es que la Ley que a diario se conculca protege a los niños, especialmente a Juanito). Se le cae a uno la cara de vergüenza por ser español.
Pero aun estando así las cosas, Juanito sonríe, sus padres sonríen y los amigos sonreímos.  Si la Vida ha decidido ser un problema para la familia de Juan Jiménez, no somos pocos los que estamos decididos a convertirnos en un problema para la Vida.  La fragilidad del cuerpo de Juanito nos ha hecho fuertes y estamos resueltos a luchar por ese lujo necesario que es la protección de la infancia, que es la infancia de todos y también la de nuestro hijo común: Juanito.

Por favor, os ruego solidaridad y ayuda.  Muchas gracias.

Podéis contribuir con donativos al número de cuenta:
2100-2311-22-0100819894
Si lo hacéis desde fuera de España, el número de cuenta sería el siguiente:
IBAN: ES66 2100 2311 2201 0081 9894

CÓDIGO SWIFT:CAIXESBBXXX

cuenta bancaria a nombre de JUAN JIMÉNEZ.

También podéis ayudar a Juanito adquiriendo mi novela EL CARBAYÓN. Los royalties irán directamente a la familia. Pinchad AQUÍ si estáis fuera de la zona Euro y AQUÍ si estáis dentro. o AQUÍ si lo queréis en FORMATO EBOOK Muchas gracias.
Recogida de firmas de apoyo en este ENLACE
Y si queréis conocer a Juanito, mirad este vídeo:


(Agradezco a Fulgencio Jiménez, padre del niño, por cederme el uso de las fotos que ilustran este artículo)