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martes, 24 de noviembre de 2015

LO QUE ALGUNOS NO CUENTAN DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

En 1788, las dificultades financieras del gobierno francés, sumadas a la negativa de la Asamblea de notables a renunciar a sus exenciones fiscales, obligaron a Luis XVI a convocar los Estados Generales. Éstos tenían como misión controlar la creación de nuevos impuestos o la subida de los ya existentes para superar la crisis. La política absolutista de los dos anteriores monarcas (Luis XIV y Luis XV) había prescindido de ellos por no necesitarlos, pero ahora tocaba apretarle el cinturón al país.
Durante la convocatoria de los Estados Generales, un tal Sièyes publicó un librito titulado ¿Qué es el Tercer Estado?, en el que aventuraba un posible cambio político centrado precisamente en el citado estamento. Así, cuando los Estados Generales se reunieron en Versalles el 4 de mayo de 1789, los representantes del Tercer Estado decidieron desafiar las votaciones por estamentos, lo cual implicaba una transformación esencial del modelo político. El gran protagonista de esta maniobra fue un hombre llamado Honoré Gabriel Riqueti, conde de Mirabeau. Mirabeau capitaneó la transformación del Tercer Estado en una Asamblea Nacional con poderes legislativos. Luis XVI no reaccionó ante el desafío y el impasse fue aprovechado por Camille Desmoulins, quien condujo a las turbas a París hasta la cárcel de La Bastilla el 14 de julio de 1789. Este episodio, que sería idealizado y convertido en todo un símbolo del pueblo sublevándose ante la tiranía, fue en realidad mucho más decepcionante de lo que muchos piensan todavía hoy. En La Bastilla sólo había cuatro presos y la sangre que derramaron las turbas fue en su mayoría la de no pocos inocentes que tuvieron la desgracia de cruzarse en su camino. De lo que no cabe duda es de que Francia estaba viviendo un proceso abiertamente revolucionario.
Como en todo proceso de estas características, no tardó en crearse una fuerza armada leal. Así fue como nació la llamada Guardia Nacional a las órdenes de La Fayette, un ex combatiente de la Revolución Americana. En octubre de 1789 Lafayette se dirigió a Versalles y persuadió a los reyes para que abandonaran el palacio real y se trasladaran a París "para acercar a los monarcas al pueblo". En realidad su intención no fue otra que poner a Luis XVI y a María Antonieta al alcance del populacho.
Durante los meses siguientes, tanto Mirabeau como La Fayette representaron su papel esencial en un proceso que, teóricamente, estaba conduciendo a Francia por un sendero constitucional semejante al británico. Pero no era así. En el verano de 1790 se produjeron diversos motines en distintas guarniciones donde los soldados se quejaban de la disciplina militar. Inicialmente, el marqués de Bouillé, encargado por la Asamblea de acabar con aquella situación, recurrió a las promesas. Sin embargo, al final no tuvo más remedio que poner orden deteniendo a algunos de los sublevados y ejecutando a veinticuatro de ellos. La ocasión fue aprovechada por los miembros más radicales de la Asamblea para debilitar la posición de Mirabeau, y fue ahí cuando salieron reforzadas las dos figuras que con más vehemencia se oponían a la consecución de un sistema político como el inglés: los revolucionarios Marat y Danton. Marat no creía en el parlamentarismo británico; abogaba por un cambio político mucho más radical.
En abril de 1791 tuvo lugar la muerte de Mirabeau y la revolución se radicalizó todavía más. En junio, Luis XVI y María Antonieta intentaron huir de Francia, pero fueron capturados en Varennes cuando se encontraban a menos de un kilómetro de la frontera. El 17 de julio se celebró en el Campo de Marte una manifestación popular contra la monarquía. Un año después, el 20 de junio de 1792, las turbas irrumpieron en las Tullerías, donde estaba recluida la familia real, y obligaron al rey a ponerse en la cabeza el gorro rojo, símbolo del radicalismo revolucionario. El sector más extremo, los jacobinos, vio entonces llegado el momento de proclamar la República, por lo que hicieron un llamamiento a Marsella para que les enviara un cuerpo de voluntarios con los que respaldar un pronunciamiento definitivo. Los soldados, al mando de François Joseph Westermann, llegaron a París entonando un himno compuesto por Rouget de Lisle titulado Chant de l'Armée du Rhin, hoy conocido como La Marsellesa. El 10 de agosto, los voluntarios marselleses asaltaron las Tullerías y llevaron a la familia real a la prisión del Temple. Al día siguiente, la Asamblea declaró depuesto al rey y, jornadas después, proclamó la ansiada República.
En contra de lo que se podía esperar, en lugar de paz y concordia, vino al país una represión desencadenada por los revolucionarios contra todos aquellos individuos considerados por ellos sus enemigos. Se trató de la búsqueda y exterminio de segmentos enteros de la sociedad. Por ejemplo, el 2 de septiembre, los revolucionarios irrumpieron en la prisión de la Conciergerie y asesinaron a varios aristócratas, así como a otros supuestos "enemigos" de la Revolución. Podemos decir que todo el que no comulgase con el más radical extremismo fue sistemáticamente represaliado en medio de un auténtico océano de sangre. Aparece en este momento el artefacto inventado por el doctor Guillotin, no sólo para aliviar los sufrimientos de los condenados a muerte, sino también para optimizar el rendimiento de los cadalsos implementando su capacidad de ejecuciones.
Felipe, duque de Orleans y primo de Luis XVI se había vinculado con la Revolución desde su estallido. Fue elegido diputado a la Asamblea nacional y se unió a los jacobinos, el grupo más radical. Acto seguido renunció a su título nobiliario y adoptó el nombre de Felipe Igualdad.
En enero de 1793, el gobierno revolucionario decidió someter a Luis XVI a un proceso, acusándolo de traición (peculiar cargo si tenemos en cuenta el comportamiento de los revolucionarios con respecto al sistema establecido a lo largo de los últimos cuatro años). El proceso se desarrolló ante los más de setecientos diputados de la Convención, la cual había sustituido a la Asamblea nacional. A la tercera semana de aquel mes, la Convención encontró al rey culpable por 426 votos a favor y 278 en contra. Cuando se discutió la pena que debía imponérsele, 387 votaron a favor de la muerte y 314 propusieron la cárcel (entre los partidarios de la pena capital estaba Felipe Igualdad, por cierto). Llegados a este punto, un diputado propuso diferir indefinidamente la ejecución de Luis XVI. La propuesta fue derrotada POR UN SÓLO VOTO DE DIFERENCIA: el de Felipe Igualdad. El 20 de enero se presentó una moción favorable a ejecutar al rey de manera inmediata y por 380 votos a favor frente a 310 en contra, Luis XVI fue guillotinado al día siguiente.
Tras la muerte del rey en la guillotina tuvo lugar una espectacular persecución religiosa, una represión terrible en la Vendée y el periodo del Terror. Ningún monarca europeo había cometido jamás semejantes excesos ni tampoco realizado ejecuciones sumarias ni encarcelado a tantas personas. Pero la Revolución tampoco concluyó con el establecimiento de un sistema político concebido sobre términos de libertad, igualdad y fraternidad, como muchos suponen. Su consumación fue más bien una dictadura militar que acabó encarnada en Napoleón Bonaparte.

Por todo esto que les he contado, cuando un profesor universitario (que sabe perfectamente cuál fue la verdadera historia de la Revolución Francesa) se mete a político y realiza afirmaciones como las del vídeo de abajo para adoctrinar a las masas, uno se siente, cuando menos, preocupado.