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jueves, 1 de agosto de 2013

¿MONARQUÍA O REPÚBLICA?

Proliferan actualmente muchos desencantados que claman por el regreso a la República en España. No les falta razón para el desencanto pero tampoco les sobran motivos para reclamar semejante cambio.  Preguntada al respecto por mí, una amiga me comentaba toda una  retahíla de razones por los cuales la Casa Real española (la más barata del mundo) es un fiasco, un despilfarro y un pitote. Es lógico que tenga esa impresión. La Casa del Rey lleva unos años que no atina y se está distanciando enormemente de la realidad del pueblo. Los escándalos familiares tampoco ayudan mucho que digamos.  Han cometido errores de bulto, errores de manual y errores de omisión.  Sólo se salva doña Sofía, que siempre ha sido la más lista del clan, quizás porque no es borbona y conoce de primera mano lo que se siente cuando el pueblo te manda a la mierda.
Cuando le pregunté a mi amiga sobre un posible fracaso de la III República me contestó que ella no tenía el don de conocer el futuro o de poder leerlo en las cartas. Obviamente, el arte de echar las cartas falla porque no es antiguo, ni puntual, ni científico (y además es tontería).
Cuando uno se plantea cosas tan supremas debe partir de la premisa de que para que algo sobreviva no hay nada como la vocación y la insistencia. ¿Tienen los españoles vocación republicana? La respuesta es negativa. Los españoles ni siquiera sabemos cómo funciona una república.  Para mi sorpresa, mi amiga desconocía que una República implica un presidente de la república, el cual nada tiene que ver con el presidente del Gobierno. Para mi asombro, muchas de las personas que se definen a sí mismas como republicanas creen que traer la República a España sería tan sencillo como quitarle al Rey las llaves de la Zarzuela.  Pero no es así.
En España hemos tenido dos experiencias republicanas y ambas fracasaron por la mala gestión de los propios republicanos a ultranza. Sé que mucha gente me va a discutir este punto, pero es la verdad.  Alfonso XIII se merecía la patada en el culo que se le dio, pero España no se merecía lo que vino después.  Mi padre recuerda perfectamente el día de la proclamación de la II República (se fueron todos al Manzanares a comer tortilla de patata para celebrarlo).  También recuerda cómo degeneró y hasta qué punto todo lo que prometía no es que se quedase en agua de borrajas, sino que acabó tiñendo España de sangre (y me refiero a los años previos a la Guerra Civil, no confundamos).  Es cierto que los grandes discursos han desaparecido, pero no lo es menos que ahora carecemos de discursos convincentes. Si apostamos por la República, ¿quién nos la va a traer? ¿cómo la va a gestionar? ¿con qué fines?
El decorado debe dibujarse primero y pintarse después con mucha precisión.  Aquí no valen licencias poéticas porque los personajes pueden irse de madre si no se encuentran a gusto en la pantomima.  Algunos hombres tienen el hábito de pensar mal y ser desconfiados.  No aciertan con la felicidad, pero se consuelan imaginándose que los demás tampoco la gozan.
El Rey ha metido la pata. El Rey tenía que haber atado corto a su yerno. El Rey tenía que haber tomado nota de su esposa y haber sido más discreto con su vida privada.  El Rey cinegético tenía que haber disimulado su impopular afición como hace el ex-juez Garzón y la mayoría de los ministros, que también cazan, pero tratan de que no se les vea con la escopeta abatiendo cérvidos.  La reina hace años que no vive en España y nadie se ha dado cuenta: cumple con sus obligaciones y se vuelve a Londres sin dar escándalos ni aquí ni allí. La Casa Real nos ha salido muy cara y lo inteligente sería amortizarla y no tirar las cosas por la borda porque ya no nos gusten. La Monarquía no es un televisor.
El planteamiento de cambiar una institución milenaria por otra que hemos padecido más que gozado durante apenas una década de nuestra historia no es serio ni razonable. Inglaterra, que funciona como una república, no se plantea eliminar a su monarquía. Lo que hacen los ingleses es darle palos demoledores a quien corresponda cuando su familia real hace lo que no debe o lo que no gusta. Y la familia real británica toma buena nota y rectifica.  Lo llaman tradición. La tradición no es mala si se gestiona bien. En Inglaterra se ha llegado a un equilibrio que satisface a todos y da una imagen sólida del país (el equivalente de lo que aquí llamaríamos "marca España")
Personalmente confío más en un señor que se ha preparado toda su vida para desempeñar un cargo de representación de mi país, que habla fluidamente idiomas, tiene estudios, conoce los protocolos de las distintas naciones, muestra una cara amable de mi pueblo aunque aquí tengamos a Aznar, Zapatero o Rajoy haciendo de las suyas y tiene una agenda heredada con muchos teléfonos que nadie le habría dado a cualquiera de los tres anteriores ni siquiera por compromiso.  Confío más en ese sujeto, digo, que en cualquier advenedizo que, con la excusa horrible de "servir al Estado" medra a golpe de talón, prebendas, sobres o justiprecios y se convierte por arte de birlibirloque en presidente de una República y me puede salir berlusconiano, sarkozyano o Azaña.
No sé quién decía que Dios castiga a quienes pretenden transformar el mundo con arreglo a pautas aprendidas de memoria.  Hay mucha doctrina y mucho adoctrinamiento detrás del republicanismo hispano y eso le resta seriedad.  El hedor de promesas poco definidas suele confundir a quien va de camino y buena fe pero sin rumbo cierto.
Yo quitaría el ministerio de Asuntos Exteriores y traspasaría a la Corona sus funciones. No me gusta ver a los reyes inaugurando gotelés, monumentos o fábricas. Los quiero viajando a todos y consiguiendo contratos para nuestras empresas (como el AVE de Arabia Saudí o el metro de Riad), liberando presos españoles en cárceles lejanas (como en el último viaje del Rey a Marruecos) y hablando de tú a tú con dignatarios que no se toman en serio a unos políticos que nos avergüenzan a diario.  Si la Familia Real española hubiese hecho las cosas un poco mejor, tendríamos al Rey por un lado, a la Reina por el otro, a los Príncipes de Asturias más allá y a un par de Infantas simpaticonas haciendo lo que pudiesen también.  Como no ha sido así nos tendríamos que conformar ahora con los Príncipes.  Incluso sería razonable jubilar al rey y tirar de Doña Sofía para dar la cara amable dentro y de Felipe VI para darla fuera.
No sé. Me da miedo la República porque me dan miedo los que la defienden.  Demasiado radicalismo y demasiada ignorancia. Ya sabemos que la primera acabó en el regreso de unos reyes mediocres y tontos. Que la segunda acabó a tiros de radicales salvapatrias de todos los colores y después con una Guerra Civil. Tal vez lo que me pasa es que detecto que el guerracivilismo hispano no se ha acallado y que el eco sigue repitiendo el ronquido de las almas difuntas y el espejo nos devuelve todavía sus figuras.
Quizás habría que esperar un poco más hasta que la lluvia lavase y el viento ventilase los muchos pecados que se cometieron en este país en el siglo XX.  Miedo me da que alguien se erija ahora mismo como el que conoce el nombre de todas las estrellas del cielo sin dejar ni una y nos venda una burra que resulte ser de tiro. Ya veremos lo que pasa.
Mientras tanto mi amiga dice con razón: "Yo pasando hambre y necesidades y el tío ese matando elefantes con mi dinero".  No se lo perdonan, Majestad.  La situación se pone turbia y como el Urdanga sea culpable y se libre se va a poner mucho peor. Espérese a que le analicen la mirada en un magazine de la televisión matinal, que todo es empezar.