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jueves, 23 de mayo de 2013

LA MEMORIA HISTÓRICA Y LAS APARICIONES MARIANAS

Los que nos dedicamos a esto de contar las historias de la Historia sabemos perfectamente que los recuerdos de un acontecimiento tienen mayor parecido a una historia sujeta a revisión constante que a un bloque de información original. Lo siento mucho, pero estoy en contra del término "memoria histórica".
El ex presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, que pasó la Segunda Guerra Mundial en Hollywood rodando películas malas, describió vívidamente su papel en la liberación de las víctimas de los campos de concentración. Como vivía en el mundo del cine, parece que confundía una película que había visto con una realidad que no había vivido. En sus campañas presidenciales, el señor Reagan contó en muchas ocasiones una historia épica de coraje y sacrificio, motivo de inspiración para muchos estadounidenses, pero que nunca ocurrió... Era el argumento de la película A Wing and a Prayer, que impresiona mucho al espectador. Es fácil encontrar muchos ejemplos de este tipo en las declaraciones públicas del antedicho ex-presidente. Y no es difícil imaginar los peligros públicos que entrañan los casos de líderes políticos, militares, científicos o religiosos que son incapaces de distinguir la realidad de la ficción vivida.
Quizá, y hablo de la memoria histórica, lo que realmente recordamos es una serie de fragmentos de recuerdos mal cosidos a una tela compuesta por nuestra propia imaginación. Si cosemos con la suficiente inteligencia, conseguiremos hacernos una historia memorable fácil de recordar. Pero eso no conviene.
Siempre me he preguntado sobre las apariciones marianas.
Un caso típico, por no decir redundante, es el de una mujer o una niña campesina que dice haber encontrado a otra mujer extrañamente pequeña que se le revela como la virgen María, la Madre de Dios.  Ésta le pide a la sorprendida criatura que vaya a las autoridades civiles y de la Iglesia local y les ordene decir plegarias por los muertos, obedecer los mandamientos o construir un santuario en aquel mismo lugar. Si no acceden, los amenaza con temibles castigos. Otra veces, en épocas de epidemia, María promete curar la enfermedad, pero sólo si se cumplen sus demandas.
La testigo intenta hacer lo que le dicen. Pero cuando informa a su padre, su marido o al cura, le ordenan que no cuente la historia a nadie; es una tontería femenina, una frivolidad o una alucinación demoníaca. Así, ella no dice nada. Días después la Virgen se le vuelve a aparecer, un poco molesta porque no se ha honrado su petición. Y es que se necesita una prueba, una señal.
Así, María -que por lo visto no había previsto que tendría que proporcionar una prueba- le da una señal. Los del pueblo se convencen en seguida. Se construye el santuario. Ocurren curaciones milagrosas en la vecindad. Llegan peregrinos de todas partes. La economía local mejora. Se nombra a la testigo original guardiana del sacro santuario.
En la mayoría de casos que conocemos, se creó una comisión de investigación, formada por autoridades civiles y eclesiásticas, que pretendían atestiguar si la aparición era genuina... a pesar del escepticismo inicial, casi exclusivamente masculino. Pero el nivel de pruebas no solía ser alto, En un caso se aceptó seriamente el delirante testimonio de un niño de ocho años dos días antes de morir por una epidemia. Algunas comisiones siguieron deliberado durante décadas o incluso hasta un siglo después del acontecimiento.
No es difícil encontrar motivos posibles para inventar y aceptar estas historias: trabajo para los curas, notarios, carpinteros y mercaderes, y otros estímulos económicos para la región afectada en una época curiosamente depresiva; el ascenso de la condición social de la testigo y de su familia; nuevas oraciones para familiares enterrados en cementerios abandonados, sequía o guerras; exaltación del espíritu público contra los enemigos de la fe; mejor urbanidad y obediencia a la ley canónica y confirmación de la fe de los piadosos. El fervor de los peregrinos hace el resto.
Pero yo me pregunto, ¿por qué María siempre da órdenes a un pobre campesino de informar a las autoridades en lugar de hacer la amonestación ella misma? O al rey. O al Papa. En los siglos XIX y XX, es cierto, algunas apariciones han adquirido gran importancia: Fátima, Lourdes...
¿Son las emociones fuertes acaso un componente habitual de nuestras ensoñaciones?
Y en tal caso, ¿no podríamos poner en cuarentena esas emociones tan fuertes y ponerlas en manos de los historiadores para que hagan su trabajo científicamente y dejar de lado los prejuicios, rencores y fe de las personas para distanciar los hechos de los sentimientos? 
Pues eso.

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