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viernes, 22 de enero de 2016

SOBRE LOS MISTERIOS GNÓSTICOS

Los Evangelios gnósticos son aquellos en los que el Jesús resucitado le cuenta a los apóstoles los misterios de una ciencia que interpreta a Dios, al Universo, al ser humano y la Salvación de una manera distinta a como lo hace la Iglesia católica.
Los gnósticos se creían conocedores de una Verdad mistérica dentro del cristianismo. Eran, pues, una élite de iluminados a los que la Divinidad ha elegido para revelarles un conocimiento que dice exactamente cómo somos, de dónde venimos, qué tenemos que hacer y cómo vamos a conseguir la Salvación. Para los gnósticos, todos aquellos que no han recibido esa información sensible no se van a salvar igual. 
Para los gnósticos el Hombre está dividido en tres partes: cuerpo, alma y espíritu, siendo el espíritu la parte superior y consustancial a la Divinidad. Los gnósticos son los únicos que se consideran capaces de recibir una revelación. El Revelador es una entidad divina, es decir, Jesús, quien adopta un cuerpo aparente, solamente aparente, y todavía circula por el mundo revelándose ante sus escogidos para que acojan su doctrina revelada.  Cuando este Jesús baja, lo hace engañando al Dios del Antiguo Testamento, que es el demiurgo del otro dios mucho más elevado y alejado de la Creación y que para los hombres del siglo II quedaba muy por encima y distanciado de la realidad teológica. Los gnósticos afirman que el demiurgo o artesano divino es Yavéh, a quienes los judíos y algunos cristianos ignorantes creen el Supremo Dios, siendo que Jesús lo engaña para revelarse ante los hombres escogidos.  Y tenemos además que Yavéh es un poco tonto y se cree que él es el dios supremo. Así pues, para los gnósticos Jesús baja engañando a Yavéh y, al andar por la Tierra de los hombres, está revelando el Misterio. Pero quien muere en la Cruz no es Jesús, que es inmortal, sino un cuerpo aparente que Él ha adoptado para poder estar en el mundo terrenal. El engaño a Dios se produce cuando es asesinado y resucita contraviniendo las normas que rigen en el mundo, momento en que se produce la Revelación. 
Hubo gnósticos que, no obstante, vivieron dentro de la Iglesia. Tenemos que imaginarnos que en el siglo II estamos en un momento en el que todavía no hay ningún Concilio ni todavía ningún dogma uniforme que establezca cómo ha de ser la fe cristiana. Ni siquiera se había inventado el Nuevo Testamento como corpus de fe. 
En este ámbito es en el que los gnósticos se definen a sí mismos como élite que ha recibido una revelación singular que los sitúa por encima del resto. La Revelación gnóstica es la que hace el Dios trascendente para transmitirle al fiel quién es en realidad, de dónde viene su parte más importante, que es el Espíritu, de qué modo se es consustancial (es decir, de la misma sustancia) con la divinidad y lo que hay que hacer para salvarse. 
Cabe destacar que a los gnósticos no les preocupaba la salvación de los demás cristianos, sino la suya propia. Ya digo que eran tremendamente elitistas.
Jesús les dice: "Despiértate. Cae en la cuenta de que eres divino. Libérate de la materia, libérate del cuerpo. Abandona lo carnal y aspira solamente a lo de arriba, porque arriba te está esperando tu contrapartida. Apresúrate a irte Arriba".  Eso es la gnosis.
Así, los Padres de la Iglesia nos cuentan que hubo algunos gnósticos que, como la vida terrenal no les importaba nada, aprovecharon para entregarse a todos los placeres físicos de la Tierra.
Dentro de los Evangelios gnósticos o apócrifos, no obstante, hay que distinguir entre los de Nag Hammadi y el resto. El resto incluyen datos sobre la infancia de Jesús, no así los de Nag Hammadi.
En general los apócrifos del Antiguo Testamento (que también los hay) y los que hablan también de Jesús y su vida oculta se producen en la cuenca del Mediterráneo, en la parte oriental en un lapso de tiempo que va desde el 150 (el evangelio de Pedro, del cual se ha perdido casi todo y que curiosamente no habla del Jesús niño sino de la Pasión y Resurrección, está en torno al 130) hasta el siglo VI.
En líneas generales, estos evangelios son muy importantes para conocer cómo estaba el ambiente de la Iglesia, cómo era la teología del pueblo, qué le interesaba, qué opinaba de Jesús, pero no, evidentemente, como una fuente histórica de primera mano, ni siquiera filosófica, dado su carácter legendario y su lejanía en el tiempo con respecto a los hechos que pretenden glosar.
Todos esos milagros portentosos que aparecen en los apócrifos (véase en el de Tomás cómo Jesús niño mata a otro niño y luego lo resucita o modela pájaros de arcilla y luego les da la vida) tienen una filosofía detrás: demostrarle al pueblo cristiano que el Jesús adulto que hace tantos milagros en los Evangelios Sagrados (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) tenía los mismos poderes cuando era niño. Si el Jesús niño tenía la misma sabiduría, los mismos poderes y hacía igualmente milagros, el héroe Jesús lo fue desde el principio, no sólo en su edad adulta.
La gran criba de textos oficiales y no oficiales del Concilio de Nicea (425) entendía que los apócrifos también eran un alimento piadoso para el pueblo mucho más recomendable que cualquier otra lectura pagana. Ahora bien, la Iglesia siempre tuvo claro desde el principio (mediados del siglo II) que fuera de los cuatro evangelios que componen el Nuevo Testamento, los otros no eran trigo limpio y que había que considerarlos simplemente como bellas historias de pasatiempo. Algo muy distinto era cuando se presentaba un evangelio apócrifo en el que se presentaba a Jesús en su vida adulta proclamando que era un simple hombre, hijo natural de José y de María y que el Espíritu Santo fue una fuerza exterior que se apoderó de él en un momento determinado y lo arrastró a tomar las aguas de Juan el Bautista porque era un pecador; eso ya era herejía. Esos evangelios también existieron y fueron banderas teológicas de corrientes heréticas. 
El Evangelio de Judas, último que ha sido publicado, es una traducción al copto del griego original que fue restaurado con técnicas filatélicas. Trece planchas dobles con el relato secreto de la Revelación que Jesús le contó a Judas Iscariote durante una semana. Cabe señalar que el copto es la lengua egipcia de los siglos II y III después de Cristo.
¿Cuáles fueron los textos más cercanos a la propia voz crística? En teoría, los LOGIONES (LOGIA IESU), 140 frases que teóricamente sí salieron de su boca. 
No hay que interpretar sistemáticamente que lo que fue olvidado era mejor. Simplemente era distinto.
Recuperar textos inéditos y reabrir debates en el ámbito de la teología siempre es bueno y enriquecedor. Mientras tanto nos quedará siempre una reflexión: en esas arenas de Egipto donde tanto nos queda por descifrar y descubrir han surgido auténticas bibliotecas, como la gnóstica de Nag Hammadi o los rollos del Mar Muerto. ¿Cuántas seguirán durmiendo bajo la arena?