Nadie es tan viejo que no crea que puede vivir otro año más. Eso debió pensar Cervantes cuando, ya muy enfermo y caduco -y enfadado por la versión del Quijote que circulaba por ahí firmada por el tal Avellaneda- se animó a escribir la segunda parte del Quijote. Curioso, porque cuando le puso punto y final, Cervantes todavía vivió un año más, un año justo; un año y no más.
La idea romántica de que la edad no es un tiempo de la vida sino un estado de espíritu es bella, sí, pero cada día que pasa funciona menos y peor.
Y yo me doy cuenta de esto cuando veo juguetitos como el de la foto y me recuerdo que mi memoria ya lo conocía, pues ya lo había visto antes, hace décadas, cuando Bin Laden todavía no era ni siquiera un proyecto de la CIA.
Pero hablemos del juguetito antes de reflexionar sobre la edad.
Un trenecito infantil, un trenecito metafórico: delante, Bin Laden subido en un patinete; detrás, un soldado americano persiguiéndole con un poderoso tanque. El tanque es el único vehículo motorizado del juego; a tal fin puede dar caza sin dificultad al peligroso terrorista. Pero a Laden alguien, no sabemos quién aunque lo intuímos, le ha puesto un imán en el culo; un imán que reacciona con otro idéntico que lleva escondido el tanque de atrás y que es del mismo polo. Resultado: por mucho que avance el americano en su persecución, Bin Laden siempre estará equidistante y a salvo del que le da caza. No me dirán que no es una buena metáfora.
La política exterior de los USA siempre ha consistido en un peligroso y equilibrado juego de imanes. Como si de las acrobacias del Circo del Sol se tratase, el todopoderoso Tío Sam ha ido colocando imanes aquí y allá para acongojar a propios y extraños con las misteriosas fuerzas eléctricas del desatino y la amenaza. Dudamos de la efectividad de los imanes como dudamos de la eficacia del juguetito. Los juguetes los rompen los niños, no los fabricantes que son quienes los idearon. A Laden se lo sacaron de la manga los americanos como antes a Sadam Husein o al Sha de Persia y después a Karzhai. Todo depende de los imanes mucho más que de los personajes. Y yo, como tengo mi edad, recuerdo que el primer imán propiamente dicho se llamaba Jomeini (otro juguete americano, puesto a remojo en Londres hasta que decidió sacarlo al mercado Jimmy Carter).
Por eso digo que nadie es tan viejo que no pueda vivir otro año más ni tan joven como para no recordar que todo estaba ya inventado, empezando por el magnetismo. Nadie ha visto morir a Bin Laden: no sabemos si el juguete está roto o simplemente le quitaron el imán porque hacía falta en otro sitio, en otro culo, tal vez en Bagdad.
Irán es una voz que viene del persa "Airyana", país de los arios. Y no sólo se refiere a Persia, sino a toda la vasta meseta en la que también caben Afganistán y Beluchistán. Como un día se pongan los tres de acuerdo ya veremos si el jueguecito de los imanes no va a acabar rompiéndole la ilusión a los niños que tan alegremente se han venido divirtiendo con él desde las altas esferas...
Mientras tanto, a los idealistas siempre nos quedará El Quijote.
FOTOGRAFÍA: Santiago Andreu
(Inauguramos esta sección dentro del blog por la cual Santiago Andreu -fotógrafo- y Francisco Gijón establecen una correspondencia artística en la que textos contestan a fotografías y viceversa, creando un diálogo contractual de impresiones plásticas).
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