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domingo, 7 de diciembre de 2014

DE LA GENERACIÓN DEL 98 A LA DEL 14

En el alto grado alcanzado por la cultura española desde finales del siglo XIX hasta la Guerra Civil debe ser tenido en cuenta el esfuerzo de europeización, en todas sus formas y técnicas, tanto filosóficas como estéticas.  Ello, además, se lleva a cabo sin menoscabo de otro gran esfuerzo por reconocer nuestra peculiaridad como nación. España produce la cultura de alto nivel, cuya mejor muestra no fue otra que la fantástica acogida que tuvo "lo español" en toda Europa.
Los frutos conseguidos revisten una densidad y una calidad sólo comparable a la del Siglo de Oro. Europa tendrá que contar por fuerza con la densa creación llevada a cabo por la "generación del 98", por los "hombres de 1914" y por la "generación del 27", así como con la rebeldía y contemporaneidad de un elenco de figuras de primer orden, como García Lorca, Jacinto Benavente, Alberti, Aleixandre, Miguel Hernández, Luis Buñuel, Menéndez Pidal, Ortega y Gasset, Marañón, Unamuno, Ignacio Bolívar, Pau Casals, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Sorolla, Picasso, Dalí...
Comenzaremos por los movimientos culturales cuya aparición viene provocada, en parte, por la crisis española de finales del siglo XIX: regeneracionismo y generación del 98, que, a su vez, representan una renovación de corrientes anteriores.

 "Después de medio siglo de asonadas, pronunciamientos, manifiestos, revoluciones, fusilamientos, cambios de Régimen y de dinastía, proclamación de constituciones.... seguimos lo mismo que estábamos: el pueblo gime en la misma servidumbre que antes, la independencia no ha entrado en su hogar, su mísera suerte no ha cambiado (como no sea para empeorar) en lo más mínimo... ¿Sabéis por qué?  Porque la libertad no se cuida con más que con escribirla en la "Gaceta"... porque no vieron que la libertad sin garbanzos no es libertad... y por tanto el que tiene el estómago dependiente de ajenas despensas, no puede hacer lo que quiere, no puede pensar lo que quiere, ni puede el día de las elecciones votar a quien quiere".  (Joaquín Costa).

Veremos el regeneracionismo -en sentido muy restringido- como crítica al estancamiento económico y al sistema caciquil de partidos turnantes salido de la Restauración.  Tampoco debe olvidarse el revulsivo de la catástrofe del 98, que actuó sobre el comportamiento e ideas de una gran parte de la burguesía, de los propietarios agrícolas, de los pequeños comerciantes... que se sentían enteramente frustrados... Su figura más importante fue Joaquín Costa, con quien aparece una formulación clara del movimiento regeneracionista.
Costa era hijo de campesinos del Alto Aragón; amargado por un físico contrahecho y por una vida durísima, comienza a estudiar el Bachillerato a los 18 años.  Costa es un historiador social y del derecho de gran valor; es un jurista, un sociólogo, un político, un hombre que merece todo respeto.  Ante todo, es un patriota obsesionado por las raíces históricas del atraso español y del desastre de 1898; un crítico severo y meditado.  Escribió más de cuarenta volúmenes de gran valor; laborioso; trabajaba cerca de 17 horas diarias.  Hostigado por tres constantes: pobreza, soledad y enfermedad, que formaron la trama de su vida.  No hay pocas razones para llamar a Costa "el gran frustrado", ya que no encontró cauce para sus talentos excepcionales.
En aquella sociedad que no le iba, lo que anheló no lo consiguió.  Su ideología republicana le cerró el camino a las oposiciones a cátedra, y fue despojado de La Solana, como el dice, por "caciques, jueces, curas, obispos...".
Costa parte de nociones krausistas: primacía de la sociedad frente al Estado, crítica del liberalismo doctrinario, preocupación por las cuestiones sociales, concepción organicista...
Su obra "Oligarquía y caciquismo" es un análisis sociológico del Estado de la Restauración.  No es una monarquía parlamentaria, sino un absolutismo oligárquico, colocado por encima y enfrente del pueblo  Esta capa directora, que, según Costa, debería estar entre rejas en Ceuta, en un manicomio o sentada en los bancos de una escuela, es ajena a la nación y no ha hecho nada; estaba compuesta por tres grupos principales: oligarcas dirigentes de los partidos, caciques y gobernadores civiles.  Frente a esta situación, la única solución es la que Costa llama "revolución desde arriba" (no identificable, por supuesto, con una revolución popular desde abajo).  Los fines serían fundamentalmente:

-europeización de España.
-desarrollo educativo.
-autonomía local.
-política hidráulica y forestal.

 Respecto a los problemas sociales, la solución teórica de Costa consiste en la restauración de la tradición española del colectivismo agrario: beneficiar los bienes comunales o municipales, enderezando de esta forma la labor despilfarradora de la desamortización, cuyo fin era la propiedad privada de la tierra.
Su obra tiene numerosos precedentes en los héroes burócratas del despotismo ilustrado de Carlos III y en Flórez Estrada, que a mediados del siglo XIX propuso una reforma de los proyectos desamortizadores basada en la extensión de la propiedad comunal.  Había que quebrar a los caciques locales, causantes de la pobreza agraria para conservar su influencia política sobre los pobres.  Costa quería sustituir el patriotismo retórico (170 discursos sobre la educación en 1885 y ninguna reforma) de los políticos leguleyos por el patriotismo del trabajo duro.
En su actividad práctica, aunque no se planteó el problema de la conquista del poder, trató de construir una Unión Nacional de Productores, que llevara su programa a una cruzada de las "clases productoras" contra los oligarcas; pero la inexistencia de estas "clases neutras" con clara conciencia política, hizo fracasar sus proyectos de reducción de presupuestos de marina, ejército y administración pública y de inversión en educación moderna y técnica y en una reforma agraria.  Las clases neutras eran un mito, pues sólo había un grupo de tenderos egoístas, ya que las grandes reservas estaban empezando a ser manejadas por socialistas y anarquistas, pero con objetivos harto diferentes.  La revolución apocalíptica de Costa se queda en un modesto reformismo.
Así, pues, la crítica constructiva dejó paso al pesimismo, a la "incapacidad" generalizada, típica de estos años que rodean a 1898.
En sus últimos años, Costa (un poco convertido en el "Goya del mundo económico y político") evoluciona hacia posiciones prefascistas: necesidad de un "cirujano de hierro", de un dictador, para resolver los problemas del país.  Claro está que Costa se refería más bien a una dictadura desde el lado del espíritu, jurídica, "tutelar", aunque esto se avenía muy mal con el sentido de la libertad en la enseñanza, en las letras.
Otros regeneracionistas como Costa (el "costismo" influirá en los hombres del 98, e incluso en los de 1914) consideran al pueblo como un menor de edad y atacan al parlamentarismo, a los partidos turnantes y a otras formas en que se expresaba el poder desde los años de la Restauración.
Lucas Mallada, ingeniero, cientifista y empírico, ataca una serie de mitos, como el de que España es un país rico.  Hace un llamamiento a todos los españoles honrados para atacar la ruindad de los partidos políticos, el caciquismo, absentismo, emigración, mala administración, falta de riegos, de caminos, de capitales, de crédito... (léase su libro "Los males de la patria y la futura evolución española", que no tiene desperdicio).
Ricardo Macías Picavea critica muchos puntos ya señalados por Costa y Mallada, añade el teocratismo, el cesarismo, la incultura, la vagancia y la desviación de la historia de España desde la venida de los Austrias.  Ataca a los caciques, propone cerrar las Cortes por diez años, aplaude el corporativismo y los gremios; son claros sus tópicos prefasciscas.  Al calor del desastre colonial, publicará su libro "El problema nacional".
Más nostálgico, antidemócrata basado en el positivismo europeo y pesimista (creía que los obreros degeneran) es la obra de Damián isern: "Del desastre nacional y sus causas".
También nostálgico del tiempo pasado y crítico del tiempo presente es el senequista Ángel Ganivet, a cuyo "Idearium español" no interesan los elementos ideológicos de la sociedad liberal burguesa.  Se quea antes con el artesano que con el fabricante o el obrero; patriarcal, arcaico, precapitalista y anticapitalista, era un hombre muy de su tiempo, cuyos ensayos apuntan al mañana en ideas y valores o vuelven la cabeza hacia el ayer; su esteticismo no se abre sobre el porvenir.  Este hombre, que terminó su vida suicidándose, dirá que "España se halla fundida con su ideal religioso" y que "el Derecho es una mujerzuela flaca y tornadiza".
En otro lugar nos hemos referido, aunque no con la extensión que quisiéramos, a diversas personalidades del pensamiento y la cultura catalanas; volvamos a recordarlas por su parentesco con el regeneracionismo: Valentín Almirall, Joan Margall, Entique Prat de la Riba, Ángel Guimerá, Jaume Rosignol y Pompeu Fabra.  Una visión de la cultura, sin tener en cuenta la presencia de estas personalidades, resultaría mutilada.
 Mientras aletea la imagen costina de una España vagabunda, un grupo de escritores, nacidos en los años 70 del siglo XIX, pone en tela de juicio los  tópicos y dogmas hasta entonces establecidos.
Refiriéndose Pío Baroja a la "corrupción organizada" de los hombres de la Restauración, dirá que España se entregó a ellos no como una mujer a su amante, sino "como una golfilla a su chulo". Unamuno tampoco tenía reparo en calificar de "asnos" a sus antiguos profesores.  Para los intelectuales y artistas conocidos con el nombre de "generación del 98", la sociedad y la cultura oficiales eran vacías, degradantes, retóricas.  Está claro que el grupo noventaiochista parte en su labor cultural de los postulados regeneracionistas.
La fecha de 1898 es todo un símbolo de la historia y de la coyuntura histórica es grave; el sistema de partidos políticos turnantes hace aguas; la oligarquía y el caciquismo, asentados en la viejas estructuras agrarias,son algo contradictorio con el crecimiento de la industrialización y el aumento de la masa asalariada.  Además se han perdido las últimas colonias, así como la guerra con los Estados Unidos, ye l espíritu nacional está desalentado.  Parodiando, sin duda, aquella frase de la época de Felipe II, se referirá Tuñón de Lara al "golpetazo sentimental que supone que, tras el Tratado de París, el sol de España sale cada mañana por las costas levantinas y se pone cada tarde por los encinares medio ralos de Extremadura y las rías gallegas; ni más ni menos".
En esta auténtica situación de crisis "no vale lo que antes ha valido", y, por tanto, se impone su sustitución. La fecha de1898 es apropiada para estimular el pensamiento nacional, pero también lo es para criticar los valores raciales de una forma negativa y doliente.
Examinando el mito y la realidad del grupo del 98, dirá Tuñón que no se puede identificar a estos hombres con el institucionismo, con el laicismo, ni con el demoliberalismo, como han hecho muchos liberales en su intento antihistórico de proponer como modelo contemporáneo lo que fue una apertura intelectual hace casi 110 años.
Otros, los ultraconservadores o nacional-católicos, intentan marginar a los hombres del 98 de la tradición cultural española bajo la acusación de heterodoxia.
La "generación del 98" no es puramente la expresión de una concepción del mundo, ni tiene un cuerpo cerrado de doctrina, ni forma un movimiento dotado de un programa, ni tiene una influencia política directa.  Son, eso sí, un grupo de jóvenes que se hacen cuestión de su país y de su tiempo en su totalidad, que les duele España, que critican lo negativo.  El propio año 1898 aglutina las rebeldes individualidades de esas altas figuras culturales que se preguntan por la razón histórica de España y por su destino, planteando una crítica que, dentro de sus aspectos más negativos, encerraba una poderosa afirmación...  Son algo más que lo que diría el propio Pío Baroja: un grupo de bohemios cerriles, holgazanes, rebeldes y malhumorados, resentidos contra el sistema que les excluía.
 Existen algunos datos convivenciales que nos permiten hablar de una coincidencia más o menos grande entre los miembros de este grupo.  En primer lugar, y siguiendo con el fenómeno ya advertido en la época del naturalismo, los hombres de la "generación del 98" son españoles de regiones periféricas: gallegos, vascos, levantinos, andaluces: Unamuno (nacido en Bilbao en 1864); Baroja (San Sebastián, 1872); Ganivet (Granada, 1865); José Martínez Ruíz, Azorín (Monóvar, 1873); Gabriel Miró (Orihuela, 1879); Ramiro de Maeztu (Vitoria, 1875); Manuel y Antonio Machado (Sevilla, 1874 y 1875); Juan Ramón Jiménez (Palos de Moguer, 1881).
Los hombres del 98 protestan como los modernistas, pero a diferencia de éstos, que protestaban por la literatura "satisfecha" de la Restauración, inspirados por el poeta nicaragüense Rubén Darío, la protesta de los del 98 era ética y social y se derivaba de una consideración del pasado español y del presente europeo.  En todos ellos, bien en un lenguaje minoritario, claro o polémico, la lengua castellana alcanzará un extraordinario nivel de fuerza expresiva y de pureza formal, tanto en el ensayo y la novela como en la poesía lírica.
Entre ellos se van estableciendo unos lazos de convivencia, sobre todo en las tertulias y en las revistas.  Valga esto como un hecho ante la prolija erudición de enumerar a docenas de autores que colaboran relacionándose en multitud de revistas.  Son, por otra parte, hombres que suelen proceder de las clases medias del país, y aunque han pasado relativas estrecheces, han tenido facilidad para el acceso a la cultura.
Las influencias que reciben son europeas y modernas.  Leían, entre otros, a Balzac, Flaubert, Stendhal, Tolstoi, Barrey d'Aurevilly (Valle-Inclán), Montaigne (Azorín), Nietzsche, Shopenhauer, Renan, Tain, Darwin, Max Nordau...  Conocida es la influencia de Hegel, Spencer, Ferri, Kirkegaard y Marx en Unamuno. Casi todos ellos viajan a París, ciudad que les influye con su clima cultural y político.
Además, en España se benefician de Giner, Pi, Benot, Costa, Galdós, Juan Bautista Amorós, etc.  Esto nos obliga a no exagerar la nota de autididactismo aplicada a los hombres del 98.
La parte más considerable y significativa de su obra aparece entre 1898 y 1914, esto es, coincidiendo con la crisis espiritual de comienzos de siglo, a la que responden con una actitud culturan en conjunto.  "España" es su tema, y el "Así no se puede seguir", su interpretación.  España es repensada en su ayer, hoy y mañana, y es sentida con ganas de una renovación a través del redescubrimiento, la crítica y el amor.
Hay que repensar a España, rehacer su escala de valores, y para ello hay que conocerla.  Ya no sirven la política caciquil, ni el aparato externo eclesiástico; no sirven Otumba y Lepanto, no sirven Echegaray, Núñez de Arce o Campoamor.  Lo que sí interesa es el pueblo en vivo, la intrahistoria y al anticaciquismo; sí interesa Berceo, el Arcipreste de Hita, el Greco, Larra...  Celebran los éxitos de Galdós, visitan la tumba de Larra, se alegran con las publicaciones de Baroja o Unamuno y protestan violentamente por concedérsele el Premio Nobel a Echegaray.
Unamuno nace en Bilbao en 1864; huérfano a lo seis años, comienza el bachillerato a los once.  Estudia Filosofía y Letras en Madrid, doctorándose en 1885; vuelve a Bilbao, donde da clases y se casa con Concha Lizárraga. Saca las oposiciones a la cátedra de griego en Salamanca en 1891. En 1894 ingresa en el Partido Socialista y colabora en el periódico "La lucha de Clases", de Bilbao.  En 1895 publica "En torno al casticismo".  Dos años después sufre una crisis religiosa, abandona el Partido socialista y escribe "Paz en la guerra". En los años siguientes, y siendo rector, colabora en "La Nación", de Buenos Aires, y publica "Amor y pedagogía", "Vida de don Quijote y Sancho", "Por tierras de Portugal y España", "Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos", "Niebla", "El cristo de Velázquez" (poema), "Abel Sánchez", "La tía Tula", "Andanzas y visiones españolas"...  Entre tanto, no se ha hecho grato ni al trono ni a los militares. Primo de Rivera lo exilia en 1924, y no volverá a España hasta 1930, en que es recibido apoteósicamente.   Mientras, ha escrito "La agonía del cristianismo", "Cómo se hace una novela", etc.  Diputado a Cortes en 1931, muere el 31 de diciembre de 1936 en "su Salamanca".
En la imposibilidad de comentar sus obras sobre pensamiento, teatro, personajes, comentarios, crítica, poesía, novela... dediquemos unas breves líneas a este gran escritor que cabalga la fecha de 1900.
Unamuno es, después de Goya, el más europeo de los españoles y una de las personalidades (si no la primera) de más relieve y significación de la cultura literaria contemporánea.  Después de una intensa actividad socialista pasará a una actitud anticientífica e irracionalista, expuesta en su obra "Del sentimiento trágico de la vida".
Su nueva filosofía tiene como sujeto y objeto al hombre concreto, "de carne y hueso que nace, sufre y muere -sobre todo, muere-, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano".  A este hombre trata de darle una concepción unitaria y total del mundo.  La esencia de este hombre es el "hombre de inmortalidad", que le introduce en la lucha, dividiéndole en dos partes: la razón, que demuestra la mortalidad del alma, unida al cuerpo, cuyo destino sigue, y el corazón, que necesita la inmortalidad y la existencia de dios como medio de conseguirla; el hombre anhela perdurar, continuar siendo él mismo y poseer todo a la vez: "No es ser poseído por Dios, sino poseerle, hacerme yo Dios sin dejar de ser el yo que ahora os dice esto".  Su exigencia hace surgir a Dios: "Creemos que Dios existe por querer que exista".
La lucha entre razón y corazón hace surgir el dolor, la congoja, esencia de la persona y del universo todo.  La congoja es el momento de autoconocimiento del hombre (similar a la angustia de Heidegger y a la náusea de Sartre), el sentimiento originario del espíritu humano.
La concepción de Unamuno desemboca en el irracionalismo y el anticientifismo: "Todo lo vital es irracional y todo lo racional es antivital, porque la razón es esencialmente escéptica".
De aquí que Unamuno (quien en 1898 tenía más lucidez que sus compañeros de grupo) comience, a partir de esta fecha, a separarse de toda labor de reconstrucción nacional, europeizante:

“Y vosotros ahora bachilleres Carrasco del regeneracionismo europeizante, jóvenes que trabajáis a la europea, con método y crítica..., científicos, haced riqueza, haced patria, hacer arte, haced ciencia, haced ética, hacer o más bien traducid sobre todo cultura, que así mataréis a la vida y a la muerte.  ¡Para lo que ha de durarnos todo!...”

Unamuno comenzaba a ser un hombre con fin en sí mismo, lo que indirectamente suponía no participar en los destinos colectivos.

 José Martínez Ruíz nació en Monovar en 1873.  Hijo de un abogado, se cría en ambiente de clase media con visos intelectuales y cierto desahogo económico.  Estudia en Valencia y vive el mundillo universitario y republicano; frecuenta redacciones, tertulias y librerias de viejo.  Viaja por Granada y Salamanca, y en 1896 cae por Madrid.  A partir de esta fecha salen de su pluma "Charivari", "Alma castellana", "La voluntad", "Las confesiones de un pequeño filósofo", "Los pueblos", "La ruta de Don Quijote".  A partir de 1908 se hace conservador, abandona su republicanismo con matices y "sienta la cabeza"; escribirá una obra inmensa y de gran valor hasta 1967.
Los primeros atisbos novelísticos de Azorín comienzan con "La voluntad", novela de la abulia y el fracaso, perfectamente enmarcada en el liberal 98.  Como decía Dámaso Alonso, "a los héroes tempranos de Azorín y Baroja les une un mismo rasgo psicológico: la crisis de la voluntad.  Esa desilusión, ese escepticismo, no son sino un reflejo sobre lo individual de la atonía nacional en esos años del cambio de siglo".
Azorín representa para sus coetáneos del 98 al artista de fina sensibilidad de comentario, de los clásicos y del paisaje; sobre todo del paisaje castellano, en el que los personajes resultan insignificantes.  Pero Azorín también (y porque todavía no se ha hecho diputado maurista) es despedido de "El Imparcial" por descubrir la tragedia de los campesinos andaluces.
 Pío Baroja es el novelista del grupo.  Nacía en San Sebastián en 1872, hijo de un ingeniero de minas.  Estudiará medicina en Madrid. Médico rural en Cestona, se vuelve a Madrid dos años después (1896).  En esta fecha comienzan sus actividades literarias y periodísticas, simultaneadas con la regencia de la panadería de su tía.  Escribe colaboraciones, y en 1900 salen de su pluma "Vidas sombrías", "La casa de Aizgorri", "Camino de perfección".  Vivirá de su oficio de escribir novelas, muy conocidas por todos.  Elegido académico, moría en 1956.
Baroja es un maestro en el arte de la narración de todos los tiempos. Entre cínico y campechano, rudo e ingenuo, iconoclasta e inocente, Baroja es el escritor de más talento del grupo del 98.  Era un intelectual anarquista nato, que rechazaba todas las jerarquías.  Ya en sus primeros escritos, el hombre deshecho e inadaptado, errabundo y psicopático, emerge en el paisaje que también don Pío contribuye a descubrir.  A Baroja no le interesa el hombre real enmarcado en la sociedad, sino el aventurero, el pícaro, el hampón, el caso raro.  Él había escrito: "Todo lo que tiene el liberalismo de destructor del pasado me sugestiona...".  Baroja está dominado por la superstición de lo científico, y se olvida del hombre de carne y hueso.  En contra de la mayoría de los intelectuales, se declara germanófilo en la Primera Guerra Mundial.  Baroja, como hombre del 98, percibe también el paisaje y comparte su patriotismo difícil, pero e distancia cada vez más del quehacer común del grupo y se adentra en una circunstancia extremadamente individualizada.  Y así seguía ese genial novelista a los 65 años, en que tenía que escribir artículos de prensa para ayudarse a vivir, como en sus tiempos mozos.
Maeztu nace en Vitoria en 1874.  Transcurre su infancia en una familia social superior, que no tardará en arruinarse. Viaja por Francia y Cuba y regresa a Vitoria.  Llega a Madrid en 1897, donde se funde con el grupo del 98.  Fruto de esta época son sus numerosos artículos y su libro "Hacia otra España", noventaiochista y regeneracionista. Vive largos años en Inglaterra, donde se casa, siendo embajador de España en Buenos Aires en tiempos de Primo de Rivera.  en estos momentos su evolución queda perfilada como se percibe en sus obras "La crisis del humanismo", "Don Quijote, Don Juan y la Celestina" y "Defensa de la Hispanidad".  Presidente de la Acción Española, muere asesinado en Madrid en 1936.
En un primer momento, tenemos el Maeztu crítico del sistema montado por la Restauracion, al que ataca sin piedad, arremetiendo contra valores tópicos.  “Las mayorías -escribe- están a merced de las minorías, y como el gobierno de la minoría es el núcleo del gobierno parlamentario, esto significa que no comprenderemos al gobierno parlamentario”.  Su crítica es implacable para con los responsables del desastre de 1898, y sólo ve una renovación en los sectores más avanzados de la burguesía.
Maeztu se marcha de España, se distancia de los hombres y del significado del 98, y comienza sus concepciones transpersonalistas: el hombre debajo de los llamados objetivos: patria, fe, idioma, cultura (destino de la Hispanidad de la Edad de Oro).
Maeztu será un pensador apasionado, emotivo, sincero y retórico.  El Ramiro que predicaba con sus ensayos la imitación de la ética del dinero de vascos y anglosajones se convierte en un apologista de Primo de Rivera y en un fascista católico.  De los pocos intelectuales desafectos a la República, lanzará el grito semicarlista: “Combatamos a nuestros padres con nuestros antepasados”.
Maeztu había ido cambiando sus lemas hasta convertirse en uno de los pocos intelectuales de derechas, que afirmará "la primacía de las cosas" sobre "la primacía del hombre".  Sustituye la "libertad, igualdad y fraternidad" por "servicio, jerarquía y humanidad".  Este reflejo de "defensa social" queda esbozado en este párrafo de sus escritos:

Nuestra rehabilitación histórica no puede influir directamente  sino en la gente culta, en la aristocracia, en la élite.  Al pueblo se le ha dicho demasiado que los obreros carecen de patria para que sea empresa fácil que vuelva a emocionarse con la glorias de la Hispanidad, aparte de que en España hay vastas zonas populares que nunca compartieron las ilusiones y esperanzas de nuestras clases educadas...  Desde ahora mismo debieran prepararse las minorías educadas para aprovechar la primera ocasión favorable, a fin de sujetar al monstruo y reducir las funciones del Estado a lo que debe ser: la justicia que armonice los intereses de las distintas clases, la defensa nacional, la paz, el buen ejemplo y la inspección de la cultura superior”.

Ramón María del Valle Inclán o, mejor dicho, Ramón Valle Peña, nace en Villanueva de Arosa en 1866, de familia hidalga con caserón y con tierras; su padre era un intelectual.  Abandona sus estudios de Derecho y se marcha a México.  A partir de 1895 empieza a publicar libros: "Femeninas", "Epitalamio", "Cenizas", "Las Sonatas", "Romance de Lobos".  Se queda manco, se casa, milita en la política carlista, visita las trincheras del frente francés y es invitado a México por el presidente Obregón.  Sigue escribiendo artículos, poesía, teatro y novelas.  Valle-Inclán emprende una nueva ruta, y algunos de sus libros empiezan a ser recogidos por orden gubernativa.  He aquí otras obras: "Tirano Banderas", "La hija del capitán", "Cara de plata", "Luces de bohemia", "Águila de blasón", "El ruedo ibérico"...  Es homenajeado, se le dan cargos y en enero de 1936 muere.
"Este gran don Ramón de las barbas de chivo", como le llamará Rubén Darío, cronológicamente pertenece a la generación del 98, pero se forma en el modernismo, bajo influencias de D'Aurevilly, D'Annunzio y del propio Rubén Darío.  "Eximio escritor y extravagante ciudadano", le llamó Primo de Rivera; quijotesco de los que están al lado de la justicia, la verdad y la bondad; intachable, aguerrido, colérico, generoso, manco y gallego, como se percibe en sus páginas.  El que una figura de esta talla plagiase algo alguna vez y en ciertas circunstancias, casi aumenta su personalidad y, por supuesto, no disminuye sus méritos.
Protesta, se evade, idealiza lo de antaño y critica a la burguesía desde su posición de carlista ("manifestación de inconformismo impregnada de sentido heroico").
Valle-Inclán se acerca cada vez más a la gran preocupación por el tema de España y su redención, porque sus armas críticas, lejos de mellarse, se afilan y hacen más penetrantes, llegando a crear, por ello, una estética original.  A partir de 1909, Valle-Inclán presagia el giro hacia unos valores auténticamente humanos.
No podemos concluir este somero repaso a la generación del 98 pasando por alto a Antonio Machado.  
Nace en Sevilla en 1875.  Alumno en Madrid de la Institución Libre de Enseñanza, se marcha, junto con su hermano Manuel, a París en 1899, adonde volvería en varias ocasiones a lo largo de su vida.  En 1909 se casa con Leonor, quien muere tres años después. Para entonces, el autor ya había publicado "Soledades", "Soledades, galerías y otros poemas", así como el libro que le consagrará: "Campos de Castilla".  Pasa por Baeza y Soria y colabora en revistas.  En 1926 firma el llamamiento de la Alianza Republicana.  Elegido académico, comienza su amor con Guiomar.  Sigue publicando obras como "Juan de Mairena", "El crimen fue en Granada", "La guerra"...  El 22 de febrero de 1939 muere en Colliure (Francia) cuando huía del Franquismo.
Machado, poeta de honda calidad, es el joven lírico del 98 que no siguió la senda de Rubén Darío.  Ya desde el comienzo, Machado carece de brillo, de retórica y de magnificencia, como los modernistas; es sobrio, ideológico y desnudo; como él dice, la palabra no es un valor fónico, sino una "honda palpitación del espíritu... en respuesta animada al contacto del mundo".  La íntima voz humana, con su propio sentimiento varonil y con el hombre sencillo como tema central, le llevan a decir en 1902:

Son buenas gentes que viven
labran, pasean y sueñan,
y en un día como tantos
descansan bajo la tierra.

El dolor, el pesimismo, la abulia, la nostalgia del pasado en doloroso presente laten en su poesía (porque la poesía es lo único que diferencia a Machado del grupo del 98):

Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora.

Y el paisaje de este poeta andaluz inspirado en Castilla:

Campo de Soria, 
donde parece que las rocas sueñan.

O bien:

Páramos que cruza el lobo
aullando a la luna clara,
de bosque a bosque; baldíos
llenos de peñas rodadas
donde, roída de buitres,
brilla una osamenta blanca;
pobres campos solitarios
sin caminos ni posadas.

Como en los otros del 98, el paisaje se convirtió en personaje esencial:

La hermosa tierra de España, 
adusta, fina y guerrera,
Castilla...

Machado va más lejos; es un caso señero, de esos que se dan una vez por siglo. Capaz de captar la múltiple circunstancias histórica, social, geográfica, cultural, su obra abre caminos y va por delante de un tiempo.  Machado enfocará también el tema de las dos Españas:
Las España de ayer:

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu y alma quieta
...
esa España inferior, que ora y bosteza,
vieja y tahur, zalagatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste, 
cuando se digna usar de la cabeza.

La España que faltó a su misión histórica:

...aquella España que pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana.
Y es hoy aquel mañana de ayer... Y España toda,
con sucios oropeles de Carnaval revestida
aún la tenemos: pobre, escuálida y beoda;
mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.

La España que nace:

Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.

Pero para que surja esta España:

Hay que acudir, ya es hora, 
con el hacha y el fuego al nuevo día,
oye cantar los gallos de la aurora.


Machado no es de este o aquel grupo, de esta o aquella generación. Machado es de España entera.