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miércoles, 11 de septiembre de 2013

LOS ORÍGENES DE CATALUNYA

Aunque los orígenes de Cataluña son relativamente oscuros, puede afirmarse que fue un condado dependiente de Francia, cuyo rey Carlomagno se la arrebató a los árabes, uniéndola a su imperio con el nombre de "Marca Hispánica".
En la lucha contra los sarracenos, tras vicisitudes varias, fue individualizándose Cataluña, desprendiéndose poco a poco de la soberanía delos reyes de Francia hasta hacerse por completo independiente en el tiempo de Wilfredo el Velloso (874-898). A estos condes habían precedido otros ocho dependientes de Francia y que fueron: Bera, Bernardo, que gobernó antes y después de otro llamado Berenguer, Seviofredo, Aledrán, Alarico, Wilfredo de Ria y Salomón, a quien dieron muerte los catalanes, proclamando en su lugar a Wilfredo el Velloso, con quien comienzan los Condes-reyes y la historia de Cataluña propiamente dicha.
El conde Wilfredo el Velloso tenía por escudo cuatro barras en campo de gules y las dio como armas nacionales a Cataluña. Referente al origen de tal signo heráldico se cuenta que, habiendo ido Wilfredo en auxilio del monarca francés, empeñado a la sazón en guerra contra los normandos, recibió profundas heridas por efecto de su temerario arrojo. Al visitar a Wilfredo el rey Carlos el Calvo, mojó la mano en la sangre de las heridas y señaló sus cuatro dedos, formando barras, en el escudo del valeroso conde catalán.
Otros creen, sin embargo, que las cuatro "barras", o, hablando con mayor propiedad heráldica, "palos", corresponden al antiguo blasón aragonés, y que el de Cataluña fue la Cruz de San Jorge.
Por eso dicen que, al verificarse la unión de Ramón Berenguer y doña Petronila, se fijó en el primero y cuarto cuartel de su escudo el blasón del marido, esto es, una cruz de gules, y en el segundo y tercero el de la mujer, esto es, cuatro palos gules.
A Wilfredo el Velloso se debe el grandioso monasterio de Ripoll, llamado "la Covadonga Catalana", que es una de las más bellas construcciones del arte románico en su postrer período, y entre cuyas ruinas reposan los restos de los primeros condes de Barcelona.
No menos célebres son los monasterios de San Juan de las Abadesas y de Montserrat, cuya erección en el año 896 se enlaza con una hermosa leyenda.
Se dice que la Virgen de Montserrat fue encontrada por unos pastores, a quienes se había extraviado su rebaño. Y, enterado del hallazgo Wilfredo el Velloso, se dirigió al monte y tras postrarse ante la imagen ordenó erigirle un santuario digno y hermoso.
También se supone que a esta fundación de Montserrat va unida la historia o leyenda de Garín, austero penitente que habitaba en una gruta en dicho monte, en el cual había deshonrado y dado muerte a la hija de Wilfredo, llamada Riquildis.
La invocación de la Virgen de Montserrat fue desde entonces el grito de guerra de los catalanes, y con él llevaron sus armas vencedoras por todo el Mediterráneo.
Wilfredo el Velloso transmitió la soberanía de Cataluña a sus hijos Borrell y Suniario, sucediendo a éste Borrell II (954-992), en cuyo tiempo Almanzor se apoderó de Barcelona, teniendo que refugiarse el conde Borrell en las vertientes pirenaicas.
Le sucede luego Ramón Borrell III (992-1018), que dio el condado de Urgel a su hermano Armengol y transmitió la diadema condal de Barcelona a su hijo Berenguer Ramón I, apellidado el Curvo (1018-1035), que comenzó a quebrantar el régimen feudal de Cataluña, dando fueros o cartas-pueblas a varias ciudades, a imitación de lo que hacían los reyes de los otros estados peninsulares.
Merece especial mención Ramón Berenguer I el Viejo (1035-1076), que arrancó al poder de los árabes varias plazas, y dio a Cataluña el famoso código de los "Usatges", el cual contribuyó a debilitar el poder nobiliario y a exaltar la autoridad de los condes-reyes.
El código de los Usatges recibió su sanción en el Congreso de Barcelona, que duró tres años y celebró sus sesiones en el palacio condal. Este congreso es considerado por los historiadores como base y principio de las Cortes Catalanas.
Merece destacarse, como circunstancias notable, que lejos de ser éste un concilio o asamblea en que el clero tuviese la principal representación, todos sus miembros fueron laicos, ofreciendo así el primer ejemplo, en el mundo romano, de una corporación legislativa en que, no sólo no fuera preponderante el elemento eclesiástico, sino que ni siquiera interviniese.
También se debe a Ramón Berenguer I el Viejo el establecimiento de la "Tregua de Dios". Se daba este nombre a un convenio celebrado entre los señores feudales para no combatir el miércoles por la noche hasta el lunes siguiente por la mañana, en reverencia a los días en que se celebraba la Semana Santa.
Al morir el ilustre conde, que cambió el rito gótico por el romano, gobernaron simultáneamente sus dos hijos, uno de los cuales dio muerte al otro, por lo cual se le llama Ramón Berenguer I "el Fratricida" (1076-1082). Este conde fue convicto y confeso de fratricidio, en "juicio de Dios", celebrado ante la corte de Alfonso VI de Castilla. Según parece, en este fratricidio no sólo influyó la oposición de carácter entre los dos hermanos, sino también una pasión de otra índole, pues el asesino estaba locamente enamorado de su cuñada, la bella Mafalda o Matilde, hija del normando Roberto Guiscardo, conquistador de Sicilia.
El crimen se cometió durante una cacería en un bosque próximo a Hostalrich, camino de Gerona, siendo arrojado el cadáver a un lago que se denomina Gorch o Lago del Conde.
Berenguer el fratricida, abrumado de remordimientos y abandonado de los catalanes, marchó a Tierra Santa y murió en la primera Cruzada (o en un juicio de Dios, según la fuente que se consulte), dejando la diadema a su sobrino Berenguer III el Grande (1096-1131).
En tiempo de este conde llegó Cataluña al cénit de su grandeza, pues Berenguer II, por su matrimonio con una hija de los condes de Provenza, agregó a sus dominios aquel territorio. Entonces comenzó la literatura provenzal a ejercer influencia en la catalana, beneficiada también ahora por corrientes orientales.
Más tarde, aliado con la república de Pisa, llevó a cabo una expedición contra las islas Baleares, cayendo en su poder, aunque no por mucho tiempo, Mallorca e Ibiza, que eran guaridas de moros piratas.
Le sucedió su hijo Ramón Berenguer IV (1131-1137), que habiendo contraído matrimonio con doña Petronila, hija de Ramiro II de Aragón, preparó la unión de este reino y Cataluña, pues sus coronas se unieron sobre la frente de Alfonso II, primogénito de este enlace.
Berenguer IV es notable además por haber terminado la Reconquista correspondiente al Principado catalán. Se apoderó de las plazas de Tortosa, Lérida, Fraga y Mequinenza y, por último, de las montañas de Prades, postrer baluarte de los moros en Cataluña.
Fue fundador del monasterio de Poblet, denominado por su grandiosidad "el Escorial de Cataluña". El nombre de Poblet es el de un piadoso varón que, a principios del siglo XII hacía vida penitente en el término de Sardeta. Y allí quiso Berenguer IV erigir en memoria de dicho ermitaño el suntuoso monasterio en que e estableció una comunidad de la orden cisterciense el 7 de septiembre de 1153.
Los sucesores de Berenguer IV siguieron ensanchando y embelleciendo este monasterio, convirtiéndolo en panteón de los monarcas aragoneses.
El condado de Cataluña se rigió desde la segunda mitad del siglo XI por el llamado "Código de los Usatges" dado por el conde Ramón Berenguer I (año 1066).
Y cuando un siglo después se unieron Aragón y Cataluña, ésta conservó su legislación y gobierno propios, tomando el rey de Aragón el título de conde o príncipe de Barcelona.
altos cargos característicos de la administración del Estado aragonés fueron el "Lugarteniente General del Reino", desempeñado comúnmente por una persona de la familia real, que ayudaba al monarca en la gobernación y le sustituía en caso de ausencia o enfermedad.
Otro alto cargo era el "Justicia Mayor", o juez nombrado por el rey, encargado de velar porque no se violasen las leyes y privilegios, y de atender y juzgarlas quejas contra las demás autoridades y funcionarios reales. Desde finales del siglo XI se reunieron en Aragón asambleas o juntas de la nobleza y el clero, pero hasta mediados del siglo siguiente no hubo verdaderas Cortes, en las que tomaron parte los representantes de las ciudades, llamadas en Aragón "universidades".
Las primeras Cortes de las que se tiene prueba documental de que asistieron lo procuradores de las ciudades fueron las celebradas en Zaragoza en 1163, al año siguiente de comenzar a reinar Alfonso II, primer rey de Aragón y Cataluña unidos.
Aunque Cataluña y Aragón estuviesen unidos y a ellos se incorporase después Valencia al ser conquistada, las Cortes de los tres reinos se reunían por separado, si bien en ocasiones relevantes hacían asambleas comunes con el título de "Cortes Generales de los Reinos", y solían reunirse en Monzón (Huesca).
De los tres países que formaron la monarquía aragonesa, Cataluña comenzó a sobresalir a fines de la Edad Media por su industria y su comercio, Valencia por su agricultura y siendo el país aragonés propiamente dicho el menos potente de los tres en el orden económico.
Sin embargo, consta que hubo industrias de paños en algunas ciudades de Aragón (Albarracín y Zaragoza entre otras), aunque donde esta industria alcanzó un gran desarrollo y prosperidad, junto con otras varias, fue en Barcelona, Lérida y el Ampurdán.
Valencia, por su parte, tuvo florecientes industrias de origen árabe: papel, cerámica, cueros y sedas. Pero, sobre todo, el comercio marítimo catalán, según ya se dijo, alcanzó gran prosperidad. Los catalanes mantuvieron relaciones comerciales con Flandes y los países del mar del Norte, y, especialmente con los del Mediterráneo.
Con el desarrollo de las ferias y mercados, en las ciudades catalanas comenzaron a funcionar, como en Castilla, las "taulas de canvi", remoto origen de los establecimientos bancarios.
También Valencia y Mallorca tuvieron un gran desarrollo comercial. Sus monumentales lonjas son los mejores testimonios de su prosperidad económica. El gran desarrollo que alcanzó la marina catalana en estos tiempos tuvo como consecuencia un florecimiento en los estudios de matemáticas y astronomía, en sus aplicaciones a la navegación y la cartografía, que eran las ciencias más cultivadas entonces por catalanes y mallorquines.
Durante el siglo XII aparecieron las primeras cartas marítimas, llamadas portulanos, porque iban marcando los puertos a lo largo del Mediterráneo con asombrosa exactitud. Conociendo la brújula y sabiendo estimar la velocidad, los navegantes se servían de dichas cartas a la perfección. Justo es reconocer, no obstante, que las cartas y mapas mejoraron después de un modo notable durante los siglos XIV y XV. En cartografía probablemente fueron los catalanes y mallorquines los maestros de los cartógrafos italianos, en contra de lo que se ha afirmado tantas veces.
Efectivamente, los más antiguos cartógrafos de nombre conocido fueron Ángel Dulcert (que algunos llaman Angelino Dulceri), en el siglo XIV, y en el siguiente el judío converso Jaime de Mallorca, a quien se llevó a Portugal el famoso monarca Enrique el Navegante. Se cree que el nombre hebreo de dicho judío fue Jehuda Cresques, y el converso, Jaime Ribes. No se ha podido probar aún su identidad con el cartógrafo mallorquín (que los portugueses llaman Jaime de Mallorca) que atrajo a su escuela de Sagres el gran impulsor de los descubrimientos portugueses.
El clero fue el depositario de la cultura intelectual de esta época, y los templos sirvieron también de escuelas hasta que se fundaron las Universidades, cuya organización era completamente autónoma, igualando bien pronto en privilegios y consideraciones a la nobleza y al clero, como sucedía con la de Salamanca.
La universidades eran de dos clases: las Mayores o Pontificias, llamadas también "Estudios Generales", fundadas por los reyes y autorizadas por el Papa, cuyos títulos eran válidos para toda la cristiandad. Y las Menores o de Estudios Particulares, que debían su origen a los prelados o a los Consejos, y cuyos títulos sólo tenían validez en el país donde radicaban tales establecimientos.
Sus enseñanzas comprendían el "Trivium" y el "Cuadrivium", osea las siete Artes llamadas "Liberales", y las Facultades de Teología, Jurisprudencia y Medicina. La importancia de estos centros docentes fue muy grande, pues dieron origen a una nueva clase social que igualó bien pronto en consideración a la nobleza y al clero. La Universidad más famosa de España es la de Salamanca, fundada en 1215 por el rey de León Alfonso IX. .
Será en el siglo XVII cuando ocurra el desarrollo literario de la lengua catalana, cuya poesía lírica de influencia provenzal tuvo por cultivar al mismo rey Alfonso II de Aragón., con la introducción en Cataluña de las escuelas o consistorios del Gay Saber o ciencia del verso, y de los Juegos Florales, o certámenes poéticos.
La filosofía que durante este período dominó en las Universidades, como en todas las del orbe cristiano fue el Escolasticismo tomista. Y el genio más portentoso que produjo fue el filósofo, místico y poeta mallorquín Raimundo Lulio (1232-1315), que comparte con Santo Tomás de Aquino la gloria de haber salvado a la ciencia católica de las doctrinas panteístas desarrolladas por Averroes, el gran pensador musulmán.
Al lado del profundo filósofo balear Ramón Lull, que llegó a formar escuela, denominada "Lulismo", y escribió obras como Ars Magna y Arbor Scientiae, figuran San Eulogio, Juan Hispalense, Álvaro y otros muchos escritores mozárabes que se enfrentaron con su pluma a los ulemas de Al-Ándalus.

Y CON RESPECTO A LA PERTENENCIA O NO DE CATALUNYA A LA CORONA DE ARAGÓN:

Para resolver la cuestión del reino aragonés, se pensó en el matrimonio de Petronila con un príncipe que fuese templario, en Ramón Berenguer IV, a pesar de contar éste con muchos más años que la infanta.
Ello presupuso naturalmente la ruptura de los es
ponsales que se habían firmado entre el rey castellano y el aragonés. Con esta solución se atendía en parte al testamento de Alfonso I y además quedaban a salvo los derechos de Petronila, que, de acuerdo con la costumbre aragonesa transmitiría el reino a su futuro hijo, ejerciendo mientras tanto la potestad militar del mismo su marido, en este caso el Conde de Barcelona.
El rey Ramiro II se retiró al convento de San Pedro el Viejo, que es tal vez el edificio monumental más antiguo de Huesca, y en una de sus tenebrosas capillas está sepultado el Rey Monje.
Ramiro II entregó su hija, y el reino aragonés, a Ramón Berenguer IV, y exigió a sus súbditos que jurasen fidelidad al conde, si bien él conservaba el título de rey hasta su muerte.
La unión de Catalunya (Barcelona) y Aragón era ya un hecho. Sólo faltaba que del matrimonio del conde y de la reina Petronila naciese un vástago, lo cual tuvo lugar luego, una decena de años después.
Cabe recordar que por declaración de las Cortes reunidas en este reinado, fue adoptada la ley sálica, quedando excluidas del trono las hembras (como en la España del siglo XXI). Es por esta razón que no figura doña Petronila (1137-1162) en muchas cronologías de los reyes de Aragón como tampoco tendremos una reina democrática que se llame Elena I.
Dicha señora, tan magnánima como doña Berenguela de Castilla, lejos de pretender conservar la diadema, la vio con mucho placer en las sienes de su hijo, aunque éste sólo contaba doce años, y ella no tenía más que veintiocho.
El testamento de su marido la desheredaba a ella, que era la verdadera reina de Aragón, pero lejos de protestar, aceptó con grande placer que su primogénito llevase la corona de Aragón y Catalunya, sacrificando noblemente sus derechos por la unión de dichos Estados.
Ramón Berenguer IV no usó nunca el título de rey, pero sí el de príncipe o dominador de Aragón y heredó en realidad el Estado aragonés de su suegro Ramiro II y de los derechos que la Iglesia, en nombre de las Órdenes Militares, le cedió.
Don Alfonso II (1162-1196) de Aragón, hijo de doña Petronila y del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, reunió en su frente ambas corona y la unión del reino y del condado ya fue definitiva. Y agregando a estos Estados por herencias y cesiones varios territorios transpirenaicos, entre ellos la Provenza y el Rosellón. Además reconquistó Teruel y consiguió que Alfonso VIII de Castilla, en pago del auxilio que le prestó en el sitio de Cuenca, relevase al reino aragonés del homenaje feudal que pagaba su reino al castellano desde los tiempos de Alfonso VII el Emperador.


Dicho esto, ¡¡¡FELIZ DIADA!!!!