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lunes, 19 de agosto de 2013

EL SECRETO DE ESCRIBIR

No hay fórmulas, no hay recetas. Aprende y espabila. Ten paciencia, pero no dejes de impacientarte todos los días. Ten paz, pero no dejes a nadie en paz.
No te engañes: no podrás robarle a ningún autor el secreto en media hora, salir de él con la fórmula y la alquimia para fabricar oro, aunque sea oro falso o calderilla de oro.
Esta profesión es una larga paciencia, una suerte de paciencia impaciente. El que más o menos llega a algo no acaba en posesión de ninguna verdad absoluta ni ha descubierto la piedra filosofal.
Piensa en el público. El público no devora libros, canciones, historias o imágenes. El público devora seres vivos. El hombre necesita comerse al hombre. Van al cine, no a seguir una historia, sino a devorar a un actor o a una actriz. No basta con los libros. Interesa el autor. Hay que verlo, tocarlo, comérselo. No basta con los miles de cuadros de Picasso. Hay que ver a Picasso y devorarlo en calzoncillos o con su camiseta desangelada. Hay autores de éxito que se dejan masticar bien. Si no eres comestible, digerible, nutritivo, ya te puedes morir de hambre. Para comer de este oficio hay que dejar primero que te coman. Hay que saber a algo.
La antropofagia intelectual es un hecho. Detrás del arte, como de la política, está la búsqueda de la persona. Es imposible abolir el culto a la personalidad. El hombre necesita del hombre porque la humanidad se alimenta de sí misma. Ningún relato, geografía o paisaje es nada si no se le pone condimento humano.  La gente está tan perdida, tan sin destino, que necesita el ejemplo de los que considera grandes en los suyo, aunque no lo sean. Se persigue al triunfador, al glorioso, al que parece que tiene un destino, aunque no lo tenga.  Por eso los artistas solemos pecar de engreimiento. Nos hacemos la cabeza comenzando por el peinado. Nos hacemos la imagen antes que la obra.
Por eso yo creo mucho en el trabajo. El trabajo como juego. El trabajo es fundamental. El día, afirma un querido amigo mío, tiene muchas horas. Es cierto. No las pierdas.  Las clases superiores, históricamente ociosas, han llegado a la decadencia y al ridículo porque raramente supieron hacer del ocio una obra de arte, y porque el ocio es delito y crimen cuando el trabajo de los demás no es placentero.  No trabajes para ganar mucho dinero que pague tus ocios.  Escribe para seguir escribiendo.
Y escribe bien.
El buen escritor no hace una buena novela. La buena novela es la que hace al buen escritor. Uno es más listo cuando trabaja mucho porque se da cuenta de que la obra tira de nosotros, nos aguza, nos afila, nos mejora.
Trabaja duro, ten paciencia y hazte comestible. El resto irá viniendo solo, sin prisa, pero sin pausa. No te precipites. No empieces la casa por el tejado. Sé comestible y échale horas.
Y olvídate de los cantos de sirena: son mentira.

sábado, 17 de agosto de 2013

TODAS LAS NOCHES EN NEOX FLIPAS, COLEGA

Parece que julio y agosto van a ser como un solo mes, largo y profundo, y que éste se nos convierte en un verano de los que ya no había, una continuidad de días intensos y noches paradas como un barco borracho y lúcido.
El calor en mis latitudes es democrático y callejero. Los días interminables del verano comunican siempre la evidencia de que la vida es larga y no hay nada que temer.  Y además no sé si es que el calor estival tiene una palpitación cachonda o qué, pero asiste uno a ciertos espectáculos que, como poco, le desconciertan y sacan una sonrisa que a veces no tiene.
Anoche asistía al estreno de una de esas películas nocturnas, desconocidas e intrascendentes que ponen en NEOX después del capítulo metarrepetido de Los Simpsons. Todo iba bien hasta que llegó la primera tanda de siete minutos de publicidad, momento que aprovecha uno para despejar sus esfínteres y hacer sitio a más cerveza.  Resulta obvio que no hay meada -al menos a mi edad, luego ya veremos- que dure tanto tiempo (imagino que la pausa publicitaria tiene en cuenta ese factor) y es normal que uno mire de reojo los comerciales que, en silencio (porque uno tiene la decencia de quitarle el sonido a la tele en esos trances), aparecen en la pantalla.
El caso es que percibí algo raro y muy curioso en la parrilla comercial.  Me llamó tanto la atención que la micción del segundo intermedio (¿por qué lo llaman intermedio si hay tres?) fue perpetrada con la urgencia del curioso que quiere confirmar sus sospechas sociológicas (sí, amigos, la cosa se ponía académica).
Definitivamente fue en la tercera ronda cuando disfruté de un espectáculo que, de haberlo sabido, os aseguro, queridos, habría grabado.
¡Atención, mujeres, que vienen curvas!
Si la memoria no me falla, el primer anuncio fue para recordarle a las mujeres reglosas las excelencias del tampón ése que una chica monísima le pone en la mano cerrada a un amigo suyo (¡rijosos pervertidos!).  El segundo anuncio era de un lubricante vaginal para esas señoras o señoritas que quieren hacer uso del disfrute pero notan rozaduras (empezaba bien la cosa).  El siguiente era un champú (porque después del polvo hay que lavarse el pelo, claro es) y luego venían los secretos de belleza de unas cremas hidratantes de la misma marca que un detergente para lavadoras (el pequeño marsellés).  Cuando las mujeres objeto de la pausa publicitaria ya tenían resuelto el tema de la regla, la sequedad, la caspa y la piel, llegó el primer anuncio para sus hijos: ¡Danonino!.  A continuación apareció en la pantalla un Microlax, porque el yogur es para los peques y el estreñimiento femenino, de todos es sabido, como con un "flups" rectal, nada.  Pero, claro, ¿y si no funciona el "flups"? Pues a continuación nos mostraron una marca de supositorios de glicerina (siempre para mujeres; los hombres cagamos de puta madre) que viene, al parecer, en tres envoltorios de tres significativos colores que a mi me recordaron los anuncios de la pasta de dientes que llevo veinticinco años usando (rojo fuerte, verde menta y azul súper refrescante). A continuación nos vino la regla una vez más. Después un yogur de la misma marca que el anterior, pero en helado (malo para el estreñimiento; nos trajeron de nuevo el "flups" micralax). Un queso bajo en calorías para que no nos engorde la parienta más de lo que ya nos engorda. Un protector del cabello para después de su lavado. Otro tampón (había que cambiarlo ya, era una pausa muy larga). Un niño que juega al rugby porque toma Cola-Cao. De nuevo el lubricante de la flor mustia (tan larga era la pausa que tuvimos en el salón dos reglas y dos polvos consecutivos). Otro champú, al parecer algo mejor que el anterior. Un desodorante (tras tanto polvo y tanta menstruación hay que asegurarse, a pesar de la ducha, de no ir por ahí oliendo a chotuna, que en verano se suda mucho). De nuevo un micralax para que el reloj no les marque las horas a las féminas y puedan cagar a voluntad. Finalmente -¡tachán!- un anuncio para "adoptar un tío".  Resulta obvio que con tantos problemas como tienen las españolas, a los chicos hay que echarles el lazo para que no huyan despavoridos tras el trauma del tampón en la mano y todo lo que, ignoran, les espera a continuación.
Os puedo asegurar que las pausas acabaron siendo más interesantes que el telefilme. Máxime cuando éste, se nos recordaba en cada pausa, estaba siendo patrocinado por los dichosos tampones.
Cuando apagué el televisor no tuve ganas de comprarme nada nuevo, pero si hubiese sido mujer me habría ido a la cama con una desazón más que considerable: hueles mal, ensucias, engordas, te deshidratas, se te descascarilla el natural, no cagas y hay que decirte cómo alimentar a tus hijos para que jueguen al rugby. Y si te gustan los tíos, adóptalos porque ellos no van a dar el paso (quizás porque también estaban viendo Neox).
Ni con un porro habría flipado tanto como con Neox anoche.  Debe ser todo esto porque el verano es tiempo de locos o tal vez sea yo. No sé. Os dejo, me voy a tomar un Nesquik....

domingo, 11 de agosto de 2013

A LOLA, IN MEMORIAM

En algún momento de nuestras vidas el Destino es un azar que se convierte en propósito. El último día que hablé con Lola fue en el acto de clausura de la Mar de Letras, en Mr. Witt.  Se acercó a la mesa donde estábamos y la tomé de la mano para darle la enhorabuena por lo magníficamente bien que había salido el curso de verano.
-Este año os habéis superado, Lola. A ver qué hacéis para el siguiente.
Ella sonrió, como siempre, cuándo no, y entró en animada conversación relatándonos su último viaje por el Perú (el curso de verano que se cerraba había versado sobre la literatura del país andino) y contándonos divertidas anécdotas entre risas incontenibles.  Era evidente que tras un año de duro trabajo en la Universidad y como organizadora de la Mar de Letras, su mente no pensaba ya en otra cosa que en las benditas y merecidas vacaciones.
Nos contó el proyectado viaje a Kenya, lo difícil que había resultado conseguir una buena oferta y lo muchísimo que le ilusionaba, máxime porque el año anterior el curso que nos había organizado había girado en torno a la literatura africana, la cultura negra y la negritud (apasionante). Celebramos las magníficas perspectivas de la aventura que afrontaba. Yo le dije que me daba mucha envidia, que también tenía muchas ganas de visitar aquel país y recuperar mi antigua costumbre de hacer viajes exóticos por paraísos lejanos.
Los planes de Lola concluían en la Toscana, donde le aguardaba un alojamiento rural para cerrar el verano y rematar las vacaciones en el incomparable y romántico marco de la campiña italiana.
Lola estaba feliz, contenta, eufórica. La vida le sonreía. Nos contó que en el próximo curso por fin iba a poder impartir cultura clásica, aquéllo por lo que tanto había luchado durante toda su vida.  Sentada a nuestra mesa había una persona, amiga suya desde hacía 35 años, que conocía muchos detalles de la vida de Lola y que entendía mejor que ninguno de nosotros el triunfo que para ella significaba poder impartir esa asignatura en torno a la cual habían girado ímprobos esfuerzos durante lustros.
La vida es irónica. La vida es perversa. La vida juega a jugar con las personas.
La ciudad de Cartagena ha perdido a Lola Fernández Moreno. Murió en un accidente de tráfico en algún lugar relativamante cercano a Nairobi mientras estaba de vacaciones.  Unas vacaciones que se había ganado a pulso toda su vida.  Ayer escribí entre lágrimas en mi muro de Facebook que se me clavaba en el alma un calambre insoportable. Fue un día horrible y amargo para todos los que la conocíamos y nos desayunamos con la noticia de su pérdida incontestable e irreparable.  No nos lo queríamos creer, no sabíamos reaccionar.  También decía en el muro que me quedaba con su dulzura, su encanto personal, su amabilidad, su capacidad de superación, su bondad y todas las infinitas cualidades que adornaron y perfumaron su alma de mujer buena.  La sensación de orfandad hoy,  un día más tarde, sigue siendo insoportable. El mundo cultural de Cartagena ha perdido un referente, un bastión, un pilar insustituible. Pero es que además hemos perdido a una persona inmensa y a una gran amiga. Lola era toda ella un corazón calzado y vestido de sonrisa y musicalizado con una voz dulce y cálida, que era la banda sonora que rodeaba su presencia allá por donde fuese. 
Es tan raro que existan en la vida personas como Lola como que de repente desaparezcan de este mundo.  
Su luz fue intensa e iluminó a muchos. Ahora se ha apagado para siempre. Pero su brillo permanecerá en nuestros corazones mientras uno sólo de quienes la conocimos siga sobreviviendo a esos azares del Destino que de vez en cuando, alevosamente, se convierten en propósitos. 
Descansa en Paz, querida.

miércoles, 7 de agosto de 2013

¿ENTRARÁ ESPAÑA EN GUERRA CON MARRUECOS?

Circula por las redes un ENLACE con cierta información seguramente apócrifa en el que se asegura que Mariano Rajoy se lamenta de no tener unas Malvinas para entretener un poco nuestra tediosa crisis.  Muy posiblemente, insisto, la información será apócrifa, pero la idea no tiene nada de descabellada y los recientes acontecimientos sugieren que sería incluso buena para nuestras élites solariegas.
Es obvio que no nos están contando la realidad de la situación económica de nuestro país.  Nuestra crisis es tan monumental que España no hay por dónde cogerla (no se rían los lectores argentinos, por favor).  Vivimos en un país que necesita un rescate y que al mismo tiempo es imposible de rescatar. Como no podemos devaluar la moneda, hemos devaluado el sudor de nuestro trabajo. Como no podemos permitirnos un chorrillo de embargos inmobiliarios, Europa seguirá bajando el Santo Euríbor y los bancos, principales accionistas de nuestras queridas compañías de agua, luz, gas y combustible, han sido ya compensados (y más que lo serán) con cruentas e inmisericordes subidas en esos imprescindibles bienes: así pagaremos todos, endeudados o no, el desbarajuste.  Las empresas pequeñas están condenadas a desaparecer y las grandes condonadas con la deslocalización. La clase política, corrupta y resabiada, teme disturbios, Canalejas y algaradas espontáneas (lo de Canalejas lo buscáis en mi otro blog).  La Monarquía está tan desacreditada y acorralada que necesita huir hacia adelante porque desde luego volver a salir por patas por el puerto de Cartagena no entra en sus planes ni en los de nadie.  Nuestra juventud es inculta e improductiva, merced a un sistema educativo que ha consistido en una estafa perpetua perpetrada durante los últimos veinte años (por decir una cifra).  Salvo honrosas excepciones, lamento decirlo, nuestra juventud no tiene ni oficio ni beneficio para el país.  Los viejos cada vez son más y cuestan de mantener y los parados mayores de mi edad no sólo no van a tener curro nunca sino que tampoco se plantean largarse porque ni pueden ni los quieren en ninguna parte.  El oro ha salido del país en forma de empeños de extrema necesidad y el de la reserva nacional fue malvendido por el anterior gobernante.  Entre todo lo expuesto, las malversaciones, la justicia decimonónica y la insostenibilidad de las Autonomías, el futuro patrio es, si nos ponemos optimistas, inviable.
Lo que España necesita es una suerte de Plan Marshall con aviones estilo ICONA lanzando billetes desde lo alto.  Pero los planes de ayuda económica de esa magnitud solamente sueltan la mosca cuando ha habido un conflicto bélico porque su finalidad no es tanto ayudar al país necesitado como reactivar la economía de los periféricos (¿qué habría sido de Suecia sin los dólares que se gastó Alemania en comprar su madera, su hierro y su carbón? Pues que seguirían ahumando salmón como en el 1940).
Hablemos ahora de Marruecos.
Me decía hace unas semanas un amigo que, amén de profesor de árabe, es un español viajado que conoce bien ese mundillo islámico que tanto nos asusta a los occidentales, que en España estamos muy confundidos con Marruecos porque el régimen del país alauí no ha mamado de las fuentes dictatoriales arábigas, sino del franquismo hispano y carpetovetónico (al fin y al cabo Mohamed VI estudió en España y ex presidentes españoles tienen bellas moradas en Marruecos).
La verdad es que nuestras relaciones con el país vecino siempre han sido un poema de compleja rima. Y lo han sido porque esta ficticia nación (ficticia como todas las de África menos Egipto) siempre la hemos tenido muy a mano para malmover a nuestras angustiadas masas.  ¿Cómo nos quitamos el disgusto del 1898? Con el desastre de Annual. ¿Cómo encauzamos al pueblo ante la muerte del Caudillo? Pues renunciando al Sáhara de la Marcha Verde. Y así...
Las relaciones económicas con Marruecos son muy interesantes.  Somos el principal comprador de sus productos y el primer país inversor en su territorio.  Ya dijo alguien que no quiso estrujarse las meninges que éramos dos naciones condenadas a entenderse. A mi no me cabe duda de que el rey Mohamed VI entiende, y mucho.  Tuvo en su padre un magnífico maestro y en Estados Unidos y Francia unos báculos que ya quisiéramos nosotros.  El problema es que Mohamed VI tiene cuatro problemas muy importantes si quiere modernizar su país:
-La corrupción secular de las instituciones.
-Su legitimidad como monarca si decide dar el paso y dejar de ser y obrar como el dictador que es.
-El impulsivo avance islamista.
-Quedarse definitivamente y sin excusas con el Sáhara Occidental, Ceuta y Melilla.

Llegados a este punto, ¿no sería ideal un conflicto controlado entre ambas naciones? Me refiero a un conflicto armado, aparentemente serio y que se resolviese entre fraternales achuchones.  La cosa podría empezar con un movimiento interno en Ceuta que reclamase la pertenencia del enclave a Marruecos.  Unas palabras de más o unas balas perdidas podrían encender el conflicto y extenderlo a Melilla.  Los embajadores serían llamados a consultas y la población autóctona del lado contrario serviría a cada lado para encender conflictos callejeros que canalizarían nuestras frustraciones personales hacia personas inocentes.  El polvorín está ya montado; solamente hace falta prender la Santabárbara.  Con la magnífica excusa de los acuerdos multilaterales, el apoyo a España de la OTAN sería menos que simbólico (nos darían la espalda, vamos) y Francia, como es costumbre, haría el doble juego (eso también es secular) apoyando a los marroquíes.  Como Argelia está bajo control y Libia ya ha sido puesta en manos piráticas (¿quién se preocupa de Libia ahora?) el conflicto no se extendería y se convertiría en un problema interno reducido a disturbios callejeros, escaramuzas y palabras mayores que nunca llegarían a cuajar en hechos consumados.
En España veríamos cosas que ya conocemos pero se nos han olvidado: indultos carcelarios masivos (las prisiones son insostenibles en la actualidad), agrupaciones patrióticas ciudadanas dispuestas a dar la cara y a arrendar su furibundia, salvajes devaluaciones del nivel de vida y de derechos constitucionales que llevarían a la aristocracia política al paroxismo de su éxtasis, carpetazo consensuado a todos los temas de corrupción "por motivos patrióticos", etc... En definitiva, veríamos en pocos meses todo lo que pasó entre Amadeo de Saboya y la Santa Transición: cien años de historia resumidos en un titular de prensa.
Adalides de la paz, llegado el momento oportuno, nuestros respectivos monarcas se harían una foto triunfalmente abrazados, quizás en un mar de lágrimas, clamando por la hermandad de ambas naciones, nuestro incondicional amor fraternal y se pactaría la cesión de Ceuta y Melilla y la definitiva nacionalización del Sáhara Occidental.  En justiprecio, Inglaterra, que está hasta el moño de Gibraltar (una colonia de la que -no te engañes, amigo lector- se quieren desprender pero no saben cómo hacerlo sin perder el honor) nos devolvería el Peñón a cambio de que Marruecos le firmase indiscutibles contratos a largo plazo que garantizasen el desarrollo del país.  El regreso de las inversiones españolas, tratadas como preferentes por Mohamed VI, reactivaría nuestra economía dentro de un eje soberano tan absurdo como el que forman Alemania y Francia, que siempre han sido y serán enemigos pero que se entienden y se llevan bien.
¿Quién ganaría en todo esto? Ambas monarquías saldrían legitimadas (nuestro Rey, que comenzó su jefatura del Estado en un conflicto marroquí, lo cerraría con otro y le pasaría el testigo a Felipe VI), el bipartidismo político se reconduciría en España y nuestro país tendría acceso a quitas magníficas y refinanciaciones que le permitirían remontar razonablemente. Y la ciudadanía tan contenta porque sus deudas económicas gozarían de un borrón y cuenta nueva a cambio de aceptar sí o sí la precariedad de un nuevo comienzo.
Este escenario calmaría también los independentismos inviables de la periferia peninsular tanto como su preparación justificaría el ya anunciado fin definitivo y sin condiciones de ETA (¿qué condiciones? los van a indultar en masa) y el reciente viaje de Su Majestad y varios ministros a nuestro amigo el rey Mohamed VI.

Si todo lo que he escrito es una fábula o no lo sabremos antes de dos años.  Mientras tanto, yo me quedaré a la expectativa de si me detienen o tengo un accidente como aquél médico que falleció horas antes de contarnos a todos los españoles en una rueda de prensa qué era en realidad lo de la colza.

jueves, 1 de agosto de 2013

¿MONARQUÍA O REPÚBLICA?

Proliferan actualmente muchos desencantados que claman por el regreso a la República en España. No les falta razón para el desencanto pero tampoco les sobran motivos para reclamar semejante cambio.  Preguntada al respecto por mí, una amiga me comentaba toda una  retahíla de razones por los cuales la Casa Real española (la más barata del mundo) es un fiasco, un despilfarro y un pitote. Es lógico que tenga esa impresión. La Casa del Rey lleva unos años que no atina y se está distanciando enormemente de la realidad del pueblo. Los escándalos familiares tampoco ayudan mucho que digamos.  Han cometido errores de bulto, errores de manual y errores de omisión.  Sólo se salva doña Sofía, que siempre ha sido la más lista del clan, quizás porque no es borbona y conoce de primera mano lo que se siente cuando el pueblo te manda a la mierda.
Cuando le pregunté a mi amiga sobre un posible fracaso de la III República me contestó que ella no tenía el don de conocer el futuro o de poder leerlo en las cartas. Obviamente, el arte de echar las cartas falla porque no es antiguo, ni puntual, ni científico (y además es tontería).
Cuando uno se plantea cosas tan supremas debe partir de la premisa de que para que algo sobreviva no hay nada como la vocación y la insistencia. ¿Tienen los españoles vocación republicana? La respuesta es negativa. Los españoles ni siquiera sabemos cómo funciona una república.  Para mi sorpresa, mi amiga desconocía que una República implica un presidente de la república, el cual nada tiene que ver con el presidente del Gobierno. Para mi asombro, muchas de las personas que se definen a sí mismas como republicanas creen que traer la República a España sería tan sencillo como quitarle al Rey las llaves de la Zarzuela.  Pero no es así.
En España hemos tenido dos experiencias republicanas y ambas fracasaron por la mala gestión de los propios republicanos a ultranza. Sé que mucha gente me va a discutir este punto, pero es la verdad.  Alfonso XIII se merecía la patada en el culo que se le dio, pero España no se merecía lo que vino después.  Mi padre recuerda perfectamente el día de la proclamación de la II República (se fueron todos al Manzanares a comer tortilla de patata para celebrarlo).  También recuerda cómo degeneró y hasta qué punto todo lo que prometía no es que se quedase en agua de borrajas, sino que acabó tiñendo España de sangre (y me refiero a los años previos a la Guerra Civil, no confundamos).  Es cierto que los grandes discursos han desaparecido, pero no lo es menos que ahora carecemos de discursos convincentes. Si apostamos por la República, ¿quién nos la va a traer? ¿cómo la va a gestionar? ¿con qué fines?
El decorado debe dibujarse primero y pintarse después con mucha precisión.  Aquí no valen licencias poéticas porque los personajes pueden irse de madre si no se encuentran a gusto en la pantomima.  Algunos hombres tienen el hábito de pensar mal y ser desconfiados.  No aciertan con la felicidad, pero se consuelan imaginándose que los demás tampoco la gozan.
El Rey ha metido la pata. El Rey tenía que haber atado corto a su yerno. El Rey tenía que haber tomado nota de su esposa y haber sido más discreto con su vida privada.  El Rey cinegético tenía que haber disimulado su impopular afición como hace el ex-juez Garzón y la mayoría de los ministros, que también cazan, pero tratan de que no se les vea con la escopeta abatiendo cérvidos.  La reina hace años que no vive en España y nadie se ha dado cuenta: cumple con sus obligaciones y se vuelve a Londres sin dar escándalos ni aquí ni allí. La Casa Real nos ha salido muy cara y lo inteligente sería amortizarla y no tirar las cosas por la borda porque ya no nos gusten. La Monarquía no es un televisor.
El planteamiento de cambiar una institución milenaria por otra que hemos padecido más que gozado durante apenas una década de nuestra historia no es serio ni razonable. Inglaterra, que funciona como una república, no se plantea eliminar a su monarquía. Lo que hacen los ingleses es darle palos demoledores a quien corresponda cuando su familia real hace lo que no debe o lo que no gusta. Y la familia real británica toma buena nota y rectifica.  Lo llaman tradición. La tradición no es mala si se gestiona bien. En Inglaterra se ha llegado a un equilibrio que satisface a todos y da una imagen sólida del país (el equivalente de lo que aquí llamaríamos "marca España")
Personalmente confío más en un señor que se ha preparado toda su vida para desempeñar un cargo de representación de mi país, que habla fluidamente idiomas, tiene estudios, conoce los protocolos de las distintas naciones, muestra una cara amable de mi pueblo aunque aquí tengamos a Aznar, Zapatero o Rajoy haciendo de las suyas y tiene una agenda heredada con muchos teléfonos que nadie le habría dado a cualquiera de los tres anteriores ni siquiera por compromiso.  Confío más en ese sujeto, digo, que en cualquier advenedizo que, con la excusa horrible de "servir al Estado" medra a golpe de talón, prebendas, sobres o justiprecios y se convierte por arte de birlibirloque en presidente de una República y me puede salir berlusconiano, sarkozyano o Azaña.
No sé quién decía que Dios castiga a quienes pretenden transformar el mundo con arreglo a pautas aprendidas de memoria.  Hay mucha doctrina y mucho adoctrinamiento detrás del republicanismo hispano y eso le resta seriedad.  El hedor de promesas poco definidas suele confundir a quien va de camino y buena fe pero sin rumbo cierto.
Yo quitaría el ministerio de Asuntos Exteriores y traspasaría a la Corona sus funciones. No me gusta ver a los reyes inaugurando gotelés, monumentos o fábricas. Los quiero viajando a todos y consiguiendo contratos para nuestras empresas (como el AVE de Arabia Saudí o el metro de Riad), liberando presos españoles en cárceles lejanas (como en el último viaje del Rey a Marruecos) y hablando de tú a tú con dignatarios que no se toman en serio a unos políticos que nos avergüenzan a diario.  Si la Familia Real española hubiese hecho las cosas un poco mejor, tendríamos al Rey por un lado, a la Reina por el otro, a los Príncipes de Asturias más allá y a un par de Infantas simpaticonas haciendo lo que pudiesen también.  Como no ha sido así nos tendríamos que conformar ahora con los Príncipes.  Incluso sería razonable jubilar al rey y tirar de Doña Sofía para dar la cara amable dentro y de Felipe VI para darla fuera.
No sé. Me da miedo la República porque me dan miedo los que la defienden.  Demasiado radicalismo y demasiada ignorancia. Ya sabemos que la primera acabó en el regreso de unos reyes mediocres y tontos. Que la segunda acabó a tiros de radicales salvapatrias de todos los colores y después con una Guerra Civil. Tal vez lo que me pasa es que detecto que el guerracivilismo hispano no se ha acallado y que el eco sigue repitiendo el ronquido de las almas difuntas y el espejo nos devuelve todavía sus figuras.
Quizás habría que esperar un poco más hasta que la lluvia lavase y el viento ventilase los muchos pecados que se cometieron en este país en el siglo XX.  Miedo me da que alguien se erija ahora mismo como el que conoce el nombre de todas las estrellas del cielo sin dejar ni una y nos venda una burra que resulte ser de tiro. Ya veremos lo que pasa.
Mientras tanto mi amiga dice con razón: "Yo pasando hambre y necesidades y el tío ese matando elefantes con mi dinero".  No se lo perdonan, Majestad.  La situación se pone turbia y como el Urdanga sea culpable y se libre se va a poner mucho peor. Espérese a que le analicen la mirada en un magazine de la televisión matinal, que todo es empezar.