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miércoles, 10 de junio de 2015

GIROLAMO SAVONAROLA

Savonarola era un religioso dominico que vivía en el monasterio de San Marcos en Florencia. Allí impartía vehementes sermones sobre la pobreza y la sobriedad que se debían seguir por parte de los cristianos. Criticaba las grandes fiestas, los pecados de los jóvenes e incluso llegó a afirmar que el Papa Inocencio VIII era el pontífice más vergonzoso de toda la historia, con el mayor número de pecados y la reencarnación del mismísimo diablo.
Savonarola, con su ruda cabeza adornada de una larga nariz aguileña que a veces escondía bajo la capucha de su hábito marrón, provocaba auténtico terror entre sus fieles. Proclamaba que el fin del mundo estaba muy cerca, que se iba a producir en 1492 y, si no, hacia el año 1500. Profetizaba gravísimas pandemias que iban a exterminar a buena parte de la población.
Y sus acólitos empezaron a creerle pues, si bien los exploradores del Nuevo Mundo llevaron a América el sarampión, de allí se trajeron la sífilis. enfermedad que se extendió por la capital de la Toscana como la pólvora: el cuerpo de las víctimas se llenaba de pústulas, se les caía la carne del rostro y los enfermos enloquecían, No había señal más clara del final de los tiempos.
Todo indicaba que el monje era un auténtico profeta, un elegido de Dios, y que era el fin del mundo. 
Savonarola, por su parte, luchó contra la poderosa familia Médici mostrando que todo lo que él maldecía sus componentes lo encarnaban. Incluso en el lecho de muerte del gobernador Lorenzo de Médici, maldijo a éste haciéndole creer que ardería en el infierno. Tras la muerte de Lorenzo, Savonarola declaró a Florencia una República Cristiana y, ávido de poder, comenzaron los excesos del monje demente. Castigó la sodomía con la muerte: quemaba a esos pecadores en la piazza della Signoria o los ahorcaba en la puerta de la ciudad para que así todo el mundo los viese. Despotricaba contra los espíritus creativos del Renacimiento. Creó además eso tan conocido como "la hoguera de las vanidades". Confiscaba casa por casa todos los objetos que consideraba pecaminosos: cosméticos, espejos, libros paganos, vestidos de fiesta... e incluso instrumentos musicales.
Algunos pintores que fueron fieles seguidores del monje quemaron sus cuadros en las piras demoniacas.
Pero un buen día todo se volvió en su contra. El anunciado fin del mundo no se producía y la gente pasaba penurias económicas. El estado de la ciudad de Florencia se deterioró enormemente. Las predicciones del monje dejaron de hacer mella en sus fieles, a lo que éste reaccionó metiéndose con la propia Santa Madre Iglesia, la cual, obviamente, lo condenó: primero lo excomulgaron, luego dieron orden de arresto desde el Vaticano y finalmente hubo incluso una orden pontificia de acabar con su vida.
Pero fueron los fieles en 1497 quienes rompieron las puertas del monasterio florentino en el que se recluía: entraron, mataron a varios hermanos de su orden, se llevaron a Savonarola y lo torturaron durante semanas. Al final lo ataron a una cruz con cadenas y prendieron fuego a una hoguera en la cual lo calcinaron vivo. No contentos con ello, los restos del monje y sus cenizas fueron arrojados al río Arno, que fue el que acogió in extremis el cuerpo del monje maldito.
En aquellos tiempos no se podía permitir que quedase ni una sola reliquia de Savonarola al alcance de los fanáticos.