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jueves, 15 de enero de 2015

EL EXTRAÑO CASO DEL DR. JECKYLL Y MR. HYDE

Robert Louis Stevenson (1850-1894), hijo de una próspera familia presbiteriana escocesa (su padre era ingeniero civil), eligió en su edad universitaria llevar una vida bohemia que lo conduciría a distanciarse por un lado de sus progenitores y por otro a frecuentar y admirar los caracteres más oscuros y extraños de la sociedad inglesa.  El autor de la celebérrima Isla del Tesoro, fue un magnífico narrador de viajes y un desafiante estilista que supo jugar con los inauditos equilibrios de la lengua inglesa para desconcertar al respetable público con creaciones que, en la obra El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, opino, alcanza su punto álgido de creatividad, análisis psicológico y preocupación social.  Fascinado por la medicina (él mismo padeció una enfermedad pulmonar que lo llevaría a la tumba) y por los avances científicos de su época, las escuelas filosóficas de la segunda mitad del siglo XIX tuvieron gran influencia en su pensamiento más introspectivo.
Resulta extraordinariamente difícil reseñar un libro tan complejo y sin embargo tan breve como el que nos ocupa, máxime cuando éste ya pertenece al acerbo literario de nuestra cultura.  Igual que todos sabemos que La isla del tesoro es una historia de piratas; que Robinson Crusoe nos cuenta las peripecias de un náufrago, o que Oliver Twist es la narración de las aventuras y desventuras de un huérfano, El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde ya está implantada en nuestra memoria colectiva como la historia de un médico que inventa un suero que lo convierte en su propia antítesis y degenera su naturaleza noble en la de un criminal.  Pero hay más, mucho más en las escasas noventa páginas de esta obra.
Para empezar, el apellido del doctor y el de su álter ego conforman un juego de palabras que no es fruto del azar.  Se ha especulado sobre el apellido del doctor como una improbable mezcla de francés e inglés (Je kill = Yo mato) que sería un guiño semántico al tiempo que el autor pasó en Francia; sin embargo distintos autores hacen referencia a la raíz de la palabra "chacal".  En el caso de Hyde es más fácil: estamos ante el homófono del verbo "esconderse" o del adjetivo "escondido".  Tenemos, pues, a un potencial depredador que contiene sus instintos más sombríos merced a la respetabilidad social y al ser oculto que yace en su subconsciente y que aflora a voluntad del anterior gracias a la pócima, droga o elixir que permite que salga a la luz.  ¿Doble personalidad o personalidad única? ¿Bipolaridad o naturalidad? El autor hace hincapié en la existencia de dos personajes distintos en la misma persona y tranquiliza al lector contemporáneo apuntando que la droga que se inyecta perpetra también cambios físicos en el sujeto.  Pero no nos tenemos que dejar engañar ante esta paradoja: el cambio físico del doctor lo que hace es reafirmar la auténtica naturaleza de la bestia que lleva dentro, la cual, por cierto, acaba ganando la partida. Incluso en las leyes actuales de cualquier nación civilizada se rechaza como atenuante de un delito el trastorno bipolar si se entiende que el sujeto sabe distinguir entre "el bien" y "el mal".
La reflexión no puede ser más simple y demoledora: todos llevamos dentro un monstruo y solamente las convenciones sociales en algunos casos (y solo en algunos) nos preservan de sacarlo a la luz. Todo esto no dejaría de ser una simple reflexión fácil ante la obra si no estuviésemos hablando de una época en la que el consumo de drogas era devastador en la sociedad inglesa y de un año, 1886 (fecha de publicación de la novela), que es casi concomitante con el terror que Jack el Destripador, personaje real y misterioso, sospechosamente parecido con Hyde, sembró en el Londres victoriano.  Lo cierto es que cuando Jack el Destripador perpetró sus desmanes (1888), Stevenson ya estaba retirado en los Mares de Sur. ¿Coincidencia? ¿Previsión? ¿Emulación? ¿Casualidad?  Nunca lo sabremos, pero coincidencias las hubo.
El extraño caso del Dr. Jeckyl y Mr. Hyde fue, en palabras del propio autor, una idea que nació de un sueño que tuvo una noche y que, apenas despertó, se puso a escribir.  Pero la idea de que el mal es potencialmente más poderoso que el bien hace de esta magnífica y sobrecogedora obra una pieza maestra de la psicología literaria que abre todo un panorama de especulaciones y abdicaciones ante la razón de uno mismo. Y si el lector tiene la posibilidad de leerla en versión original, entenderá el alcance de lo que digo, porque hay frases que no tienen desperdicio y reflexiones verdaderamente sobrecogedoras.