En el alto grado alcanzado por la
cultura española desde finales del siglo XIX hasta la Guerra Civil debe ser
tenido en cuenta el esfuerzo de europeización, en todas sus formas y técnicas,
tanto filosóficas como estéticas. Ello, además, se lleva a cabo sin menoscabo
de otro gran esfuerzo por reconocer nuestra peculiaridad como nación. España produce la cultura de alto nivel, cuya mejor muestra no fue otra
que la fantástica acogida que tuvo "lo español" en toda Europa.
Los frutos conseguidos revisten una
densidad y una calidad sólo comparable a la del Siglo de Oro. Europa tendrá que
contar por fuerza con la densa creación llevada a cabo por la "generación
del 98", por los "hombres de 1914" y por la "generación del
27", así como con la rebeldía y contemporaneidad de un elenco de figuras
de primer orden, como García Lorca, Jacinto Benavente, Alberti, Aleixandre,
Miguel Hernández, Luis Buñuel, Menéndez Pidal, Ortega y Gasset, Marañón,
Unamuno, Ignacio Bolívar, Pau Casals, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado,
Sorolla, Picasso, Dalí...
Comenzaremos por los movimientos
culturales cuya aparición viene provocada, en parte, por la crisis española de
finales del siglo XIX: regeneracionismo y generación del 98, que, a su vez,
representan una renovación de corrientes anteriores.
"Después de medio siglo de
asonadas, pronunciamientos, manifiestos, revoluciones, fusilamientos, cambios
de Régimen y de dinastía, proclamación de constituciones.... seguimos lo mismo
que estábamos: el pueblo gime en la misma servidumbre que antes, la independencia
no ha entrado en su hogar, su mísera suerte no ha cambiado (como no sea para
empeorar) en lo más mínimo... ¿Sabéis por qué? Porque la libertad no se
cuida con más que con escribirla en la "Gaceta"... porque no vieron
que la libertad sin garbanzos no es libertad... y por tanto el que tiene el
estómago dependiente de ajenas despensas, no puede hacer lo que quiere, no
puede pensar lo que quiere, ni puede el día de las elecciones votar a quien
quiere". (Joaquín Costa).
Veremos el regeneracionismo -en sentido
muy restringido- como crítica al estancamiento económico y al sistema caciquil
de partidos turnantes salido de la Restauración. Tampoco debe olvidarse
el revulsivo de la catástrofe del 98, que actuó sobre el comportamiento e ideas
de una gran parte de la burguesía, de los propietarios agrícolas, de los
pequeños comerciantes... que se sentían enteramente frustrados... Su figura más
importante fue Joaquín Costa, con quien aparece una formulación clara del
movimiento regeneracionista.
Costa era hijo de campesinos del Alto
Aragón; amargado por un físico contrahecho y por una vida durísima, comienza a
estudiar el Bachillerato a los 18 años. Costa es un historiador social y
del derecho de gran valor; es un jurista, un sociólogo, un político, un hombre que
merece todo respeto. Ante todo, es un patriota obsesionado por las raíces
históricas del atraso español y del desastre de 1898; un crítico severo y
meditado. Escribió más de cuarenta volúmenes de gran valor; laborioso;
trabajaba cerca de 17 horas diarias. Hostigado por tres constantes:
pobreza, soledad y enfermedad, que formaron la trama de su vida. No hay
pocas razones para llamar a Costa "el gran frustrado", ya que no
encontró cauce para sus talentos excepcionales.
En aquella sociedad que no le iba, lo
que anheló no lo consiguió. Su ideología republicana le cerró el camino a
las oposiciones a cátedra, y fue despojado de La Solana, como el dice, por
"caciques, jueces, curas, obispos...".
Costa parte de nociones krausistas:
primacía de la sociedad frente al Estado, crítica del liberalismo doctrinario,
preocupación por las cuestiones sociales, concepción organicista...
Su obra "Oligarquía y
caciquismo" es un análisis sociológico del Estado de la Restauración.
No es una monarquía parlamentaria, sino un absolutismo oligárquico,
colocado por encima y enfrente del pueblo Esta capa directora, que, según
Costa, debería estar entre rejas en Ceuta, en un manicomio o sentada en los
bancos de una escuela, es ajena a la nación y no ha hecho nada; estaba compuesta
por tres grupos principales: oligarcas dirigentes de los partidos, caciques y
gobernadores civiles. Frente a esta situación, la única solución es la
que Costa llama "revolución desde arriba" (no identificable, por
supuesto, con una revolución popular desde abajo). Los fines serían
fundamentalmente:
-europeización de España.
-desarrollo educativo.
-autonomía local.
-política hidráulica y forestal.
Respecto a los problemas sociales,
la solución teórica de Costa consiste en la restauración de la tradición
española del colectivismo agrario: beneficiar los bienes comunales o
municipales, enderezando de esta forma la labor despilfarradora de la
desamortización, cuyo fin era la propiedad privada de la tierra.
Su obra tiene numerosos precedentes en
los héroes burócratas del despotismo ilustrado de Carlos III y en Flórez
Estrada, que a mediados del siglo XIX propuso una reforma de los proyectos
desamortizadores basada en la extensión de la propiedad comunal. Había
que quebrar a los caciques locales, causantes de la pobreza agraria para
conservar su influencia política sobre los pobres. Costa quería sustituir
el patriotismo retórico (170 discursos sobre la educación en 1885 y ninguna
reforma) de los políticos leguleyos por el patriotismo del trabajo duro.
En su actividad práctica, aunque no se
planteó el problema de la conquista del poder, trató de construir una Unión
Nacional de Productores, que llevara su programa a una cruzada de las
"clases productoras" contra los oligarcas; pero la inexistencia de
estas "clases neutras" con clara conciencia política, hizo fracasar
sus proyectos de reducción de presupuestos de marina, ejército y administración
pública y de inversión en educación moderna y técnica y en una reforma agraria.
Las clases neutras eran un mito, pues sólo había un grupo de tenderos
egoístas, ya que las grandes reservas estaban empezando a ser manejadas por
socialistas y anarquistas, pero con objetivos harto diferentes. La
revolución apocalíptica de Costa se queda en un modesto reformismo.
Así, pues, la crítica constructiva dejó
paso al pesimismo, a la "incapacidad" generalizada, típica de estos
años que rodean a 1898.
En sus últimos años, Costa (un poco
convertido en el "Goya del mundo económico y político") evoluciona
hacia posiciones prefascistas: necesidad de un "cirujano de hierro",
de un dictador, para resolver los problemas del país. Claro está que
Costa se refería más bien a una dictadura desde el lado del espíritu, jurídica,
"tutelar", aunque esto se avenía muy mal con el sentido de la libertad
en la enseñanza, en las letras.
Otros regeneracionistas como Costa (el
"costismo" influirá en los hombres del 98, e incluso en los de 1914)
consideran al pueblo como un menor de edad y atacan al parlamentarismo, a los
partidos turnantes y a otras formas en que se expresaba el poder desde los años
de la Restauración.
Lucas Mallada, ingeniero, cientifista y
empírico, ataca una serie de mitos, como el de que España es un país rico.
Hace un llamamiento a todos los españoles honrados para atacar la ruindad
de los partidos políticos, el caciquismo, absentismo, emigración, mala
administración, falta de riegos, de caminos, de capitales, de crédito... (léase
su libro "Los males de la patria y la futura evolución española",
que no tiene desperdicio).
Ricardo Macías Picavea critica muchos
puntos ya señalados por Costa y Mallada, añade el teocratismo, el cesarismo, la
incultura, la vagancia y la desviación de la historia de España desde la venida
de los Austrias. Ataca a los caciques, propone cerrar las Cortes por diez
años, aplaude el corporativismo y los gremios; son claros sus tópicos
prefasciscas. Al calor del desastre colonial, publicará su libro "El
problema nacional".
Más nostálgico, antidemócrata basado en
el positivismo europeo y pesimista (creía que los obreros degeneran) es la obra
de Damián isern: "Del desastre nacional y sus causas".
También nostálgico del tiempo pasado y
crítico del tiempo presente es el senequista Ángel Ganivet, a cuyo "Idearium
español" no interesan los elementos ideológicos de la sociedad liberal
burguesa. Se quea antes con el artesano que con el fabricante o el
obrero; patriarcal, arcaico, precapitalista y anticapitalista, era un hombre
muy de su tiempo, cuyos ensayos apuntan al mañana en ideas y valores o vuelven
la cabeza hacia el ayer; su esteticismo no se abre sobre el porvenir.
Este hombre, que terminó su vida suicidándose, dirá que "España
se halla fundida con su ideal religioso" y que "el Derecho es
una mujerzuela flaca y tornadiza".
En otro lugar nos hemos referido, aunque
no con la extensión que quisiéramos, a diversas personalidades del pensamiento
y la cultura catalanas; volvamos a recordarlas por su parentesco con el
regeneracionismo: Valentín Almirall, Joan Margall, Entique Prat de la Riba,
Ángel Guimerá, Jaume Rosignol y Pompeu Fabra. Una visión de la cultura,
sin tener en cuenta la presencia de estas personalidades, resultaría mutilada.
Mientras aletea la imagen costina
de una España vagabunda, un grupo de escritores, nacidos en los años 70 del
siglo XIX, pone en tela de juicio los tópicos y dogmas hasta entonces
establecidos.
Refiriéndose Pío Baroja a la
"corrupción organizada" de los hombres de la Restauración, dirá que
España se entregó a ellos no como una mujer a su amante, sino "como una
golfilla a su chulo". Unamuno tampoco tenía reparo en calificar de
"asnos" a sus antiguos profesores. Para los intelectuales y
artistas conocidos con el nombre de "generación del 98", la sociedad
y la cultura oficiales eran vacías, degradantes, retóricas. Está claro
que el grupo noventaiochista parte en su labor cultural de los postulados
regeneracionistas.
La fecha de 1898 es todo un símbolo de
la historia y de la coyuntura histórica es grave; el sistema de partidos
políticos turnantes hace aguas; la oligarquía y el caciquismo, asentados en la
viejas estructuras agrarias,son algo contradictorio con el crecimiento de la
industrialización y el aumento de la masa asalariada. Además se han
perdido las últimas colonias, así como la guerra con los Estados Unidos, ye l
espíritu nacional está desalentado. Parodiando, sin duda, aquella frase
de la época de Felipe II, se referirá Tuñón de Lara al "golpetazo
sentimental que supone que, tras el Tratado de París, el sol de España sale
cada mañana por las costas levantinas y se pone cada tarde por los encinares
medio ralos de Extremadura y las rías gallegas; ni más ni menos".
En esta auténtica situación de crisis
"no vale lo que antes ha valido", y, por tanto, se impone su
sustitución. La fecha de1898 es apropiada para estimular el pensamiento
nacional, pero también lo es para criticar los valores raciales de una forma
negativa y doliente.
Examinando el mito y la realidad del
grupo del 98, dirá Tuñón que no se puede identificar a estos hombres con el
institucionismo, con el laicismo, ni con el demoliberalismo, como han hecho
muchos liberales en su intento antihistórico de proponer como modelo
contemporáneo lo que fue una apertura intelectual hace casi 110 años.
Otros, los ultraconservadores o
nacional-católicos, intentan marginar a los hombres del 98 de la tradición
cultural española bajo la acusación de heterodoxia.
La "generación del 98" no es
puramente la expresión de una concepción del mundo, ni tiene un cuerpo cerrado
de doctrina, ni forma un movimiento dotado de un programa, ni tiene una influencia
política directa. Son, eso sí, un grupo de jóvenes que se hacen cuestión
de su país y de su tiempo en su totalidad, que les duele España, que critican
lo negativo. El propio año 1898 aglutina las rebeldes individualidades de
esas altas figuras culturales que se preguntan por la razón histórica de España
y por su destino, planteando una crítica que, dentro de sus aspectos más
negativos, encerraba una poderosa afirmación... Son algo más que lo que
diría el propio Pío Baroja: un grupo de bohemios cerriles, holgazanes, rebeldes
y malhumorados, resentidos contra el sistema que les excluía.
Existen algunos datos
convivenciales que nos permiten hablar de una coincidencia más o menos grande
entre los miembros de este grupo. En primer lugar, y siguiendo con el
fenómeno ya advertido en la época del naturalismo, los hombres de la
"generación del 98" son españoles de regiones periféricas: gallegos,
vascos, levantinos, andaluces: Unamuno (nacido en Bilbao en 1864); Baroja (San
Sebastián, 1872); Ganivet (Granada, 1865); José Martínez Ruíz, Azorín (Monóvar,
1873); Gabriel Miró (Orihuela, 1879); Ramiro de Maeztu (Vitoria, 1875); Manuel
y Antonio Machado (Sevilla, 1874 y 1875); Juan Ramón Jiménez (Palos de Moguer,
1881).
Los hombres del 98 protestan como los
modernistas, pero a diferencia de éstos, que protestaban por la literatura
"satisfecha" de la Restauración, inspirados por el poeta nicaragüense
Rubén Darío, la protesta de los del 98 era ética y social y se derivaba de una
consideración del pasado español y del presente europeo. En todos ellos,
bien en un lenguaje minoritario, claro o polémico, la lengua castellana
alcanzará un extraordinario nivel de fuerza expresiva y de pureza formal, tanto
en el ensayo y la novela como en la poesía lírica.
Entre ellos se van estableciendo unos
lazos de convivencia, sobre todo en las tertulias y en las revistas.
Valga esto como un hecho ante la prolija erudición de enumerar a docenas
de autores que colaboran relacionándose en multitud de revistas. Son, por
otra parte, hombres que suelen proceder de las clases medias del país, y aunque
han pasado relativas estrecheces, han tenido facilidad para el acceso a la
cultura.
Las influencias que reciben son europeas
y modernas. Leían, entre otros, a Balzac, Flaubert, Stendhal, Tolstoi,
Barrey d'Aurevilly (Valle-Inclán), Montaigne (Azorín), Nietzsche, Shopenhauer,
Renan, Tain, Darwin, Max Nordau... Conocida es la influencia de Hegel,
Spencer, Ferri, Kirkegaard y Marx en Unamuno. Casi todos ellos viajan a París,
ciudad que les influye con su clima cultural y político.
Además, en España se benefician de
Giner, Pi, Benot, Costa, Galdós, Juan Bautista Amorós, etc. Esto nos
obliga a no exagerar la nota de autididactismo aplicada a los hombres del 98.
La parte más considerable y significativa
de su obra aparece entre 1898 y 1914, esto es, coincidiendo con la crisis
espiritual de comienzos de siglo, a la que responden con una actitud culturan
en conjunto. "España" es su tema, y el "Así no se puede
seguir", su interpretación. España es repensada en su ayer, hoy y
mañana, y es sentida con ganas de una renovación a través del redescubrimiento,
la crítica y el amor.
Hay que repensar a España, rehacer su
escala de valores, y para ello hay que conocerla. Ya no sirven la
política caciquil, ni el aparato externo eclesiástico; no sirven Otumba y
Lepanto, no sirven Echegaray, Núñez de Arce o Campoamor. Lo que sí
interesa es el pueblo en vivo, la intrahistoria y al anticaciquismo; sí
interesa Berceo, el Arcipreste de Hita, el Greco, Larra... Celebran los
éxitos de Galdós, visitan la tumba de Larra, se alegran con las publicaciones
de Baroja o Unamuno y protestan violentamente por concedérsele el Premio Nobel
a Echegaray.
Unamuno nace en Bilbao en 1864; huérfano
a lo seis años, comienza el bachillerato a los once. Estudia Filosofía y
Letras en Madrid, doctorándose en 1885; vuelve a Bilbao, donde da clases y se
casa con Concha Lizárraga. Saca las oposiciones a la cátedra de griego en
Salamanca en 1891. En 1894 ingresa en el Partido Socialista y colabora en el
periódico "La lucha de Clases", de Bilbao. En 1895 publica
"En torno al casticismo". Dos años después sufre una crisis
religiosa, abandona el Partido socialista y escribe "Paz en la
guerra". En los años siguientes, y siendo rector, colabora en "La
Nación", de Buenos Aires, y publica "Amor y pedagogía",
"Vida de don Quijote y Sancho", "Por tierras de Portugal y
España", "Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los
pueblos", "Niebla", "El cristo de Velázquez" (poema),
"Abel Sánchez", "La tía Tula", "Andanzas y visiones
españolas"... Entre tanto, no se ha hecho grato ni al trono ni a los
militares. Primo de Rivera lo exilia en 1924, y no volverá a España hasta 1930,
en que es recibido apoteósicamente. Mientras, ha escrito "La agonía
del cristianismo", "Cómo se hace una novela", etc.
Diputado a Cortes en 1931, muere el 31 de diciembre de 1936 en "su
Salamanca".
En la imposibilidad de comentar sus
obras sobre pensamiento, teatro, personajes, comentarios, crítica, poesía,
novela... dediquemos unas breves líneas a este gran escritor que cabalga la
fecha de 1900.
Unamuno es, después de Goya, el más
europeo de los españoles y una de las personalidades (si no la primera) de más
relieve y significación de la cultura literaria contemporánea. Después de
una intensa actividad socialista pasará a una actitud anticientífica e
irracionalista, expuesta en su obra "Del sentimiento trágico de la
vida".
Su nueva filosofía tiene como sujeto y
objeto al hombre concreto, "de carne y hueso que nace, sufre y muere
-sobre todo, muere-, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el
hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano".
A este hombre trata de darle una concepción unitaria y total del mundo.
La esencia de este hombre es el "hombre de inmortalidad", que
le introduce en la lucha, dividiéndole en dos partes: la razón, que demuestra
la mortalidad del alma, unida al cuerpo, cuyo destino sigue, y el corazón, que
necesita la inmortalidad y la existencia de dios como medio de conseguirla; el
hombre anhela perdurar, continuar siendo él mismo y poseer todo a la vez:
"No es ser poseído por Dios, sino poseerle, hacerme yo Dios sin dejar de
ser el yo que ahora os dice esto". Su exigencia hace surgir a Dios:
"Creemos que Dios existe por querer que exista".
La lucha entre razón y corazón hace
surgir el dolor, la congoja, esencia de la persona y del universo todo.
La congoja es el momento de autoconocimiento del hombre (similar a la
angustia de Heidegger y a la náusea de Sartre), el sentimiento originario del
espíritu humano.
La concepción de Unamuno desemboca en el
irracionalismo y el anticientifismo: "Todo lo vital es irracional y todo
lo racional es antivital, porque la razón es esencialmente escéptica".
De aquí que Unamuno (quien en 1898 tenía
más lucidez que sus compañeros de grupo) comience, a partir de esta fecha, a
separarse de toda labor de reconstrucción nacional, europeizante:
“Y vosotros ahora bachilleres Carrasco
del regeneracionismo europeizante, jóvenes que trabajáis a la europea, con
método y crítica..., científicos, haced riqueza, haced patria, hacer arte,
haced ciencia, haced ética, hacer o más bien traducid sobre todo cultura, que
así mataréis a la vida y a la muerte. ¡Para lo que ha de durarnos
todo!...”
Unamuno comenzaba a ser un hombre con
fin en sí mismo, lo que indirectamente suponía no participar en los destinos
colectivos.
José Martínez Ruíz nació en
Monovar en 1873. Hijo de un abogado, se cría en ambiente de clase media
con visos intelectuales y cierto desahogo económico. Estudia en Valencia
y vive el mundillo universitario y republicano; frecuenta redacciones,
tertulias y librerias de viejo. Viaja por Granada y Salamanca, y en 1896
cae por Madrid. A partir de esta fecha salen de su pluma "Charivari",
"Alma castellana", "La voluntad", "Las confesiones de
un pequeño filósofo", "Los pueblos", "La ruta de Don
Quijote". A partir de 1908 se hace conservador, abandona su
republicanismo con matices y "sienta la cabeza"; escribirá una obra
inmensa y de gran valor hasta 1967.
Los primeros atisbos novelísticos de
Azorín comienzan con "La voluntad", novela de la abulia y el
fracaso, perfectamente enmarcada en el liberal 98. Como decía Dámaso
Alonso, "a los héroes tempranos de Azorín y Baroja les une un mismo
rasgo psicológico: la crisis de la voluntad. Esa desilusión, ese
escepticismo, no son sino un reflejo sobre lo individual de la atonía nacional
en esos años del cambio de siglo".
Azorín representa para sus coetáneos del
98 al artista de fina sensibilidad de comentario, de los clásicos y del
paisaje; sobre todo del paisaje castellano, en el que los personajes resultan
insignificantes. Pero Azorín también (y porque todavía no se ha hecho
diputado maurista) es despedido de "El Imparcial" por descubrir la tragedia
de los campesinos andaluces.
Pío Baroja es el novelista del
grupo. Nacía en San Sebastián en 1872, hijo de un ingeniero de minas.
Estudiará medicina en Madrid. Médico rural en Cestona, se vuelve a Madrid
dos años después (1896). En esta fecha comienzan sus actividades
literarias y periodísticas, simultaneadas con la regencia de la panadería de su
tía. Escribe colaboraciones, y en 1900 salen de su pluma "Vidas
sombrías", "La casa de Aizgorri", "Camino de
perfección". Vivirá de su oficio de escribir novelas, muy
conocidas por todos. Elegido académico, moría en 1956.
Baroja es un maestro en el arte de la
narración de todos los tiempos. Entre cínico y campechano, rudo e ingenuo,
iconoclasta e inocente, Baroja es el escritor de más talento del grupo del 98.
Era un intelectual anarquista nato, que rechazaba todas las jerarquías.
Ya en sus primeros escritos, el hombre deshecho e inadaptado, errabundo y
psicopático, emerge en el paisaje que también don Pío contribuye a descubrir.
A Baroja no le interesa el hombre real enmarcado en la sociedad, sino el
aventurero, el pícaro, el hampón, el caso raro. Él había escrito: "Todo
lo que tiene el liberalismo de destructor del pasado me sugestiona...".
Baroja está dominado por la superstición de lo científico, y se olvida
del hombre de carne y hueso. En contra de la mayoría de los
intelectuales, se declara germanófilo en la Primera Guerra Mundial.
Baroja, como hombre del 98, percibe también el paisaje y comparte su
patriotismo difícil, pero e distancia cada vez más del quehacer común del grupo
y se adentra en una circunstancia extremadamente individualizada. Y así
seguía ese genial novelista a los 65 años, en que tenía que escribir artículos
de prensa para ayudarse a vivir, como en sus tiempos mozos.
Maeztu nace en Vitoria en 1874.
Transcurre su infancia en una familia social superior, que no tardará en
arruinarse. Viaja por Francia y Cuba y regresa a Vitoria. Llega a Madrid
en 1897, donde se funde con el grupo del 98. Fruto de esta época son sus
numerosos artículos y su libro "Hacia otra España", noventaiochista y
regeneracionista. Vive largos años en Inglaterra, donde se casa, siendo
embajador de España en Buenos Aires en tiempos de Primo de Rivera. en
estos momentos su evolución queda perfilada como se percibe en sus obras
"La crisis del humanismo", "Don Quijote, Don Juan y la
Celestina" y "Defensa de la Hispanidad". Presidente de la
Acción Española, muere asesinado en Madrid en 1936.
En un primer momento, tenemos el Maeztu
crítico del sistema montado por la Restauracion, al que ataca sin piedad,
arremetiendo contra valores tópicos. “Las
mayorías -escribe- están a merced de
las minorías, y como el gobierno de la minoría es el núcleo del gobierno
parlamentario, esto significa que no comprenderemos al gobierno parlamentario”.
Su crítica es implacable para con los responsables del desastre de 1898,
y sólo ve una renovación en los sectores más avanzados de la burguesía.
Maeztu se marcha de España, se distancia
de los hombres y del significado del 98, y comienza sus concepciones
transpersonalistas: el hombre debajo de los llamados objetivos: patria, fe,
idioma, cultura (destino de la Hispanidad de la Edad de Oro).
Maeztu será un pensador apasionado,
emotivo, sincero y retórico. El Ramiro que predicaba con sus ensayos la
imitación de la ética del dinero de vascos y anglosajones se convierte en un
apologista de Primo de Rivera y en un fascista católico. De los pocos
intelectuales desafectos a la República, lanzará el grito semicarlista: “Combatamos a nuestros padres con nuestros
antepasados”.
Maeztu había ido cambiando sus lemas
hasta convertirse en uno de los pocos intelectuales de derechas, que afirmará
"la primacía de las cosas" sobre "la primacía del hombre".
Sustituye la "libertad, igualdad y fraternidad" por
"servicio, jerarquía y humanidad". Este reflejo de
"defensa social" queda esbozado en este párrafo de sus escritos:
“Nuestra rehabilitación histórica no
puede influir directamente sino en la gente culta, en la aristocracia, en
la élite. Al pueblo se le ha dicho demasiado que los obreros carecen de
patria para que sea empresa fácil que vuelva a emocionarse con la glorias de la
Hispanidad, aparte de que en España hay vastas zonas populares que nunca
compartieron las ilusiones y esperanzas de nuestras clases educadas...
Desde ahora mismo debieran prepararse las minorías educadas para
aprovechar la primera ocasión favorable, a fin de sujetar al monstruo y reducir
las funciones del Estado a lo que debe ser: la justicia que armonice los intereses
de las distintas clases, la defensa nacional, la paz, el buen ejemplo y la inspección
de la cultura superior”.
Ramón María del Valle Inclán o, mejor
dicho, Ramón Valle Peña, nace en Villanueva de Arosa en 1866, de familia
hidalga con caserón y con tierras; su padre era un intelectual. Abandona
sus estudios de Derecho y se marcha a México. A partir de 1895 empieza a
publicar libros: "Femeninas", "Epitalamio",
"Cenizas", "Las Sonatas", "Romance de Lobos".
Se queda manco, se casa, milita en la política carlista, visita las
trincheras del frente francés y es invitado a México por el presidente Obregón.
Sigue escribiendo artículos, poesía, teatro y novelas. Valle-Inclán
emprende una nueva ruta, y algunos de sus libros empiezan a ser recogidos por orden
gubernativa. He aquí otras obras: "Tirano Banderas", "La
hija del capitán", "Cara de plata", "Luces de
bohemia", "Águila de blasón", "El ruedo ibérico"...
Es homenajeado, se le dan cargos y en enero de 1936 muere.
"Este gran don Ramón de las barbas
de chivo", como le llamará Rubén Darío, cronológicamente pertenece a la
generación del 98, pero se forma en el modernismo, bajo influencias de
D'Aurevilly, D'Annunzio y del propio Rubén Darío. "Eximio escritor y
extravagante ciudadano", le llamó Primo de Rivera; quijotesco de los que
están al lado de la justicia, la verdad y la bondad; intachable, aguerrido,
colérico, generoso, manco y gallego, como se percibe en sus páginas. El
que una figura de esta talla plagiase algo alguna vez y en ciertas
circunstancias, casi aumenta su personalidad y, por supuesto, no disminuye sus
méritos.
Protesta, se evade, idealiza lo de
antaño y critica a la burguesía desde su posición de carlista
("manifestación de inconformismo impregnada de sentido heroico").
Valle-Inclán se acerca cada vez más a la
gran preocupación por el tema de España y su redención, porque sus armas
críticas, lejos de mellarse, se afilan y hacen más penetrantes, llegando a
crear, por ello, una estética original. A partir de 1909, Valle-Inclán
presagia el giro hacia unos valores auténticamente humanos.
No podemos concluir este somero repaso a
la generación del 98 pasando por alto a Antonio Machado.
Nace en Sevilla en 1875. Alumno en
Madrid de la Institución Libre de Enseñanza, se marcha, junto con su hermano Manuel,
a París en 1899, adonde volvería en varias ocasiones a lo largo de su vida.
En 1909 se casa con Leonor, quien muere tres años después. Para entonces,
el autor ya había publicado "Soledades", "Soledades, galerías y
otros poemas", así como el libro que le consagrará: "Campos de
Castilla". Pasa por Baeza y Soria y colabora en revistas. En
1926 firma el llamamiento de la Alianza Republicana. Elegido académico,
comienza su amor con Guiomar. Sigue publicando obras como "Juan de
Mairena", "El crimen fue en Granada", "La guerra"...
El 22 de febrero de 1939 muere en Colliure (Francia) cuando huía del
Franquismo.
Machado, poeta de honda calidad, es el
joven lírico del 98 que no siguió la senda de Rubén Darío. Ya desde el
comienzo, Machado carece de brillo, de retórica y de magnificencia, como los
modernistas; es sobrio, ideológico y desnudo; como él dice, la palabra no es un
valor fónico, sino una "honda palpitación del espíritu... en respuesta
animada al contacto del mundo". La íntima voz humana, con su propio
sentimiento varonil y con el hombre sencillo como tema central, le llevan a
decir en 1902:
Son buenas gentes que viven
labran, pasean y sueñan,
y en un día como tantos
descansan bajo la tierra.
El dolor, el pesimismo, la abulia, la
nostalgia del pasado en doloroso presente laten en su poesía (porque la poesía
es lo único que diferencia a Machado del grupo del 98):
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos, desprecia
cuanto ignora.
Y el paisaje de este poeta andaluz
inspirado en Castilla:
Campo de Soria,
donde parece que las rocas sueñan.
O bien:
Páramos que cruza el lobo
aullando a la luna clara,
de bosque a bosque; baldíos
llenos de peñas rodadas
donde, roída de buitres,
brilla una osamenta blanca;
pobres campos solitarios
sin caminos ni posadas.
Como en los otros del 98, el paisaje se
convirtió en personaje esencial:
La hermosa tierra de España,
adusta, fina y guerrera,
Castilla...
Machado va más lejos; es un caso señero,
de esos que se dan una vez por siglo. Capaz de captar la múltiple
circunstancias histórica, social, geográfica, cultural, su obra abre caminos y
va por delante de un tiempo. Machado enfocará también el tema de las dos
Españas:
Las España de ayer:
La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu y alma quieta
...
esa España inferior, que ora y bosteza,
vieja y tahur, zalagatera y triste;
esa España inferior que ora y
embiste,
cuando se digna usar de la cabeza.
La España que faltó a su misión histórica:
...aquella España que pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana.
Y es hoy aquel mañana de ayer... Y
España toda,
con sucios oropeles de Carnaval
revestida
aún la tenemos: pobre, escuálida y
beoda;
mas hoy de un vino malo: la sangre de su
herida.
La España que nace:
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.
Pero para que surja esta España:
Hay que acudir, ya es hora,
con el hacha y el fuego al nuevo día,
oye cantar los gallos de la aurora.
Machado no es de este o aquel grupo, de
esta o aquella generación. Machado es de España entera.