No hay fórmulas, no hay recetas. Aprende y espabila. Ten paciencia, pero no dejes de impacientarte todos los días. Ten paz, pero no dejes a nadie en paz.
No te engañes: no podrás robarle a ningún autor el secreto en media hora, salir de él con la fórmula y la alquimia para fabricar oro, aunque sea oro falso o calderilla de oro.
Esta profesión es una larga paciencia, una suerte de paciencia impaciente. El que más o menos llega a algo no acaba en posesión de ninguna verdad absoluta ni ha descubierto la piedra filosofal.
Piensa en el público. El público no devora libros, canciones, historias o imágenes. El público devora seres vivos. El hombre necesita comerse al hombre. Van al cine, no a seguir una historia, sino a devorar a un actor o a una actriz. No basta con los libros. Interesa el autor. Hay que verlo, tocarlo, comérselo. No basta con los miles de cuadros de Picasso. Hay que ver a Picasso y devorarlo en calzoncillos o con su camiseta desangelada. Hay autores de éxito que se dejan masticar bien. Si no eres comestible, digerible, nutritivo, ya te puedes morir de hambre. Para comer de este oficio hay que dejar primero que te coman. Hay que saber a algo.
La antropofagia intelectual es un hecho. Detrás del arte, como de la política, está la búsqueda de la persona. Es imposible abolir el culto a la personalidad. El hombre necesita del hombre porque la humanidad se alimenta de sí misma. Ningún relato, geografía o paisaje es nada si no se le pone condimento humano. La gente está tan perdida, tan sin destino, que necesita el ejemplo de los que considera grandes en los suyo, aunque no lo sean. Se persigue al triunfador, al glorioso, al que parece que tiene un destino, aunque no lo tenga. Por eso los artistas solemos pecar de engreimiento. Nos hacemos la cabeza comenzando por el peinado. Nos hacemos la imagen antes que la obra.
Por eso yo creo mucho en el trabajo. El trabajo como juego. El trabajo es fundamental. El día, afirma un querido amigo mío, tiene muchas horas. Es cierto. No las pierdas. Las clases superiores, históricamente ociosas, han llegado a la decadencia y al ridículo porque raramente supieron hacer del ocio una obra de arte, y porque el ocio es delito y crimen cuando el trabajo de los demás no es placentero. No trabajes para ganar mucho dinero que pague tus ocios. Escribe para seguir escribiendo.
Y escribe bien.
El buen escritor no hace una buena novela. La buena novela es la que hace al buen escritor. Uno es más listo cuando trabaja mucho porque se da cuenta de que la obra tira de nosotros, nos aguza, nos afila, nos mejora.
Trabaja duro, ten paciencia y hazte comestible. El resto irá viniendo solo, sin prisa, pero sin pausa. No te precipites. No empieces la casa por el tejado. Sé comestible y échale horas.
Y olvídate de los cantos de sirena: son mentira.