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lunes, 3 de junio de 2013

LA MALETA LISTA

Estimado Santiago:

Estamos todos haciendo la maleta. Nos despedimos del sol, del mar y de nuestro pasado porque nos vamos. La maleta se ha vuelto un adminículo tan acompañante como el cepillo de dientes o el IPHONE. La maleta es nuestro perrillo faldero: la llevamos lista y preparada allá donde nos conduzcan nuestros pasos porque en cualquier momento la tomaremos del asa y nos subiremos en el primer barco, aeronave, autobús o tren que nos lleve lejos, muy lejos para comenzar una nueva vida. La Democracia que inauguramos en 1978 ha tenido como lamentable resultado -y le echarán siempre la culpa a la especulación de los mercados financieros- que hemos perdido derechos y libertades adquiridos más no pocas concesiones que nos legase el visionario caudillo que dejó todo atado y bien atado. La culpa, claro está, siempre será nuestra, pero el resultado es el mismo: estamos todos con la maleta hecha y listos para partir. Algunos incluso deseando largarse. Vamos que nos vamos. No es que hayamos dejado de creer en nosotros mismos, no es que los demás hayan dejado de confiar en nuestro país: es que el idílico Walhala que se habían montado nuestros preclaros próceres a costa del contribuyente les ha explotado en las narices y, como cuando el atentado de Alfonso XII en sus nupcias, ha mandado a todo el mundo para casa. Pero como la casa está hipotecada o embargada por el banco, toda nuestra vida cabe en una falsa samsonite de plástico y podemos salir pitando al primer toque de silbato.
El españolito, mediocre pero pícaro, se ha dado cuenta de que las listas de morosos no sirven para nada; sabe que la justicia no funciona correctamente si no eres hijo o hija de rey, afiliado a un partido político, magistrado o alcalde. En definitiva, que ya nos da todo igual, que nos importa un carajo. Que nos vamos. Que nos hemos ido ya. Que ni siquiera estando, estamos.  Las promesas de los políticos -que solamente se acuerdan de nosotros para pedirnos el voto que disimule el pucherazo- nos apestan a gingivitis de la mala. Que nos importa todo un pimiento. Que estamos hartos de ir a la urnas con una botella de Listerine.
Y ahora la imagen romántica, como esta que me traes de Lisboa -los portugueses, otros que las están pasando bien putas y de los que nos mofábamos hasta hace nada- es la de una pareja que hace planes de futuro con una maleta al lado por lo que pueda pasar. Somos como los judíos que echaron los Austrias a palos de la Península: nos lo han quitado todo y a los que tienen algo y se pueden quedar les están vendiendo la burra de que nuestra marcha es todo un éxito (Alemania va a contratar 5.000 jóvenes españoles al año: ¡gran éxito del Gobierno!). Estamos a lo que estamos: dispuestos a ponernos el mundo por montera y a dejar todo a la espalda. A renunciar a nuestras raíces porque sabemos que, de no hacerlo, nos tocará ser esclavos del dislate, la arrogancia, la prepotencia y el desprecio de los tres poderes que se reparten el caldo de nuestros pucheros.
Yo también tengo la maleta hecha. Y cuando compre el billete que me saque de aquí y me lleve a otro lugar, iré a la embajada española más cercana para solicitar la renuncia a mi propia nacionalidad con una carta dirigida al embajador de turno en la que su última frase será: "que os den...".

FOTOGRAFÍA: Santiago Andreu


(en esta sección, Santiago Andreu -fotógrafo- y Francisco Gijón establecen una correspondencia artística en la que fotografías y textos se contestan creando un diálogo contractual de impresiones plásticas)