viernes, 15 de enero de 2016

PENSAMIENTO ÚNICO MANIPULADO

En el mundo hay grupos de personas se reúnen una o dos veces al mes en locales inscritos como asociaciones para intercambiar conocimientos, puntos de vista y saberes varios. No tienen excesiva conciencia gregaria ni tampoco sensación sindical, simplemente se reúnen discretamente, digo, a hablar de sus cosas. Como su naturaleza es heterogénea, tienen disciplinada norma de no mentar dos temas íntimos y personales: la religión y la política. Al fin y al cabo, si son amigos, si se llevan bien, si tienen tantas cosas en común, ¿qué sentido tiene buscar encontronazos innecesarios en los puntos más sensibles? Sin embargo, y a pesar de no mentar ciertas bichas, estas personas se recuerdan a sí mismas que toda verdad tiene al menos dos puntos de vista, si no más. La decoración de sus locales recuerda esta constante: las baldosas del suelo, por ejemplo, suelen alternar el negro y el blanco como un inmenso ajedrez. Hablo de los librepensadores. Me refiero, sí, a los masones. Resulta curioso que la masonería haya sido siempre perseguida por los totalitarismos y defendida por las democracias. En los Estados Unidos, ser masón es casi un plus curricular, los movimientos de liberación de Latinoamérica fueron liderados por masones. Sin embargo, dictadores como Stalin, Hitler, Mussolini o Franco los persiguieron. No resulta extraño que la Iglesia católica condene la masonería: al fin y al cabo, Garibaldi fue un destacado masón y le arrebató al Vaticano sus posesiones italianas para fundar la nación de la bota. En España, una de las figuras masónicas más destacadas fue una mujer llamada Clara Campoamor, quien logró, entre otras cosas, el sufragio femenino en contra de la opinión, por ejemplo, del Partido Socialista, cuyos líderes pensaban que, de serle concedido el voto a la mujer, lo ejercerían bajo los dictámenes de sus maridos o incluso de los curas. 
El Pensamiento Único Manipulado, sin embargo, nos hace pensar que detrás de muchas de las conspiraciones que en el mundo existen siempre hay una logia masónica. El Pensamiento Único Manipulado dice, entre otras cosas, y a base de repetir una y otra vez la cantinela que se quiere arraigar en el pueblo, que el Partido Socialista Obrero Español es el adalid de las libertades y el progresismo.
El Pensamiento Único Manipulado es la mayor amenaza a la que nos enfrentamos hoy en día en Occidente.
Internet, con las redes sociales, se ha convertido en un fenómeno mucho más peligroso de lo que habíamos pensado: es un cambio radical en la forma de pensamiento, en su gestión y en la ordenación del mismo. Nos ha hecho cómplices cavernarios de algo que no es bueno y que va en contra de nosotros mismos.
Lo vemos a diario. Todos tenemos "amigos" de Facebook que pasan largas horas insultando abiertamente a quienes no piensan lo que ellos piensan que hay que pensar. Y los llaman fascistas. Ellos son los fascistas en realidad: la libertad de pensamiento castrada es la única forma posible de fascismo. 
Hay que andar con pies de plomo para no contradecir el pensamiento oficial de las redes. La gente toma nota. Los nuevos fascistas se disfrazan de progresistas (¿quién no desea el progreso?) para estandarizar el pulpo de lo políticamente correcto y el gregarismo hace el resto. Porque no hay nada peor para el hombre altotecnológico del siglo XXI, que es el hombre más aislado y solitario que ha conocido la Humanidad desde el Neolítico, que estar fuera del grupo, del rebaño.
Todos estamos sometidos a esa presión, a ese fantasma, a esa identidad que alguien ha ido construyendo y asignando beligerantemente en los últimos años. Nos hemos ido acostumbrando a recibir unos mensajes muy concretos y nos da miedo discrepar por si alguien nos apunta con dedo acusador y nos llama fascistas. Sobre temas clave hay que pensar como es debido o atenerse a las consecuencias. No hace falta la censura previa de las dictaduras porque todos nos hemos convertido en censores de nuestro entorno y de nosotros mismos, y además creemos hacerlo en nombre de la libertad. Repito: lo vemos a diario. Nadie puede ya quedarse al margen del pensamiento obligatorio sin correr grandes riesgos.
Los más desesperados de este submundo miserable y triste de las redes sociales se permiten además ejercer el papel de listos que nos cuentan a los demás, pobres ignorantes, lo que no sabemos. Son los que ponen los chistes, memes y sandeces en los que se humilla, insulta y denigra a los enemigos del Pensamiento Único Manipulado. Nos recuerdan cada pocos minutos qué debemos opinar para no salirnos del tiesto y lo hacen con la condescendencia de los fascistas más paranoicos. Da igual que se trate de política, veganismo, religión, derechos civiles o arte: ellos están siempre ahí con su letanía: "fascista, fascista, fascista...". Fascistas son los demás, claro, los que no hacen, piensan y proclaman lo que ellos quieren. Y lo que ellos quieren es difundir el odio contra las personas que no les gustan, que es más peligroso todavía. Pero es que la palabra fascista es tan elevada, tan rotunda, tan potente... que a ver quién es el guapo que le pone el cascabel al gato.
Acaso las redes sociales, esas armas poderosas que podían sacar lo mejor de todos nosotros, hacernos libres en la pluralidad, hayan acabado sacando al fascista que llevamos dentro.
Yo conozco a una persona, una en concreto, a la que le he oído difamar, insultar y menospreciar muy duramente a casi todas las amistades que tenemos en común. Esa misma persona utiliza las redes sociales para halagar a sus víctimas y que no sospechen el desprecio que siente por ellas. Al contrario, incluso consigue de vez en cuando algún favor más o menos oneroso. No soy tan cándido como para no saber que yo también he sido objeto de sus ataques, claro está. Me da lo mismo. Sé que actúa así por inseguridad y soledad. Es decir, por miedo.
El buenismo se ha hecho tan previsible que resulta hasta divertido el grado de ignorancia que se difunde por las redes. Yo creo que, si hay futuro para nosotros, llegará el día en el que algún sociólogo, algún historiador, estudiará lo que nos está sucediendo. Es tremendo contemplar cómo se repiten consignas contra la sanidad privatizada por parte de personas adscritas a un ideario (el del PSOE otra vez, siento ser reiterativo pero es un buen ejemplo del dislate) que defendió la sanidad privada y estuvo a punto de imponérnosla en 1991 (recuérdese la primera ley de medicamentos de ese año o el Informe Abril encargado por Felipe González a Abril Martorell en el que se recomendaba una privatización paulatina de los servicios sanitarios para hacer sostenible el conjunto). Más recientemente, porque una diputada de Podemos se llevó a su bebé al hemiciclo del Congreso (y ya sabemos con qué sagacidad gestionan los de Podemos la publicidad, hacen bien), salió una palabra que ya inunda nuestras conversaciones: postureo. ¿Acaso no fue postureo aquella portada del año 1980 en la que Felipe González y Alfonso Guerra llevaban a hombros el féretro de un minero asturiano para protestar por las nefastas condiciones laborales de ese colectivo? ¿Qué hicieron por la minería cuando llegaron al poder? Que se lo pregunten a los mineros vascos, asturianos, leoneses y de otras tierras.
Pero volvamos al fascismo y a la libertad de pensamiento. ¿Acaso no tiene uno derecho a decir lo que piensa, esté equivocado o no, sea progresista o no, sea corriente mayoritaria o no? ¿No puede uno ser retrógrado si le da la gana? ¿Tan mala es la discrepancia? Sorprende ver hasta qué punto se libran en Facebook auténticas batallas campales de chistes, memes y vídeos para ver quién tiene más argumentos a favor de los suyos y de la última ocurrencia de los suyos. Sobrecoge ver la absoluta negación intransigente de las críticas que siempre son respondidas con la misma palabra: fascista. Pero, si uno cree de veras en la igualdad, ¿acaso no debe denunciar con la misma fuerza todo y aceptar todo tipo de crítica, venga de donde venga? Manifestarse contra lo establecido se ha convertido en una verdadera disfunción de la labor de opinar. No podemos quedarnos al margen del pensamiento obligatorio o seremos fascistas. Pero acaso la libertad verdadera sea precisamente discrepar o, cuando menos, cuestionar las cosas. Porque la libertad implica discrepancia crítica y la discrepancia crítica es precisamente lo que más miedo le da a los fascistas. Así pues, ¿quién es el fascista? ¿El que vive en el asfixiante imperio de lo políticamente correcto o el que pasa las horas muertas insultando a monárquicos, conservadores, católicos y no afines varios? ¿Quién es el fascista?
Hoy puedes hundir la carrera artística de una persona convirtiendo en viral una fotografía suya en una corrida de toros. El argumento de los buenistas es: "pues si sabe que está mal, que no vaya". Y ante semejantes argumentos, ¿qué razonamiento hay? "Si sabe que está mal". ¿Qué es lo que está mal? ¿Ir a los toros o no condenarlos? ¿Qué me dicen de las memorias apócrifas de Aznar, que tantos han difundido como ciertas y luego han justificado como igualmente posibles aunque falsas? ¿Quién es el fascista? Yo todavía no he visto a nadie defendiendo los derechos de las vacas en los opacos mataderos (salvo algún vegano que también incurre sistemáticamente en otras contradicciones fanáticas). Y si he visto a alguien condenando el sufrimiento de pollos, gallinas, cerdos o vacas, no lo he visto defendiendo el derecho del atún a no ser engarzado por un gancho en vivo y desangrado entre estertores de asfixia en la cubierta de un barco. ¿A qué estamos jugando? ¿Quién es el fascista?
¿Por qué hemos perdido el derecho a ser respetados? ¿Por qué nos lo ha arrebatado un grupo de gente que se erige como adalid del derecho al respeto? ¿Quién es el fascista? En serio, ¿quién es el fascista?
Noam Chomsky decía: "el pueblo no sabe lo que está ocurriendo y tampoco sabe que no lo sabe".
Pues eso.