VISITAS HASTA HOY:

jueves, 17 de octubre de 2013

PATRIA Y CULTURA

Hubo una época -yo soy de Historia, perdonadme- en la que a los enemigos se los mataba.  Ahora se les da un sueldo fijo y se les manda a Bruselas.
Y es que hemos llegado a un punto en el que nuestros políticos viven para ellos y no se dan cuenta de que los elegimos nosotros.  Hemos aprendido muy pronto el "tengo derecho", pero no hemos asimilado el "tengo obligaciones".  Somos un país sin civismo, y eso no funciona.
Confieso que en mi edad prematura fui de los que objetaron conciencia para evitar el servicio militar porque lo consideraba discriminatorio (nunca fui pacifista y siempre creí que el ejército PROFESIONAL era necesario e imprescindible).  Me arriesgué a acabar en el trullo porque mi objeción llegó al término de INSUMISIÓN.  Luego llegó Federico Trillo y lo arregló todo profesionalizando el tema (muy a gusto hubiese ido a la trena por mis principios, no obstante, aunque ahora no sean los mismos).  Pero ¡ojo!  No se me confunda.  Uno va cumpliendo años y opina que, si no el servicio militar, sí al menos el servicio social debería ser obligatorio para los ciudadanos de ambos sexos, siquiera por enseñarle al personal que esto que tenemos no sale gratis y que no vale todo.
Debajo de una educación puede haber lo que sea, que si te pillan a contrapié entre las sábanas igual hasta acabas ejerciendo de periodista para un canal de Berlusconi.
A uno le tiemblan las carnes cuando mira el panorama.
Hemos cogido la escuela de valores, la hemos metido en una cartelera y ha salido primero el reloj caro, luego el chalé y después las vacaciones, quedando en último lugar la palabra dada, la honradez y la ética, así como el valor del trabajo de cada uno.
Hemos padecido unos años muy peligrosos en los que todo valía para ir a la universidad... ¡porque había que ir! ¡Error!  O remediamos eso o vamos directos al desastre. Hacen falta cocineros, sastres, actores, escritores, pensadores, carpinteros, electricistas y fontaneros, amén de otras profesiones.  Que no nos engañen con esas y otras milongas. La Universidad no es un fin; ni siquiera un objetivo.
Todo esto ha pasado porque tenemos una clase política que no ha sabido tomar decisiones duras y firmes por tener al electorado contento siempre, y eso no se puede hacer. 
A los que vivimos de nuestras ocurrencias nos vienen con el 21% de IVA y se nos critica en todas partes si protestamos y nos vienen con que es peor la piratería. Pero ¿acaso la gente no entiende que una obra de teatro no se puede descargar por internet?  Libros, teatros y cines condenados, mientras el fútbol -eso nadie se lo pregunta- permanece protegido y tan tranquilo. Panem et circenses, queridos míos.
En el momento en el que el artista no tiene derecho a opinar y se le cataloga por hacerlo, en el instante en el que se le señala por el partido al que vota, estamos haciendo que la cultura tenga derivas muy peligrosas y fluctuantes que a nadie convienen.  Y es que una cosa es el artista que crea y otra el ciudadano que hay detrás. El arte no es de izquierdas ni de derechas.  Un señor puede ser un magnífico pintor y ser de derechas; otro puede cantar de maravilla y votar a Izquierda Unida. Un tercero puede ser un gran escritor y no votar a nadie o ser un nostálgico del franquismo.
Desde el poder territorial se ha promocionado cualquier forma de literatura con tal de que el autor escribiera en un idioma distinto del castellano.  Otrosí se han estado publicando auténticas porquerías con sellos infames que luego van de dignos porque convocan premios en los que nadie cree.  ¿Cómo puede escribir unas memorias un pollo de veinte años?  Bueno, pues tal se ha consentido y publicado por parte del padre  bastardo de las letras hispánicas, el heredero del emporio que se erige como adalid de la cultura literaria a golpe de talonario y que sólo da de comer y premia a sus asalariados de siempre, ¡quién lo fuera!
Y, mientras tanto, ¿cómo se puede promocionar un libro de cocina por parte de una señora que no ha cocinado en su vida?  Pues se puede: tan sencillo como haberse acostado previamente con el ex amante de la novia de un torero.
Realmente uno cree que la cultura es algo más que esas porquerías, que esa basura.
Otro ejemplo: somos un país en el que se pasa de la televisión al cine sin pisar antes un teatro, ¿qué queremos lograr con eso?  Cualquier actor estadounidense muere por hacer una función de teatro porque sabe que es lo máximo, como en Francia o en Inglaterra, pero aquí metemos a presión a actores televisivos que no saben hablar en público, que no saben declamar, ¡coño! ¡que no saben ni hablar!... y a eso lo llamamos "teatro" porque las salas se llenan de fans histéricas que van a poder ver de cerca a su mediocre ídolo.
Claro.  De este y otros modos, lo que es válido para una cultura y un idioma, si lo cierras corto, acaba siendo una momia y un nombre.
La sociedad de la mediocridad en que estamos inmersos así lo quiere para que la gente no se haga preguntas.  Vivimos en un país en el que a los políticos y periodistas les encanta clasificar a los demás y meternos a todos en un cajoncito de colores.  Un artista, sin embargo, es lo menos clasificable que puede existir.
El problema de concepto de cualquier mediocre surge de los títulos universitarios.  El problema aparece cuando el artista se aburguesa y dice lo que quiere querer pensar imaginando una subvención pública en prontopago por los servicios prestados al partido de turno.
El artista mediocre que así actúa (¡je, actúa!) encima se cree  que está en la cresta de la ola.  La cultura no nos la da el título de la universidad, no nos la da la familia en la que nacemos ni el partido político ante el que nos ponemos a cuatro patas.  La cultura nos la da nuestro aprendizaje: que hablemos, que vivamos, que viajemos y no nos encerremos en nuestros mundos privados.
Todo este mundo ha redundado en una sociedad en la que a las bibliotecas se les quita el polvo sin leerlas.  Estamos igual que en la Edad Media: que sólo leían los monjes.
Y para más inri están ahí los sempiternos políticos dando el coñazo y llevándoselo crudo.
Señores, señoras: por mucho que se suban en un castellet, no son ustedes más que globos, y los globos explotan.  Un niño con un globo en la aldea o un niño en la aldea global: elijan ustedes, que ya saben a lo que me refiero.  Pero ya han elegido.  Todo lo que aprendes es siempre válido cuando lo pones entre paréntesis.
Y es que la cultura no tiene corsés.
El mundo ya no tiene una filosofía que marque su propia historia. El fútbol puede haber reemplazado a las religiones, pero eso es porque las religiones no han cumplido sus objetivos.  El hecho de que existan ONG's significa que las religiones no han alcanzado sus cometidos.
Han salido pequeños diosecillos a nivel territorial, autonómico o futbolístico; vicedioses que vienen a reemplazar unos valores olvidados que nos les interesan a sus adictos más allá de la propia identificación con una idea no propia pero sí común.
Y mientras tanto a los niños se les inculcan ideologías que avergonzarían al más cándido y se les graba con una cámara para mayor gloria de sus imbéciles padres.
El rico, señores, señoras, no lee porque no le interesa; por eso y porque todo lo que tiene lo tiene subvencionado por todos nosotros.  La clase baja no va a poder consumir cultura porque somos unos genuflexos del poder que estamos pagando a plazos la guillotina con la que nos van a cortar las cabezas de pensar.
Y, mientras tanto, nos mandarán policias a las manifas a los que le diremos a la cara: "yo le pago a usted para que me proteja, no para que les proteja a ellos". Pero dará igual porque será demasiado tarde.
Pues eso. Piensen un poco, por Dios, mientras yo me replanteo el haberme declarado objetor de conciencia y pido disculpas por ello. No era por no jurar la bandera, sino porque en el cuartel no había mujeres. Así de simple fue/fui.