El pasado día 11 de junio, la revista TARANTULA publicó mi primera colaboración, la cual versaba sobre DON QUIJOTE DE LA MANCHA (ver enlace). No podía empezar con otra obra dentro de la nueva sección de MIS IMPRESCINDIBLES.
Decía Voltaire: "Soy como don Quijote. Me invento pasiones sólo por ejercitarme".
Alonso Quijano no estaba loco. Quijano es un hombre que, en la cincuentena, empieza a experimentar la ausencia o aminoración de todas las pasiones: la pasión de vivir, de cazar, de ejercer la hidalguía, etc. Lo que llamaríamos, en fin, la crisis de los cincuenta, común a todo hombre. Y para contrarrestarla, decide "inventarse pasiones" con todo lo que tiene a mano: libros de caballerías, un caballo, los caminos de La Mancha, un vago proyecto de amor olvidado y un afán de justicia más abstracto y literario que real y coherente.
Quijano no está nada loco, sino que toma una medida muy cuerda: obligarse a vivir cuando nos van faltando las ganas. Lo que recomiendan hoy los psicólogos. Voltaire lo entiende así y se compara con Don Quijote, pues él también llega a una edad (más avanzada cuando lo dijo) en que o te inventas las pasiones o te van abandonando. Yo, a mi vez, llevo ya un tiempo inventándome las pasiones que me han ido abandonando: un libro, un viaje, el amor, una lucha, un ideal político...
Es el momento de confesarse que, en el fondo, ya no nos interesa nada de eso (o que no nos interesa y apasiona como a los treinta), sino que forzamos nuestro entusiasmo por no quedarnos herrumbrados de lecturas y relecturas, síntoma alarmante de la decadencia del espíritu.
El mero hecho de levantarse cada mañana y ponerse a escribir supone "inventarse una pasión"; también pasear por ahí o ilusionarse continuamente. Pero la tendencia es, con la edad, irse defendiendo con disculpas y mentiras para no aceptar compromisos. A base de disciplina va saliendo todo adelante. Cuantos más años se cumplen, más disciplina hace falta.
Tenemos que evitar que se nos lentifique el pensamiento, que se nos suma el cuerpo en el sueño invernal. Debemos inventar pasiones que acaben siendo verdaderas, pues que en verdad y a toda edad, las pasiones las inventamos nosotros y el hombre sin imaginación es un sujeto pasivo. Cuerdos como Don Quijote y astutos como Voltaire, nos engañamos a nosotros mismos sabiendo que hay que ponerse en acción porque de la acción nace la realidad y las cosas van siendo ciertas por el mero hecho de que las hacemos. Tal vez por eso he acabado escribiendo libros, artículos de historia o elaborando reseñas para TARÁNTULA. Es que a estas alturas de mi vida, es sano.
Y parece que no es mala idea, porque está gustando y me da vidilla.