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lunes, 17 de junio de 2013

LOS GALGOS

Querido Santiago:

Te digo en el anterior artículo que los animales deben viajar atrás porque así lo dice el código de la circulación y tú me mandas una foto de un perro viajando, efectivamente, atrás y, por si acaso, un policía cerca controlando el tema.
Bien sabes que me refería a otro tipo de animales y yo bien sé de tu intencionalidad, pues conoces que, de entre todos los animales domésticos, el caballo y el perro son mi debilidad y, dentro de los perros uno muy particular. Hablaremos hoy de ese perro tan singular y tan patrio.
Debe ser que como soy medio manchego, me tiran mucho los galgos: en mi infancia los galgos me hacían mucha compañía cuando íbamos de visita a Camuñas,  el pueblo toledano de los parientes de mi madre.
En los últimos tiempos se han oído muchas burradas sobre los padecimientos de los galgos.  Que si los queman o los ahorcan cuando no sirven para cazar. No lo entiendo.  El tío Agustín, el marido de la Tomasa, se iba a cazar con su escopeta y los galgos, y venía luego con unas cuantas perdices colgadas del cinto escoltado por sus canes los cuales, incluso cuando ya no estaban para muchos trotes, vivían a cuerpo de rey, llevando vida placentera, porque eran un miembro más de la familia, como el abuelo o el último nieto que había nacido.  Pero parece que hay cazadores que no, que deciden que cuando el galgo no es útil para la caza, hay que darle matarile de la más infame manera.  Incluso me han dicho que en Leganés está el cielo de los galgos.  Parece que allí los cuidan y los quieren y tienen un hogar de acogida.  Ahora resulta que lo español es quemar al galgo vivo, atar a un árbol al galgo ya inútil para que se muera de hambre y sed, y en este plan.  Los galgueros, cuando el galgo ya no gana carreras o no caza, lo ahorcan ritualmente.
El galgo es una de las criaturas más elegantes de la creación. El galgo es el gentleman de los perros, casi siempre más nobiliario que su dueño.  El galgo es bueno, cariñoso, fiel, bello como una bailarina francesa de Degas y esnob como un cronista de sociedad.  El galgo es algo así como un violín hecho perro.
Pero España es muy de quemar galgos, ahogar galgos, reventar galgos.  Ya está bien.  Para Holocausto ya tuvimos bastante con la historia de los nazis. El odio al galgo es el odio a lo bello, a lo inútil, lo lujoso y lo estilizado de la vida. El galgo es un ángel agudo con figura de perro en un país en el que todos somos guerracivilistas con los perros.  Este es el país donde te fusilan al poeta y te ahorcan al galgo. Lo último que  le falta a Don Quijote es que le ahorquen al galgo corredor que sale al principio, como capitular para empezar a escribir.
El guerracivilismo español, siempre latente, empieza ahorcándole el galgo al vecino.  Todas nuestra guerras civiles se han hecho por un galgo ahorcado. Aquí las guerras civiles las pierden siempre los rojos y los galgos.
Y ya lo dijo el poeta:

¿Dónde vas tú, sentimental catástrofe,
roto soneto,
galgo pasante por tu borrado escudo?

Pues eso. 

FOTOGRAFÍA: Santiago Andreu


(en esta sección, Santiago Andreu -fotógrafo- y Francisco Gijón establecen una correspondencia artística en la que fotografías y textos se contestan creando un diálogo contractual de impresiones plásticas)