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lunes, 20 de mayo de 2013

EL NIÑO QUE MEA

Estimado amigo:

Me mandas esta instantánea que tomaste en Bruselas en 1992, la cual tiene más coña de lo que parece y me obliga a ir por partes.
Dice la tradición que ya a finales del siglo XIV a los bruselenses se les ocurrió ubicar la estatua-fuente de un infante orinando que dieron en llamar Menneke Pis ("el niño que mea"); y añaden los lugareños que la tal estatuilla (referente turístico de la capital) simboliza la independencia ética, política y moral de los belgas. Bien por ellos.
Bélgica es un país que los dos conocemos bien (tú mejor que yo).  Para mí fue una sorpresa y todo un descubrimiento aquel pequeño rincón geográfico que intenta pasar desapercibido entre Francia y Holanda. Elaboran la mejor cerveza del mundo con diferencia (y yo de cerveza sé poco, pero de bebérmela bastante). Como la de casi todos los pueblos, la belga es una historia compleja y llena de puntos oscuros. No hablaré del Congo belga y de las barrabasadas del Rey Leopoldo II, que hizo de la región un pazo personal en el que sus tropelías es mejor no meneallas, que diría nuestro Quijote. Es por ello que me voy a centrar en la orina, que creo que da mucho de sí.
No sé si el Manneken Pis (actual nombre de la turística escultura pipiante) representa o no en realidad la independencia de su pueblo; lo que sí tengo por cierto es que la señora de la foto comete un grave error poniendo al nene a apuntar el chorrito tan casi dentro de su bolso. Desconozco el contenido del mismo, pero deduzco que en él habría, incluso tratándose del año en cuestión, lo que suelen llevar las mujeres: las llaves de casa, el monedero con sus monedas, pañuelitos de papel, maquillaje y algunas cosas incomprensibles que  escapan por completo al entendimiento masculino y que no voy aquí a tratar de descifrar.
Me quedo con el símbolo belga (y con su cerveza). Hasta hace pocos años no había nada más diurético en mi vida que el té y la cerveza (mis dos pasiones). Ahora hay algo que los supera con creces: los políticos.
No olvidemos que la Bélgica del rey Leopoldo II (el masacrador del Congo) es ahora la sede de una de las parcelas políticas que más están porculizando al ciudadano-contribuyente europeo.  Las eurorrecuas de diputados supranacionales han venido a suplantar al simpático infante mingidor en eso de mearse en nuestros bolsillos, monederos, carteras, llaves domiciliarias e intimidad. Cada día que pasa la cosa se pone peor.  No sé quién le sostiene la colita-pilila-fuchinga-minga-colgajo-uretra a cada uno de estos delincuentes trajeados que desde las sedes parlamentarias se ciscan en nuestros derechos mientras sonríen a cámara a la vez que apuntan su chorro contra nuestra moral. Hay quien dice que es Frau Merkel, yo no me lo acabo de creer del todo.  Cuando yo era niño y quería hacer pis, si nadie me ayudaba a tan imperiosa necesidad me apañaba solo y la cosa funcionaba mal que bien con alguna salpicadura de levedad.
Actualmente el sur de Europa se ha transformado en el urinario público del desnortado septentrión y nuestros presuntos salvapatrias nos han dejado boquiabiertos, quizás para tener más sitios vergonzantes en los que humillarnos.
Antaño se meaba por necesidad de evacuación.  Ahora muchos están evacuando Europa porque los mean. No es justo.  Yo soy un ferviente defensor de los escraches, las manifas protestonas y algunas otras cosas que no diré. Opino que ésta debería ser la Europa ejemplar de los derechos humanos, las rectificaciones de las injusticias pasadas, la concordia y la paz. Creo vehementemente en la igualdad entre hombres y mujeres; no creo en las razas más allá del pintoresco color que las distingue; defiendo a capa y espada los derechos plenos y totales de los homosexuales y transexuales; opino que las religiones son cosa que debería quedarse dentro del hogar y, en definitiva, siempre soñé con una Europa en la que cupiésemos todos (incluso me esforcé en hablar algunos de sus idiomas, que es más de lo que podrían decir la mayoría de nuestros Padres de la Patria).
Pero se nos mean, Santiago, y no es por la diuresis de la birra, sino porque les importamos un pepino.  Pero el pepino ahora dicen que tiene écoli (sobre todo el pepino español). Se le ha olvidado al norte de Europa de lo que es capaz un español con un pepino en la mano. Tal vez deberíamos recordárselo. Apoyo a los griegos, a los chipriotas , a los portugueses, a los italianos y a los que vendrán a sumarse al dislate mayúsculo de las incoherencias supranacionales del parlamento Europeo.
Si por mí fuese, te lo digo en serio, las protestas en adelante serían frente a las casas consistoriales, parlamentos, senados, sedes de partidos políticos, cada uno con su vejiga bien cargada, apuntando lo mejor posible y con el lema: "Mea el Parlamento".  Es lo menos que merecen y lo mínimo que les debemos.  Y si nos detienen sus lacayos (unos por gusto y otros porque cumplen órdenes), cuando declaremos ante el juez diremos que estamos emulando al Manneken Pis: demostrando nuestra independencia como pueblo soberano. Pues eso.

FOTOGRAFÍA: Santiago Andreu
(en esta sección, Santiago Andreu -fotógrafo- y Francisco Gijón establecen una correspondencia artística en la que fotografías y textos se contestan creando un diálogo contractual de impresiones plásticas)


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