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lunes, 27 de mayo de 2013

VILLA ANITA

Estimado amigo:

A veces me viene a la memoria aquella frase infame de Enrique Tierno Galván cuando, años antes de morir y en plena "Movida Madrileña", definía su propia época de docente en la universidad como el páramo cultural del franquismo. ¡Ahí es nada!  El alcalde -porque entonces lo era de Madrid- se quedó a gusto. Era lo que se llevaba: meter todo lo que había ocurrido en los últimos cuarenta años en el mismo saco. Y en el saco de nuestra dictadura, preclaras mentes como la suya metieron a mi pariente lejano y premio Nobel Jacinto Benavente, al profesor Aranguren, a Pablo Sorozábal y sus composiciones, la mejor época de la lírica española (Alfredo Kraus, Pedro Lavirgen, Miguel Fleta, Victoria de los Ángeles, Pilar Lorengar...), a Severo Ochoa, a Dalí, a... a... Me dejaría tantos queriendo enumerarlos a todos que mejor me callo. 
Sabes bien que siempre digo que la Historia no la escriben los vencedores, sino que la borran, y en aquella época tocaba borrar todo lo que oliese a franquismo porque era sinónimo de franquista aún sin serlo.  Bueno, el caso es que allá por los años sesenta existía un escritor, ya olvidado, de notable éxito. Vendía mucho dentro de España y también en otros países en unos tiempos en los que la palabra "bestseller" no había pasado la aduana de nuestra terminología. Todo era más castizo entonces.
Era este escritor un señor de Guadalajara que, tras estudiar Filosofía y Humanidades, iba para cura aunque luego dejó el seminario para estudiar Derecho.  A pesar de su formación académica, como había nacido en 1912 había tenido que sobrevivir a una monarquía infame, a una república desastrosa, a una guerra civil y, claro es, a una dictadura. Y lo hizo escribiendo bajo el amparo de la editorial Aguilar. Mi padre llegó a conocerlo porque él, en lo suyo, también era plantilla de esa editorial.  Tenía este escritor tanto éxito que prosperó y se compró una parcelita en Águilas (Murcia) donde levantó una casita solariega a la que puso por nombre "Villa Anita".  En la soledad de aquella casa escribió sus mejores novelas, algunas de las cuales fueron llevadas al cine.
Es llegado el momento de decir que hablo de don Ángel María de Lera.
Sensible y comprometido con los tiempos que le tocaron vivir, no tuvo miedo (ni problemas) para abordar temas tan sensibles como la homosexualidad (LA TRAMPA), la injusticia (LOS OLVIDADOS) o la dichosa lacra de la emigración por hambre.  Esto último lo enfocó desde dos puntos de vista: los que se iban a Alemania (HEMOS PERDIDO EL SOL) y los que se quedaban sufriendo infames penurias (TIERRA PARA MORIR).
De vez en cuando releo sus novelas y finiquita mi mente que si Ángel María de Lera hubiese vivido en nuestra época tal vez habría fusionado dos de sus títulos en uno para hablar de la crisis: HEMOS PERDIDO EL SOL y TIERRA PARA MORIR. Tal vez el título habría sido HEMOS PERDIDO LA TIERRA PARA MORIR. Y así abordaría el drama de toda la gente que está comenzando a abarrotar los aeropuertos para no volver jamás; esos aeropuertos internacionales que tenemos en España cada tres cañadas y en los que, irónicamente, se cruzan con ciudadanos de otras nacionalidades que un día vinieron a España con las mismas esperanzas y angustias que tuvieron nuestros padres cuando se bajaron de los trenes en Frankfurt, Múnich, Düselldorf y otros lares.
Qué irónica es la vida. Se acabaron los chistes y las burlas hacia los peligrosos inmigrantes que venían hace menos de una década a quedarse con el pan de nuestros hijos (y a cotizar nuestras pensiones, que eso siempre se nos olvida).  Ahora volvemos a ser nosotros los que nos vamos.  Pero con una diferencia: ya no mandaremos dinero a casa, ya no volveremos más. España nos ha echado de una patada en el culo; en el culo del alma, en el culo de la dignidad, en el culo de la autoestima. España nos ha mandado a tomar por culo como eficaz medida para que baje el número de parados en las estadísticas.  Es una manera como otra cualquiera que tienen los vencedores de borrar la Historia: petándole al personal el agujero de la mierda.
Eso es lo que me inspira la foto que me has mandado del aeropuerto de Barajas. Perdona, pero hoy es que estoy con sarpullido en el fuero interno. Debe ser que tengo una subida de clase política. Me tengo que hacer mirar el páncreas. Si algún día tengo éxito y me puedo comprar una casa solariega en Águilas la llamaré "VILLANITA", de villano. Hay que adaptarse a los tiempos y rendir tributo a de Lera.

FOTOGRAFÍA: Santiago Andreu


(en esta sección, Santiago Andreu -fotógrafo- y Francisco Gijón establecen una correspondencia artística en la que fotografías y textos se contestan creando un diálogo contractual de impresiones plásticas)


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